El 15 de enero de 1960, la sección Cine del sindicato de escritores de Estados Unidos fue a una anunciada huelga para reclamar su parte de los beneficios de la venta de películas a los canales de TV. A dicha huelga se sumarían el sindicato de actores, el de directores y el gremio de empleados de teatros y cines, IATSE. Hollywood, aún no recuperado del daño causado por el éxito de la televisión, se vio muy afectado económicamente: algunos estudios cayeron en manos de multinacionales, otros vendieron parte de sus instalaciones y todos tuvieron que recortar gastos, optándose por el rodaje de películas de bajo presupuesto.
En verano de 1959, un director buscaba material para su serie de TV. Descubrió una novela firmada por Robert Bloch, autor de relatos de terror. Se había inspirado en Edward Theodore (“Ed”) Gein. Hijo de una fanática religiosa, en noviembre de 1957 la policía encontró en su casa, en Wisconsin (EEUU), un cadáver decapitado colgado por los tobillos, además de múltiples cabezas humanas, ropa hecha con piel humana, calaveras en cazos con sopa… (Para despistados: Gein es quien inspiró «La Matanza de Texas» y «El Silencio de Los Corderos«, entre otras). Un fragmento del relato, el asesinato de una chica en la ducha, atrajo al director. Su último proyecto se había frustrado por la negativa de Audrey Hepburn a protagonizarlo, su actriz fetiche anterior se había casado con un príncipe y había dejado el cine y, justo antes de su último rodaje, la actual se había quedado embarazada, obligándole a buscar a otra… Así que podemos pensar que no fue casualidad que imaginase matarla en pantalla.
Comenzaría a rodar en noviembre y debía terminar en los primeros meses de 1960. Ante la amenaza de huelga, el estudio (Paramount) no iba a darle mucho dinero: sólo disponía de 800.000 dólares. Pero para él eso no era problema: era famoso por negociar sueldos bajos para su equipo a sabiendas de que cualquiera subía su caché y su prestigio después de haber trabajado con él. Y, además, estaba dispuesto a utilizar al equipo de su serie de televisión, lo cual abarataría costes. A sugerencia de unos ejecutivos de MCA, propietaria de la Paramount, contrató a un guionista prácticamente novel: Joseph Stefano. Dos ideas que tenía claras ya entonces eran la de que la chica protagonista moriría en la primera media hora de película y que el protagonista masculino sería Anthony Perkins, que le debía una película al estudio y que había ganado un Globo de Oro por su primera película y una candidatura al Oscar por la segunda. Su fetiche, Vera Miles, que ya había dado a luz, volvería con él. Y el resto del reparto estaría formado por actores que ya estuvieran en nómina del estudio, lo que abarataría costes aún más.
El film narra cómo Marion, una secretaria, roba a su jefe 40.000 dólares para empezar una nueva vida con su amante y huye, pero se detiene en un motel regentado por un joven que vive en una casa cercana con la única compañía de su anciana e ¿inválida? madre. Marion es asesinada ¿por la inválida?, y su novio y hermana contratan a un detective que llega hasta el motel y es igualmente asesinado. Esto obliga a novio y hermana a ir personalmente al motel a descubrir la verdad sobre madre e hijo. Llegados a este punto del texto, ¿es necesario que digamos que estamos hablando de «Psicosis» («Psycho«), de Alfred Hitchcock?
El envoltorio de esta historia fue cuidado. El compositor habitual del director, Bernard Herrmann, compuso el famoso pizzicato que inspiraría a George Martin la partitura de «Eleanor Rigby«. Saul Bass -junto a Maurice Binder, los genios de los títulos de crédito-, estuvo a su altura habitual. Y ambos resaltaban la que sería la escena clave del film, la que impresionó al director: el ya mítico asesinato de Janet Leigh en la ducha del Motel Bates. Así pues, la razón del blanco y negro del film fue económica y no, como tantos han dicho o escrito, atenuar el efecto de la escena: el director no temía a la censura por la truculencia de la escena, sino por el desnudo de la actriz, que sería doblada.
La casa de la familia Bates construida para el rodaje se conserva como imán para los turistas que visitan los estudios de la Universal, que también fue propiedad de MCA. Y la campaña publicitaria fue la obra del maestro de la manipulación que era el mismo Hitchcock. Incluía un tráiler, donde él mismo nos guiaba por los decorados dando pistas sobre lo que pasaría en ellos, así como instrucciones para que nadie entrase en la sala una vez comenzada la película y cartas dirigidas a los críticos pidiendo que no destripasen el final del film. Los mismos críticos a los que la película no gustó nada. Pero eso no impidió que se convirtiera en un inmenso éxito para el público, que la ha convertido en un clásico que ha cumplido este año los 50 en perfecto estado de salud y que continuó aupando a su director hasta cotas muy difíciles de alcanzar por otros.
[Marcos Arpino]