Estos de Darkstar son unos vacilones. El dúo compuesto por James Young y Aiden Walley había sacado un puñado de singles enmarcados claramente en la escena garage británica cuando, en 2009, sacudieron nuestros altavoces con «Aidy’s Girl Is a Computer». Era un temazo fantástico, de electrónica sutil, casi emotiva… Parecían destinados a liderar la nueva hornada dubstepera, y qué mejor lugar para la ofensiva que Hyperdub, la vanguardia de los beats quebradizos y atmósferas tenebrosas. Con el sello londinense su primer LP lanzaron, y a muchos de nosotros flipando nos dejaron. «North» (Hyperdub, 2010), que ya cuenta además con James Buttery al micrófono para completar el trío, poco tiene de dubstep y mucho de synth-pop somnoliento, versión de The Human League incluída. Casi parecía una broma, y algunos nos preguntamos: ¿qué carajo pintan estos en Hyperdub, con Zomby, Kode9, Pressure y otros malotes del barrio?
No duraron mucho por aquellos lares, como era de esperar, y pronto fueron fichados por Warp para presentar el trabajo que aquí nos ocupa, tres años después. Warp no necesita introducción: nombres como Aphex Twin, Squarepusher, Battles o Flying Lotus dan una idea de su aspiración perpetura por empujar las fronteras de la música hacia territorios desconocidos, de su búsqueda de nuevos sonidos y pócimas mágicas. Pero poco hay de aventurero en este segundo trabajo de Darkstar. “News From Nowhere” (Warp, 2013) es una bonita colección de ideas y fórmulas manidas y marchitas que consigue, otra vez, ser recordada como una rara avis incómodamente fuera de lugar en la discográfica que la vio nacer.
Quizá mi corte favorito del disco sea “Armonica”, pero no puedo dejar de escucharlo sin cierta tristeza: qué dirían estos párrafos si los ingleses hubieran seguido por esta senda regada de ingeniosos sampleos y sorprendentes melodías… Y, aún así, “Armonica” no nos deja del todo satisfechos, con su arsenal de efectos cubriendo de forma sospechosa lo que en el fondo podría considerarse, si fuéramos malvados, como una notoria falta de ideas. Además, alguien debería decirles que parecerse a Animal Collective podría molar en 2009, pero ya está demodé, muchachos. Lo de “Amplified Ease” es que es un escándalo. Puro libertinaje. Y, barriendo para casa, también se podría decir que en algunos momentos del álbum llegan ciertas brisas baleáricas (Delorean) y canarias (El Guincho). En “–“ se ponen a imitar sin rubor a Radiohead en su era post-“Kid A” (Capitol, 2010), incluso en ocasiones parece que la que escuchamos es la voz del mismísimo Thom Yorke. Está bien jugar a ser otra banda, a ver qué pasa; pero ¿realmente es necesario incluir tales experimentos en un trabajo serio? Suena todo muy bien, eso es indiscutible, pero las carencias que muestran son demasiado evidentes.
Darkstar se pasan el disco intentando parecer guays y modernos, cuando en realidad sólo consiguen acabar en pastiche sin demasiada personalidad, rozando peligrosamente el finísimo borde que separa la música agradable y placentera con la intrascendente y olvidable: la comúnmente llamada música de ascensor. Hay cosas notables aquí, pero se hacen insuficientes y al final sólo consiguen dejar peor sabor de boca, al obligarnos a sospechar que quizá sean capaces de mucho más, que se han equivocado de rumbo y deberían estar haciendo otra cosa. El post-dubstep brillante, expresivo y aterciopelado de «Aidy’s Girl Is a Computer», por ejemplo. Yo les recomendaría, humildemente, que recapacitaran, se dejaran de cancioncitas edulcoradas y otras mierdas, y empezaran a ser ellos mismos, sin miedos ni complejos. Que tengan cuidado, porque Darkstar están a punto de echar a perder una carrera que parecía prometedora y caer en el más oscuro de los abismos que existen en el mundo de la música, el arte y la vida en general: la intrascendencia.