Para que nos vayamos entendiendo: si en algún momento alguien dudó acerca de cuán grande podría ser el segundo disco de James Blake, que aparque la duda en otro lado. Aquí no hay casus belli: “Overgrown” (Polydor, 2013) efectivamente es muy grande. Muchísimo.
James Blake, aquel prestidigitador maravilloso e imberbe que nos dejó con el corazón temblando en su primer LP, vuelve a erigirse como auténtico master and commander de la nueva hornada de agitadores emocionales. Y si “James Blake” (Universal, 2011), su debut, ya se medía en quilates, estamos en condiciones de poder afirmar que la continuación del mismo no le va a la zaga. Blake ya había dejado patente su don inmaculado para crear texturas innovadoras y construcciones inéditas en su primer álbum. Sin embargo, esta faceta se antoja secundaria en “Overgrown”, donde el joven artista superpone la estimulación emocional en el oyente a partir de diez temas igualmente intrincados pero con una predisposición a minimizar el efectismo en su sonido. De hecho, si hace dos años jugaba a despistarnos desde la misma superficie de su obra (su rostro artefactado por el movimiento en la portada de aquel debut), aquí James Blake se presenta mirando al frente, impasible, perfectamente enfocado en un paraje yermo, estático y con los pies cubiertos parcialmente de nieve. Donde antes había juego, agitación y sorpresa, ahora hay aridez, belleza y desolación.
Despojado definitivamente de cualquier atisbo que entronque con el post-dubstep, género al cual quedó adscrito tras la edición de sus primeros EPs, la tendencia en James Blake parece encaminada a recuperar el testigo de los esbozos primigenios del trip hop y enmarcarlo en un contexto que podríamos llamar soul de cámara. Una voz, un piano y un revestimiento electrónico que no requieren más (amén del talento del artista) para, otra vez, fabricar un álbum memorable, que nace como clásico instantáneo e incuestionable. Por entrar en ejemplos, la apertura con la homónima “Overgrown” es una de las maneras más intensas de abrir un disco que hemos escuchado en lustros, una elegía a corazón abierto que proyecta a los mejores Antony and the Johnsons jugando a ser los mejores Massive Attack o viceversa. “You’re on your own / In a world you’ve grown” canta para ponernos los pelos de punta en el tema que conocíamos hasta la fecha, el impresionante “Retrograde”. Y esta oda a una chica que ya no encaja en el mundo que ella misma ha construido constituye probablemente los (casi) cuatro minutos más abrumadores en lo que va de año, con una melodía tarareada como ubicuo sample y unos claps que son casi como pasos arrastrados en penitencia… “Retrograde”, cual campana de Gauss, te ataca desprevenido con su crescendo central.
En muchos momentos del álbum (de forma más evidente en “Overgrown”, “I Am Sold” o la magnífica “Digital Lion”, donde colabora Brian Eno), Blake maneja la composición a su antojo para crear una atmósfera opresiva en la que el lamento del autor parece una plegaría para escapar de ese enclaustro. Y en el lado contrario, dos pequeñas y fenomenales rarezas… “Take a Fall For Me” constituye una agradable sorpresa en el desarrollo de “Overgrown”, que retrotrae, aunque con una distinción oscura y abstracta, a los cortes más sentimentales del “Original Pirate Material” (Atlantic, 2002) de The Streets, aquí con RZA rimando por encima del quejido de Blake. La otra atipia en el disco la compone esa miniatura de orfebrería que es “DLM”, siempre al borde de la lágrima, que estrangula entrañas (“Please don’t let me hurt you more”) con su aullido. Imposible no destacar de manera individual “To The Last”, esa gema casi oculta en el entramado de “Overgrown”: se trata de un pequeño gran espectáculo que se va abriendo progresivamente, descubriéndose más maravilloso a cada escucha, con referencias que evocan desde un “Many Rivers To Cross” marciano hasta lo que vienen haciendo últimamente los prodigiosos Rhye. Sin tapujos: emocionante hasta herir.
Reconozcámoslo: podía parecer utópico albergar esperanzas en que la continuación de “James Blake” pudiera mirarse cara a cara, tutearse, con ese milagroso debut. Y, sin embargo, así es. “Overgrown”, no hay dudas, traduce el brillo eterno de una mente inmaculada y nos deja sin habla. De una belleza singular, extenuante y trágica. De una delicadeza quebradiza. Caerá la noche y seremos millones llorando.