En un evento de las proporciones del Primavera Sound 2013 acaban teniendo casi más importancia los elementos colaterales que la propia música: que si el clima, que si la lluvia (que nunca llegó), que si casi la mitad de los asistentes ya no hablan cristiano, que si las tendinitis por culpa de las distancias, que si los pesados que van a los festivales a hablar y que si la abuela fuma. Pero al final, con la pulsera en el cajón y las energias renovadas, lo que nos queda más vívidamente de la edición número 13 del festival barcelonés ha sido, como siempre, la música: tres jornadas de intensa actividad musical para todos los gustos. Y es que, si por algo se define a día de hoy el Primavera Sound es por ese empeño que tienen desde hace muchas ediciones de no permitirse ningún límite a la hora de programar su cartel. Olvidaos de esa chorrada que dicen muchos de que es un festival de modernos: con el mejor cartel de toda la geografía festivalera española, el Primavera Sound es, sencillamente, el festival de los que disfrutan la música en directo. Aquí os dejamos todo lo que disfrutamos nosotros.
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JUEVES. 23 de mayo
SANTA RITA. Era la mejor forma de «entrar» en el festival, tanto literal como figuradamente. Literalmente porque las integrantes de Santa Rita se subieron a lomos del Red Bull Music Bus que estaba justo en la puerta del recinto y lo cabalgaron como un grupo de valkirias dulcemente desquiciadas. Y figuradamente porque, si tuviste la suerte de que esta fuera tu primera actuación del viernes, seguro que el alto voltaje de su rock de guitarras te dejó con el cuerpo bien curtidito, libre de adrenalina y, como dicen por ahí, «bien follao y desfogao«. Hacen falta más Santa Ritas en España. [Raül De Tena]
POOLSIDE. Poolside apetecían el primer día a las seis de la tarde igual que un polo de limón en una cálida tarde de verano. Filip Nikolic, Jeffrey Paradise & cia venían con su sugerente «Pacific Standard Time» bajo el brazo, una delicia de pop acuático estupenda para las horas de calor que llevaron al directo de forma de lo más irregular. Más como si fuera una broma que un concierto, los de LA se marcaron un directo macarrónico y desafinado que necesitaba demasiadas dosis de ironía para ser entendido. Igual con trece birras en el cuerpo hubiera calado más. Recién llegados, la verdad es que no.
SAVAGES. El festival no aprendió del desaprovechamiento del hype de Grimes el año pasado y, en esta edición, volvió a mostrarse muy poco acertado al programar la actuación de Savages por la tarde y en ese escenario Pitchfork que tantos problemas de sonido dio durante todo el fin de semana. Estas tiparracas no sólo piden un sonido cristalino para que su canciones como afiladas cuchilladas barriobajeras vuelen nítidas a través el aire, sino que también piden a gritos nocturnidad y alevosía. Pese a todo, sobre el escenario consiguieron liberar una bestia que ninguno de los allá presentes será capaz de domar en mucho tiempo. Y esto es, por si a alguien le quedan dudas, muy positivo. [RDT]
NEKO CASE. La pelirroja vocalista de The New Pronographers desgranó los grandes éxitos de su carrera en solitario con la misma precisión de un reloj suizo y acompañada por una banda igual de efectiva. En su actuación en el escenario Primavera (que en ningún momento se le quedó grande) hubo momentos tanto para los clásicos más añejos de «Blacklisted» como para los hits más recientes de su potente «Middle Cyclone«, e incluso para presentar algunos temas del próximo disco que verá pronto la luz. Directa, contundente y sin demasiados aspavientos: rock de carretera en estado puro.
