La promotora santiaguesa Work On Sunday dio otro paso más dentro de su novedosa propuesta triCiclo, nacida a finales de 2012 como una serie de conciertos sin fecha fija, de sencillo planteamiento pero gran contenido. Su idea se mueve en torno a un cartel formado por tres bandas ancladas en el rock y sus diversas variantes, donde la primera sería un referente de la escena gallega alternativa, la segunda del panorama estatal y la tercera, la de mayor tirón, de nivel internacional. Después de varios contratiempos que llevaron a la reubicación de la fecha y el cambio de programación de su tercera edición, triCiclo volvía a la Sala Capitol de Santiago de Compostela con Guerrera como representantes gallegos y, aquí la sorpresa, dos grupos nacionales sobre los que bien podríamos afirmar que no tienen ninguna relación estilística entre sí: Toundra y Pony Bravo. Había curiosidad por comprobar qué saldría de tal cóctel sonoro…
Con el local cubierto en los tres cuartos de su capacidad, les correspondió a Guerrera (con músicos de formaciones del undergroud galaico como Cró!, Holywater y los extintos Ictus) inaugurar la velada. Los esperábamos con la guardia relativamente baja después de haber podido disfrutar en varias ocasiones de su directo en recintos reducidos. Convencidos de que poco o nada nuevo nos quedaba por descubrir de ellos, tan sólo nos venía a la cabeza la pregunta de cómo responderían en un decorado como el de la Capitol, con todos la potencia de su rider a su disposición. Pero, una vez más, cuando ya creíamos haberlo visto y oído todo, su gancho a la mandíbula fue fulminante. Salieron al escenario bajo una proyección con formas lisérgicas en descomposición, como en un buen un viaje a los años 70… Con los ojos como platos, nos fundíamos en su universo ácido para presenciar otro de sus directos brutales (en el mejor sentido del adjetivo): hay muy pocas bandas que suenen como Guerrera, tan salvajes, pesados e intensos a la hora de despachar su mezcla de blues, stoner-rock, psicodelia de alta densidad y electricidad a raudales.
Enlazando los temas sin solución de continuidad, repasaron al completo su primer LP, “Under The Gypsy Sun” (autoeditado, 2012), e incluso, sorprendentemente, se atrevieron con alguna pieza inédita en castellano (¿será una pista sobre un posible cambio de idioma en el futuro?). Pero fueron canciones como “Dead Man” o “Ted Kaczynski” las que de verdad triunfaron, dado su impacto en un número cada vez mayor de aficionados. Las caras de los testigos de su actuación (en su mayoría fans de Toundra) fueron pasando de la sorpresa inicial a una total sintonía con Guerrera, atrapados en las redes lisérgisónicas que envolvían una contundente base rítmica repleta de riffs plomizos y dirigida por la fantasmal voz de Alejandro Canoura. Podríamos haber permanecido durante horas absortos en tal odisea psicotrópica sin apreciar el avance del tiempo; pero, con la ovación del respetable y ganada una legión de nuevos seguidores, Guerrera dejaron su sitio a Toundra después de lograr poner el listón muy alto. Quizá a tanta altura que, pese al gran nivel de las otras dos bandas participantes, no se consiguió superar durante el resto de la noche.
Ya con la Sala Capitol a reventar, Toundra (que debutaban en Galicia) se disponían a darnos toda una lección de enérgico post-rock patrio, de ese que se acerca más al metal (sus referencias podrían ser Russian Circles o unos God Is An Astrounaut en su versión más endurecida) que a los torbellinos trascendentales impulsados por Explosions In The Sky o Mogwai. Lo primero que sorprendía observar de estos madrileños sobre las tablas era su edad (no se va mucho más allá de la treintena); y lo segundo, su enorme calidad, que hacía más llamativa su meritoria veterana juventud. Apostaron desde el comienzo al caballo ganador, su último disco, “III” (Aloud Music, 2012): con «Ara Caeli» y «Cielo Negro» colocaron los cimientos para ir progresandode menos a más, manteniendo su sonido pulcro, limpio y perfectamente cronometrado (la extensa gira de “III” les ha permitido pulir su directo al milímetro). Su tremendo despliegue eléctrico no impedía que se distinguiesen los matices de su repertorio, incluso en las fases más saturadas (la acústica de la Sala Capitol resultaba idónea para su estilo) que elevaban la tensión de su show hasta dejar al público totalmente extenuado. Toundra se mostraron como unos ejecutores implacables de un sonido que poco debe envidiarle a los referentes internacionales del género, pero su intervención se hizo levemente larga: con independencia de su balance arrollador, su discurso formal pecó de cierta reiteración a medida que se iba alargando en el tiempo.
Turno para Pony Bravo, ante los cuales se produjo un curioso movimiento: sus seguidores más jóvenes y ‘modernos’ relevaban en las primeras filas de la sala a los exhaustos barbudos de camisetas negras que anteriormente habían copado el espacio delantero. Tenemos que reconocer que el cuarteto sevillano suponía una gran incógnita para nosotros, quizá la rueda más extraña del triCilo [3]. Antes de que este se iniciase, nos preguntábamos cómo resultaría la combinación de su cartel, cómo empastarían musicalmente hablando sus componentes y cómo respondería el público al reto. La respuesta fue contundente: sí, se pueden mezclar peras con manzanas, al contrario de lo que diría la inefable Ana Botella. Pony Bravo llegaban a Galicia con su nuevo álbum bajo el brazo, “De Palmas y Cacería” (El Rancho, 2013) y, como ellos afirmaron al comienzo de su concierto, venían a presentarlo (literalmente) al respetable gallego. Hecho que se apreció en la reacción de la audiencia: existió una diferencia evidente entre el recibimiento a los temas de su anterior disco (“Un Gramo de Fe” -El Rancho, 2010-), del que se destaparon “Noche de Setas” o “La Rave de Dios” (ambas consideradas casi himnos generacionales), y el mostrado a sus composiciones más recientes, que no habían encajado del todo en los esquemas mentales previos de los allí presentes. También se pudo atisbar cierto cambio entre los sonidos que caracterizan su etapa actual (más madura y, por momentos, no tan festiva) y la anterior, aunque sin perder un ápice de su ironía ni de su desparpajo narcótico que introducía al público en una montaña rusa de subidones y bajones. El concierto de Pony Bravo se acabó transformando en una fiesta nihilista dedicada a contrarrestar los negativos y tenebrosos efectos de nuestra realidad presente.
Pedalada a pedalada, cuesta abajo y sin frenos, el triCiclo avanza veloz, tras cerrarse su tercer capítulo, para convertirse en una de las propuestas musicales más interesantes de la escena gallega. Contamos los días para saber qué sorpresas nos deparará la próxima cita, dónde tendrá lugar y quiénes serán sus protagonistas…
[TEXTO: Francisco J. Touriño y David Ramírez] [FOTOS: David Ramírez]