Nos la sudan las diversas polémicas que levanta Azealia Banks allá por donde pasa y el hecho de que haya mucha gente que le esté pillando tirria precisamente porque es una bocas… Y nos la suda todo eso porque, básicamente, lo que nos vale a nosotros es que la tiparraca al final no lanza un tema medianero ni aunque la maten. Todo son jitazos. Todo es tralla pura y dura. Y eso, sinceramente, se agradece en unos tiempos como los nuestros, cuando la escena musical más bailable y supuestamente hedonista bordea continuamente lo blandurrio y se ha olvidado de unos 90s en los que (por poner un ejemplo) Daft Punk eran capaces de encularte con la el falo indolente de «Rollin’ & Scratchin‘» y quedarse tan panchos. En estos tiempos, decimos, bienvenidas sean propuestas como la de este «Yung Rapunxel» de Azealia Banks, quien cuando no está intentando recuperar el coolism del ball vogue se lanza como si no hubiera un mañana a la integración del lado más hardcore de la vida electrónica dentro de los parámetros del flow hip-hopero tradicional. Puede que la gente debiera escuchar más las canciones de Azealia… y menos sus chorradas en Twitter. Mejor nos iría a todos. Ella incluída.
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