TAME IMPALA. No todos los que desfilamos al caer la tarde hacia el escenario Mordor (oficialmente conocido como «Escenario Heineken«) lo hacíamos bajo el embrujo que parecían haber soplado los australianos sobre el público general cual flautista de Hamelin. Y es que, en esta redacción, hay más escépticos que entregados a la causa de Tame Impala. Aún así, los de «Lonerism» se presentaron con un directo bastante contundente y una puesta en escena tomada por unas proyecciones lisérgicas que les iban al pelo a las nuevas canciones (no tanto a las de su primer disco, que sonaban un poco deslucidas). Aunque al principio se mostraron tan fríos como el clima que nos comimos durante el festival, a medida que avanzaba la actuación se calentaba el ambiente y el público con ellos.
JESSIE WARE. La opinión generalizada al acabar el concierto de Jessie Ware era «qué maja que es esta chica«. Y es que la británica, en cuanto abrió la boca, supo meterse en el bolsillo a todo el público (que no era poco) que se había acercado a verla al Pitchfork. Vestida con un elegante vestido negro (que le ha valido estar entre nuestros cinco looks favoritos del festival), la Ware desplegó con gracia todo ese funk de seda que habita en su primer disco, «Devotion«. La cosa alcanzó cotas de orgasmo general cuando cerró el concierto con «Wildest Moments» (la torch song perfecta) y «Running«. Ídola.
THE POSTAL SERVICE. El gran comeback de la edición de este año se saldó con una de las actuaciones más efectivas de toda la jornada festivalera. Un energético (y delgadísimo) Ben Gibbard, un apocado Jimmy Tamborrello y una despeinada Jenny Lewis defendieron con ganas las canciones de aquél proyecto que acabó siendo la flor de un día más bonita de la folktrónica. The Postal Service supieron combinar nostalgia y alegría en un concierto que ayudó a poner al día clásicos como «Such Great Hights«… aunque en el fondo no les haga falta. Porque The Postal Service siguen sonando tan cristalinos y emocionantes como el primer día. De lagrimita.
DEATH GRIPS. Hubiera sido el concierto del festival si The Knife hubieran cancelado en último momento… Pero, al fin y al cabo, seguro que a Death Grips se la trae al pairo quedarse con el primer premio o con el galardón de consolación: ellos viven totalmente absortos por ese ejercicio que trasciende los límites del hip-hop (abstracto, jincho o lo que sea) y que suena directamente a Apocalipsis. Como en todo Apocalipsis, se hizo difícil concebir la posibilidad de que el mundo existiera después de ellos. Imposible, entonces, acercarse a los moñas de Phoenix después de haber sido sodomizados por los ídolos de piedra en forma de canciones de Death Grips. [RDT]
FUCK BUTTONS. Fuck Buttons son siempre el engranaje perfecto para subir biorritmos y acelerar procesos estupefacientes. Empezaron con «Surf Solar» -que posiblemente sea la canción perfecta para abrir un concierto drogota a las cuatro de la mañana- y continuaron con «Olympians» y los temazos de su imbatible «Tarot Sport«. Aún así, en esta ocasión el dúo estuvo más oscuro (aún) que de costumbre: se cascó un directo que en más de una ocasión rozaba lo industrialoide y que apelaba más que nunca al trance (musical y mental), lo que hace intuir que su próxima entrega ahondará un poco más en las sendas de la noche electrónica.
JACKMASTER PRESENTS TWEEK-A-HOLIC. Otro que sabe mucho de calentar cuerpos fríos a base de hitazos es Jackmaster. El jefazo de Numbers sabe como nadie qué necesita la peña en cada momento: cuándo toca darle a la zapatilla (como hizo en su pinchada en la Boiler Room de adidas) y cuándo es preferible tirar de hits bailongos y populares de toda la vida, que es de lo que van su sesiones Tweek-a-holic: screamers y guilty pleasures a go-gó. Cayeron temazos de los 70 y de los 80, pero también «Get Lucky«. Y ahí la gente se volvió loca. Quizá adoleció de hits más conocidos de los que se pueda esperar en un Primavera Sound. Aún así, exitazo rotundo para cerrar el primer día.