Aunque yo lo suelto así a bocajarro y todo es matizable, considero a Tarantino el Godard norteamericano. Ambos comparten una cinefilia (o cinefagia) desaforada, con un profundo conocimiento de la historia del cine, sobre todo del cine clásico norteamericano, y una voluntad pop que tiende al collage, al pastiche, a las citas y homenajes, sin distinciones entre alta cultura y cultura popular. A esto, se suma la devoción de Quentin por los subgéneros, desde el blackxplotation a el cine noir de Serie B o el Spaghetti Western que ya fue una clara influencia en su penúltima película, «Inglorious Basterds«. Bajo un concepto muy similar llega «Django Desencadenado«, una revisión del capítulo más repugnante e incomodo de la historia de los Estados Unidos de América: la esclavitud del hombre negro por el hombre blanco. Dios le libre a Tarantino de ser el nuevo cronista de lo americano al estilo de Paul Thomas Anderson, pues en este caso el espectador debe por fuerza dejar en suspenso la veracidad histórica e ideológica, ya que el director no es un chico de “basado en hechos reales” por mucho que su inspiración parta de una base real.
«Django Desencadenado» sitúa la acción en algún lugar de Texas dos años antes de la Guerra Civil y antes, por lo tanto, de los movimientos abolicionistas. Django (Jamie Foxx), un esclavo negro, es rescatado por el Dr. King Schlutz (Christoph Waltz), carismático cazarecompensas alemán, a cambio de que este le ayude a encontrar a tres hermanos a los que debe ejecutar. Django echará una mano al Doctor King demostrando amplias dotes de pistolero, lo que les llevará a hacer un trato: Django será su compañero y aprendiz y, luego, Schlutz le ayudará a rescatar a su esposa Broomhilde (Kerry Washington) que, como la princesa de la trilogía de «El Anillo de los Nibelungos«, está “atrapada” en una plantación de Mississippi llamada Candyland, una suerte de Valhalla sureña regentada por el malo malísimo Calvin Candie (Leonardo DiCaprio).
La clásica historia de venganza tarantiniana a golpe de sangre se troca aquí en una historia de rescate romántico que amoñiga un poco el tirón de la narración. Digamos que convierte el film en un trasunto de «Raíces» pero con final explosivo lleno de violencia catártica. Justicia poética contra el mayor tabú de Estados Unidos: la rebelión y victoria de un esclavo negro contra sus opresores blancos. Aún así, a Spike Lee, que siempre está a la que salta, se le llevan los demonios ante la repetición constante en la cinta de la palabra “nigger” (negrata), cuando debería fijarse en lo positivo que resulta el hecho de que con Django se abra de nuevo un debate largo tiempo silenciado sobre el pasado esclavista del país, una herida subyacente que aunque ya no sangre a veces se infecta y duele.
Las influencias son variadas y diversas, ya que con cada película Tarantino nos proporciona una auténtica lección de Historia del Cine, aunque la inspiración principal vuelve a ser el Spagetthi Western, sobre todo los films de Sergio Leone, del que toma prestada no solo la música si no también los zooms que se quedan en mero juego estético. El nombre de Django viene inspirado por la película homónima de Sergio Corbucci (“Django” 1966), protagonizada por Franco Nero, que hará un cameo muy especial en la película como gerente de Mandingos, luchadores esclavos que parece ser (así dicen algunos historiadores) jamás existieron. Y aquí otra clara influencia de Tarantino, que él mismo ha citado como una de sus favoritas: “Mandingo” (1975) de Richard Fleischer, un film producido por Dino de Laurentis dramático y explícito que aborda contundentemente el tema del esclavismo como pocos films lo habían hecho antes.
El realizador retrata la esclavitud como aquello que realmente fue: un acto de crueldad extrema, salvaje y repulsiva. No obstante, la violencia en «Django Desencadenado«, que tanto tiene que justificar Tarantino (y ya está más que harto, sólo hace falta ver este vídeo y su monumental cabreo ante la enésima pregunta sobre el exceso de violencia en sus películas), es una violencia estilizada, utilizando cámara lenta y lentes digitales. Las escenas más impactantes y desagradables son las que ocurren curiosamente fuera de campo, como el destripamiento de un esclavo por los perros, magistralmente filmada con ese plano / contraplano de los ojos de Candie y Django reprimiendo su furia, la salvaje pelea de mandingos o la escena de los latigazos de Broomhilda, un personaje con pocas líneas de diálogo pero con miradas que lo dicen todo. Hilarante y anacrónica, la escena más cargada de humor de la película es el momento en el que los esbirros de Big Daddy (Don Johnson es el actor en horas bajas rescatado esta vez) crean un pre-Ku Kux Klan para quemar el campamento de Django y el Dr. Schlutz. No obstante, faltan momentos tronchantes y algunos de esos diálogos brillantes que nos sorprendieron en «Pulp Fiction«, aunque la facundia del Dr. King y el monólogo de Stephen delante de los huevos colganderos de Django son más que destacables.
La sofisticación narrativa de Tarantino va in crescendo en su filmografía y, aunque «Django Desencadenado» peca de ser excesivamente larga, lo que resulta más sorprendente es que está protagonizada por un poco carismático Django. A Jamie Foxx se lo comen con patatas los personajes secundarios: un extravagante y locuaz Christoph Waltz que hipnotiza con su perorata y encandila al espectador a pesar de ser un asesino sin escrúpulos, quizás por ello nos pille de sorpresa su sacrificio y su abrupto final. El malvado Calvin Candie, un Leonardo DiCaprio en uno de sus mejores papeles (aunque casi llega a las manos con el director) y un descomunal Samuel L. Jackson, musa de Tarantino desde «Pulp Fiction«, interpretando al verdadero villano de la historia, Stephen, el fiel siervo de toda la saga Candie y la mano que mece la cuna. Protector de su amo, vigía, delator y torturador de sus propios hermanos, lo que se conoce coloquialmente como una “Oreo”: negro por fuera y blanco por dentro. En resumen, que menos mal, como ya apuntó Jamie, que Quentin no se decidió finalmente por Will Smith para el papel principal, porque entonces si que apaga y vámonos.
Desde «Kill Bill Vol.1«, cada nuevo film de Tarantino se ha convertido en todo un acontecimiento, tanto para sus fervientes seguidores como para sus más recalcitrantes detractores que no dudan en proclamar un “fin de ciclo” al más puro estilo Roncero tras el visionado de sus películas. Pero Quentin se mantiene fiel a sí mismo y a su imaginario. Su cine sigue siendo entretenido, divertido y excitante, aunque con «Django Desencadenado» no alcance la clase ni el carácter de sus masterpiezas anteriores.