Muchas palabras elogiosas hemos dedicado en esta web a Captured Tracks, por múltiples y merecidas razones… Pero si hay un sello que le puede superar en pedigrí, valor, identidad y acierto artístico es Slumberland. Quizá no hemos mencionado su nombre suficientes veces, aunque en nuestro imaginario musical siempre está bien presente al ser el hogar que acoge a The Pains Of Being Pure At Heart, Tender Trap, Allo Darlin’, Girls Names, Big Troubles, Echo Lake o, cuidado, los fundamentales Black Tambourine. Entre ellos se encuentran, medio agazapados, como si no quisiesen tener su correspondiente cuota de protagonismo, Veronica Falls, que encajan a la perfección con el brillo de dichas bandas (unas, veteranas; otras, más jóvenes). Su cercanía estilística con algunas de ellas provocó, desde su puesta en marcha (allá por el año 2009), que se les relacionase, inevitablemente, con la corriente del neo-twee-pop que tornaba su mirada hacia la época del sonido C86. Sin embargo, el propio cuarteto (Roxanne Clifford y James Hoare -voces y guitarras-, Marion Herbain -bajo- y Patrick Doyle -batería y coros-) se encargó de desmentir tal analogía a través de sus dos primeras referencias, los singles “Found Love In A Graveyard” y “Beachy Head” (editados por, ¡qué casualidad!, Captured Tracks), cuyos rasgueos guitarreros, textos y cadencias remitían a las zonas sombrías del indie-pop ochentero nervioso pero tendente a moverse entre claroscuros.
Cuando Veronica Falls cerraron su fichaje por Slumberland y publicaron bajo su paraguas su álbum de estreno, “Veronica Falls” (Slumberland / Music as Usual, 2011), se constató que no mentían en sus intentos de describirse a sí mismos: si hubiera que recurrir a parte de los compañeros de discográfica antes citados, su radio de acción se inscribiría entre el sonido seminal de Black Tambourine y el homenaje a la relativamente olvidada etiqueta C81 de Girls Names. Pasados unos meses, también se confirmó que el cuarteto había facturado uno de los mejores discos de pop eléctrico del 2011, que incluía los dos sencillos comentados más una buena cantidad de canciones compuestas en una habitación de paredes pintadas en blanco y negro y con ventanas de cristales ahumados. Sin embargo, hace exactamente un año el grupo presentaba “My Heart Beats”, un tema que al principio se tomó como una pieza de entretiempo pero que al final se reveló como una avanzadilla de cierto giro estilístico: daba la sensación de que Veronica Falls querían eliminar las densas nubes del cielo encapotado hacia el que elevaban sus ojos.
Por ello, nada mejor que tirar del término ‘skygaze’ para categorizar la transición que parecían estar realizando los londinenses. Por si quedaba alguna duda, “Teenage”, adelanto oficial de su segundo trabajo, “Waiting For Something To Happen” (Slumberland / Bella Union, 2013), arrojaba mayor luz a la cuestión y dejaba a un lado la atmósfera dark por la que anteriormente caminaban Veronica Falls para levantar un decorado adornado con colores alegres (en su justa medida, sin exagerar) y diseñado con elementos refulgentes en forma de acordes guitarreros limpísimos y ágiles, voces con un tono veladamente optimista y un brío rítmico de ánimo creciente, ingredientes principales de “Tell Me” y “Falling Out”. Eso sí, la nitidez vocal de Roxanne y la calidez del acompañamiento coral de James no esconden el sabor agrio que dejan en el paladar (sensación que se apreciaba con más frecuencia a lo largo del minutaje de “Veronica Falls”) las resignadas letras de algunos temas (“Broken Toy”, “Buried Alive”) de apariencia formal luminosa: un hecho nada novedoso, ya que muchas de las joyas del twee-pop clásico y moderno triunfaron por su manera de hacer exprimir el lacrimal a la vez que uno se imagina correteando por verdes praderas o preciosas playas.
Las tribulaciones sentimentlaes revolotean sobre buena parte de “Waiting For Something To Happen”, pero se concentran en dos cortes realmente inspirados: los elocuentes (y ambiguos) “Waiting For Something To Happen” e “If You Still Want Me”, pensados para todas esas almas derrotadas por el amor que ayer, empujados por la artificial euforia del día de San Valentín, intentaron encontrar explicaciones a su situación con una media sonrisa dibujada en su rostro. Esa contradicción emocional de diluye para mostrar únicamente su cara más negativa en los dos medios tiempos del álbum (“Shooting Star” y “Daniel”), excepciones que confirman la estrategia seguida en “Waiting For Something To Happen”: melodías infecciosas que parecen querer anticipar la llegada de la meteorología favorable de la temporada primavera-verano (“Everybody’s Changing”) y riffs pegajosos derivados del mejor bubblegum-pop (“So Tired”) para, en definitiva, inyectar en el oyente las dosis necesarias de energía para afrontar adversidades anímicas diversas. Así funcionan los actuales Veronica Falls. Porque el sol nunca se pone en Slumberland.