EXT. CARRETERA SOLITARIA. NOCHE. Un automóvil circula a toda velocidad. No hay ningún tipo de obstáculo que lo pare ni ningún otro vehículo se cruza en su camino. A juzgar por su silueta, su color rojo atenuado por la oscuridad nocturna y la forma de sus faros, se intuye que se trata de un deportivo potente y rápido. Sólo se escucha el rugido de su motor y el chirrido de sus ruedas derrapando en cada viraje.
INT. AUTOMÓVIL. NOCHE. El conductor, un hombre sin acompañante, agarra con firmeza el volante para afrontar cada curva. En cuanto puede, aprieta el acelerador a fondo. A través de la luna delantera sólo se ve el pedazo de carretera que van iluminando las luces del coche; a través de la trasera, sólo se observa el reflejo de los pilotos en cada frenazo. A los lados, la nada.
EXT. CLARO EN MEDIO DE UN BOSQUE. NOCHE. El automóvil se desvía de su trayectoria para detenerse en un paraje que se abre entre la vegetación. Su conductor se baja y se coloca frente al coche, que mantiene sus luces encendidas. El hombre se queda absolutamente quieto en actitud desafiante, con las manos guardadas en los bolsillos de su chaqueta.
Sobre esa imagen estática comienza a sonar “Prelude”, un corte en el que, entre notas de sintetizador ochenteras, cósmicas y épicas, se describe la historia de ese misterioso automovilista: en 1986, un joven como otro cualquiera, enfrascado en sus sueños de adolescente y enamorado de su chica, se topa con un coche (un Ferrari Testarossa) que cambiará su vida. A partir de ese encuentro, ser humano y máquina se unirán en una relación eterna, de la cual nacerá Kavinsky, personaje que le ha servido al productor francés de música electrónica Vincent Belorgey no sólo para inventarse su alias artístico, sino también para crear toda una fábula en torno a él y, a la vez, dar sentido a una discografía salpicada de EPs hasta la publicación de su largo de debut, este “OutRun” (Record Makers, 2013). Un título (inspirado en el legendario videojuego homónimo de Sega y que, para el caso, se podría traducir como “dejar atrás” o “correr más rápido”) que conecta directamente con el relato guionizado del principio y el halo cinematográfico que desprende el álbum: los acordes eléctricos procesados de “Blizzard” y “ProtoVision” (insertadas en los esquemas clásicos de Daft Punk y los más modernos de Justice) ponen al oyente / espectador en alerta ante los siguientes movimientos del protagonista del LP. Se supone que este se dirige hacia un destino concreto, en busca de algo o de alguien… “Odd Look” ofrece una idea de ello a través de su texto, aunque sin resolver del todo el misterio; y “Rampage” completa el clima intrigante actualizando y vigorizando los scores típicos de John Carpenter, como el usado en su film “Christine”.
EXT. CALLES DE UN PUEBLO. MADRUGADA. (Se reproduce “Suburbia”, tema que rompe relativamente la tónica de “OutRun” al introducir los beats y sintetizadores espaciales en una base y un flow de hip-hop ralentizados.) El Ferrari Testarossa de Kavinsky recorre lenta y sigilosamente las arterias tenebrosas de un pueblo fantasma. Un gato pasea a su lado hasta que, asustado, sale corriendo cuando los faros del deportivo se apagan y se ocultan. De repente, corta su parsimoniosa marcha y frena en seco, aunque sin dejar que se apague el motor. El mecánico latido de su corazón italiano es lo único que se escucha en una milla a la redonda.
Belorgey acude a sus tres primeros EPs (“Teddy Boy” -Record Makers, 2006-, “1986” -Record Makers, 2007- y “Blazer” -Fool’s Gold, 2008-) para completar la siguiente fase del álbum, donde sobresale el rescate de dos temas fundamentales en su carrera: “Testarossa Autodrive”, que afila los arpegios infinitos de Giorgio Moroder para insertarlos en un ritmo rápido y brioso; y “Deadcruiser”, totalmente opuesta al repetir las formas de la escuela carpenteriana. Con ella se avanza hacia el tramo culminante del disco: ¿se aproxima el desenlace? (Entra en acción “Nightcall”, el gran hit de Kavinsky -producido por Guy-Manuel de Homem-Christo, de Daft Punk– después de incluirse en el soundtrack original de la película “Drive”, circunstancia que logró sacarla de un cierto olvido desde su edición como single en 2010)
INT. COCHE. MADRUGADA. Se abre la puerta derecha del Ferrari Testarossa. Kavinsky espera dentro sin inmutarse; ni siquiera gira la cabeza para centrar su mirada en la persona que entra. Se trata de una chica que surge de algún punto indeterminado. Se acomoda en el asiento y le da unas indicaciones al hombre. Deben dirigirse a otro lugar indeterminado del pueblo.
La manera en que Belorgey aprovecha sus recursos e influencias resulta encomiable. Sin embargo, corre el peligro de caer en la constante reiteración al sentirse cómodo con la fórmula sustentada en sólidas capas de sintetizadores que se van sumando en una progresión apabullante, juegos con guitarras filtradas, poderosas percusiones programadas y melodías de aroma vintage. Sobre ese esquema discurren “Grand Canyon”, “First Blood” (pieza de prog-synth-rock que bien podría haberse colado en el LP “Audio, Video, Disco” -Ed Banger, 2011- de Justice) y “Roadgame”, aunque esta última se sale por la tangente al añadir arreglos de cuerda y piano sintetizados: musicalmente, no supone ninguna novedad, pero su tono grandilocuente anticipa con propiedad la llegada al final de la aventura de Kavinsky.
EXT. TALLER ABANDONADO. MADRUGADA. Kavinsky mueve su Ferrari Testarossa por una estrecha vía que da acceso a un amplio hangar, lleno de óxido y polvo, que guarda en su interior varios coches convertidos en chatarra. El automóvil da unas cuantas vueltas hasta que encuentra su objetivo. La acompañante femenina asiente con la cabeza y dice al conductor que es a quien buscan. Este recibe un beso en sus labios y, con sus ojos regados de sangre y poseído por una extraña fuerza sobrenatural, se coloca en línea recta para cazar a su presa. Suelta el freno y exprime el acelerador.
Con esa imagen en movimiento, empieza a sonar “Endless”, que cierra el círculo.
Continuará…