¡Alabado sea el sol de California! De acuerdo, ese sol también es el nuestro, pero en la Costa Oeste estadounidense parece que nunca se pone ni lo ocultan las nubes; siempre está bien arriba y visible, iluminando sus televisivas playas, bronceando las pálidas teces de sus joviales habitantes y ejerciendo de continua inspiración de los músicos que reciben su agradecido calor. Eso lo saben, particularmente, los autores que han intentado moldear el pop de mil y un maneras según los sagrados cánones que un día implantaron The Beach Boys: tras dejar su eterna impronta marcada a fuego, ya nada volvería a ser lo mismo en la historia del pop ni, por extensión, en las tierras californianas. Por ejemplo, en San Francisco, la ciudad que durante los últimos años está rivalizando duramente con Los Ángeles por convertirse en el epicentro pop-rock del estado más radiante de Norteamérica gracias a las piruetas sonoras de Sam Flax, Ariel Pink, Kelley Stoltz (inclinados hacia el pop), Ty Segall, Thee Oh Sees, White Fence o Sic Alps (anclados en el rock garagero). Esta lustrosa nómina artística ya salió a colación en el WhatsHype!? que le dedicamos en su día al hombre que ha conseguido dignificar y abrillantar todavía más la leyenda de la actual escena alternativa sanfranciscana: Mikal Cronin.
No resulta descabellado asegurar que Cronin estaba predestinado a seguir la estela de los anteriormente citados: curtido como bajista y corista de la banda de directo de Ty Segall, su experiencia le empujó a armar varias formaciones (Moonhearts, Epsilons, Okie Dokie y Party Fowl) para dar salida a las múltiples ideas que bullían bajo su desaliñada melena y a intentarlo también como solista al frente del proyecto que lleva su nombre de pila. En este último caso fue donde nuestro protagonista dio con la clave de su éxito, ya que la libertad que suponía manejar los hilos de sus creaciones sin dar explicaciones a segundos ni a terceros le permitió acercarse, paso a paso, a su verdadera pasión: el POP, con mayúsculas, de denominación de origen californiano y raíz clásica, ya fuera revestido de electricidad, cantado con euforia surfera o suciedad garagera, interpretado en baja o alta fidelidad, depurado en sus formas o engalanado con diferentes arreglos.
Las primeras pinceladas de esa completa visión del pop de Mikal Cronin se plasmaron en su homónimo debut en largo, “Mikal Cronin” (Trouble In Mind, 2011), en el que sobresalía su gusto por las melodías beachboyescas y corales, el fuzz guitarrero, el feedback sónico y las reflexiones acústicas y contemplativas. Pero donde explotan definitivamente el ideario y el genio musical de Cronin es en su segundo trabajo, “MCII” (Merge, 2013), su primera entrega para el sello Merge. Tomando como punto de partida las virtudes de su LP de estreno, el de San Francisco amplía su paleta sonora apoyado en la sabiduría técnica en el estudio de Eric Bauer (productor e ingeniero emblemático dentro del underground de San Francisco), con el que fue dando forma a un álbum en el que sorprende la manera en que se mezcla la riqueza instrumental tradicional (piano, cuerdas…) con la solidez y la fosforescencia del power-pop de Mikal Cronin. La fórmula no es novedosa, pero en este LP funciona de maravilla.
El adelanto de “MCII”, sin embargo, todavía ocultaba ese salto cualitativo en el repertorio de Cronin: “Shout It Out” parecía la continuación natural de “Mikal Cronin”, por su aspecto de pieza pop diáfana y repleta de luz con estribillo aupado con energía por la guitarra eléctrica. Pero en cuanto se abre el álbum, “Weight” ofrece las pistas de lo que se escuchará más adelante a través de unas breves notas de piano que introduce la acostumbrada efusividad del californiano y de las cuerdas que se cuelan en el clímax final de la canción. “Am I Wrong” asienta la receta, “Change” la potencia viola mediante y “Peace Of Mind” la sumerge en un medio tiempo adornado por un cálido solo de violín: se hace difícil no imaginarse a Cronin transmutado en un Van Dyke Parks rockero y desatado por momentos.
Con todo, el sanfranciscano no rechaza ahondar en su propuesta más poderosa, visceral y sin condimentos, aquella que lo emparenta con sus orígenes rock y noise, tal como sucede en “Seet It My Way”, “I’m Done Running From You” o la esplendorosa “Turn Away”. Eso sí, el refulgente acabado de cada tema de “MCII” no debe impedir detenerse en las palabras que emite Cronin, el cual esconde dentro de un envoltorio chispeante numerosos versos que tratan de desentrañar y luchar contra los misterios del desencanto que provoca acceder a la madurez y sus consiguientes sensaciones de inseguridad, incertidumbre, miedo o hastío ante determinadas situaciones. La máxima expresión de estas dudas existenciales se produce en la sentida y transparente “Don’t Let Me Go” y en el epílogo del disco, la melancólica “Piano Mantra”, que actúa, a su vez, a modo de resumen del significado interno y el significante externo de “MCII”: textos cuasi resignados en los que se busca una explicación a la edad adulta insertados en composiciones ricas en arreglos clásicos y vitaminas power-pop. Unas sustancias vitales que sólo el sol, en este caso el de California, puede aportar. Gracias al astro rey por iluminarnos a todos, especialmente a Mikal Cronin.
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