Aunque todavía no se aprecie meteorológicamente en todos los rincones, se respira en el ambiente la inminente llegada del romanticismo veraniego. Para sentirlo, sin embargo, no es necesario que se palpen físicamente en la epidermis corporal sus cálidos y plácidos efectos: basta con que el cerebro actúe y vaya asumiendo su lento devenir en forma de pensamientos que se vuelven optimistas ya que, el algún momento, se harán realidad. Kisses supieron abordar con docilidad estos reflexivos sentimientos pre-estivales (y, en ciertas fases, plenamente estivales) en su primer álbum, “The Heart Of The Nightlife” (This Is Music, 2010). Un disco que, a pesar de su título, apelaba a las agradables sensaciones transmitidas por un synth-pop lo-fi de producción doméstica y de aroma baleárico escuchado durante un luminoso día (culminado por la perfecta puesta de sol) y en lugares accesibles pero idílicos (una terraza en la costa o una playa solitaria, sin recurrir a otros espacios más rebuscados). Su portada, muy simbólica (formada por piscina, palmeras y cielo azul despejado), remataba ese significado tan encantador y poético.
La pareja artística y sentimental procedente de Los Ángeles que se esconde tras Kisses, Jesse Kivel (voz) y Zinzi Edmundson (voz, coros, teclados y programaciones), aspiraba a ser la modesta abanderada de una corriente de pop sintético paralela al ya diluido chill wave, con el que compartía determinados postulados, pero que perseguía ver la cara feliz del mundo despierta y con los ojos bien abiertos, no en estado de duermevela. Al otro lado del charco, Metronomy aportaban su grano de arena a la causa pocos meses después mediante “The English Riviera” (Because, 2011), con lo que se confirmaba que había posibilidades de que esa cristalina ola se extendiese en el espacio y en el tiempo. Así fue, aunque sin lograr el alcance ni el impacto del mencionado chill wave. Una circunstancia que, contradictoriamente, ayudó a que no llegara a establecerse como etiqueta (con el peligro de quemarse por su uso y abuso) y a mantenerse fresca y reluciente en la actualidad.
De ahí que la salida del segundo trabajo de Kisses, “Kids In L.A.” (Cascine, 2013), se reciba con el mismo entusiasmo que dejó tras de sí el estreno del dúo angelino y, a la vez, con relativa curiosidad: la que lleva a preguntar si el LP sigue los mismos derroteros que su predecesor… La respuesta: en esencia, no. Si “The Heart Of The Nightlife” jugaba con la nocturnidad para mostrarse abierto, diáfano y repleto de luz diurna, “Kids In L.A.” toma el sentido inverso al atrapar en su aspecto formal (más lustroso que en el pasado, mejor acabado y pulido en el estudio por Pete Wiggs -miembro de Saint Etienne– y Tim Laracombe –Lana del Rey-) las vibraciones oscuras, nostálgicas y taciturnas que desprende la noche. Pero, en este caso, no hay que quedarse sólo con la capa externa del disco, sino también con su fondo: Kivel y Edmundson exponen la historia ficticia de un grupo de jóvenes angelinos de familia adinerada aburridos de los rigores del invierno y deseosos de volver a vivir la calurosa excitación del verano.
A partir de esta base literaria, en apariencia banal y frívola, Kisses cambian las tornas de su paleta sonora introduciéndola en ritmos que reducen una marcha su velocidad, se vuelven más sofisticados y aparecen recubiertos por el tono melancólico de un Kivel menos eufórico que antaño. En “Up All Night” se distingue esa transformación vocal, que invita a los teclados de Edmundson a compartir sus inflexiones afligidas; y en “The Hardest Part” se mantiene a pesar de su vivacidad, ribeteada por una línea de bajo deudora de New Order. Precisamente, la sombra de la histórica banda de Manchester sobrevuela parte de “Kids In L.A.”, reproduciendo con fidelidad y habilidad su tratamiento de la percusión, la construcción de los estribillos y su pegada emocional en “Huddle”, “Air Conditioning” y “Having Friends Over”. Pero Kisses no se limitan a olisquear el rastro de Sumner, Hook y compañía. En los pasajes lánguidos del repertorio sacan su vena más personal y característica para, al contrario de lo que sucedía antes, enseñar su lado más reposado y sensible según convenga: “At The Pool” se mueve entre los aires chill que sugiere su título y permite imaginar alegres escenas piscineras ejecutadas a cámara lenta, de un modo similar al que lo hacía aquella oda etílica a Los Ángeles de Bran Van 3000, “Drinking In L.A.”; mientras que la baladística “Bruins” se erige en el tramo más afectado del álbum, con Kivel rodeado de sintes épicos cantando con la mano en el corazón.
Como se puede comprobar, Kisses se han tomado muy en serio su empeño por ampliar su registro, aunque no pudieron evitar recuperar una pequeña porción del entusiasmo de sus inicios a través de “Funny Heartbeat” (de largo, el tema más positivo del álbum) y de la hip-popera “Adjust Glasses” (en la que el protagonismo vocal recae en Zinzi Edmundson). Dos huellas de ese reconfortante magnetismo con el que Kisses, sea cual sea el matiz de su discurso lírico y sonoro, impregnan sus canciones para predisponer al oyente a ser absorbido por ese romanticismo pre-estival que ya se siente y se palpa.