Siendo muy joven, a Kristin Hersh la atropelló una bruja. La tipa le puso un hechizo mientras le pasaba con su coche por encima y, desde entonces, la joven Kristin pasó toda su vida adolescente sintiendo calambrazos en la cabeza que, en un momento determinado, decidió canalizar hacia el exterior en forma de canciones que después tocaría con su grupo, las Throwing Muses. Desde aquel fatídico momento, la cabeza de Kristin fue una lavadora centrifugando prácticamente 24 horas al día 7 días a la semana. Esos calambrazos y esa necesidad de transmutarlos en música y letras la guiaron por los sitios menos adecuados para una adolescente, como una casa okupa que compartió con lo peorcito de Rhode Island y a la que, muy acertadamente, llamaban «La Perrera». Ahí Kristin vivió momentos chungos que no describe en «Rat Girl«, sus memorias publicadas por Alpha Decay dentro de la colección «Héroes Modernos», pero el poso de malestar que le dejó haber vivido en ese sitio está muy presente durante el año que aborda este pequeño libro sobre su vida de 1985 a 1986.
Un año intenso en el que la protagonista de esta historia, con solo 18 primaveras a sus espaldas, descubre que no se quedó tullida mentalmente por culpa de una bruja, sino que padece transtorno bipolar. Está tullida mentalmente, sí, y de por vida. Y tiene que recurrir a una medicación que le dificulta tocar la guitarra pero que la mantiene despierta y en calma mientras ve como su grupo empieza a destacar, a cerrar conciertos e incluso a conseguir un contrato discográfico con un señor muy raro y muy simpático que se llama Ivo, que tiene un sello en Inglaterra que se llama 4AD y que los quiere fichar como su primer grupo americano. ¡Ah!, y mientras pasa todo esto se queda embarazada, eso también.
Este es todo el hilo conductor del año más agitado de la vida de Kristin Hersh, pero los acontecimientos más movidos llegan en la segunda mitad del libro. Previamente, la cantante detalla con precisión sorprendente para lo emocional del contenido ese difícil momento que es el paso «de niña a mujer» en un entorno hostil y cambiante. En la primera mitad del libro, Hersh describe su vida en Rhode Island, sus clases en la Escuela Católica -donde tiene a su padre de profesor-, su amistad con una estrella de Hollywood venida a menos, cómo tiene que pelear con los porteros de los cuchitriles en los que toca su banda que no les dejan entrar porque son menores de edad y cómo la gente de su alrededor empieza a tomarse más en serio de lo que podría esperar su música. Y todo ello peleando con una enfermedad que todavía no sabe que lo es pero que ella consigue concretar de una forma sorprendente en la escritura de su diaro: ratas, serpientes, yonquis, noches en vela, perros abandonados y paseos en su furgoneta se convierten en el material perfecto para las canciones descastadas y aguerridas de las Throwing Muses, en las que Hersh volcaba el malestar de su cabeza, su cuerpo y con las que exteriorizaba su perenne incapacidad de aprehender con normalidad la vida en sí misma.
Hasta que le confirman su enfermedad, muchas líneas del libro son surrealistas, sucias y extrañas, y la autora consigue contagiarnos de ese malestar tan punk que parece rodearla todo el tiempo (los antros, las calles, los yonquis…). El diagnóstico del transtorno coincide con la noticia del embarazo y, a partir de ese momento, entra una luz muy particular en la vida de Kristin y, por ende, en la historia, lo que acaba de definir a estas memorias como un relato muy vivo con el que es fácil empatizar -aunque haya pasajes que no lo pongan fácil-, ya que la autora sabe plasmar sus vivencias con la misma sorpresa con la que recibimos los acontecimientos que no esperamos (o no entendemos) en nuestra vida.
No son unas memorias normales porque la historia acaba cuando empieza el éxito: graban su primer disco y nace el bebé; no hay un background esclarecedor de su infancia, no sabemos nada del padre del hijo que espera….Hersh no quiere hacernos un mapa de su vida con el que podamos transitar por sus canciones, sino que con «Rat Girl» sólo quiere compartir un año raro e intenso en el que pasaron muchas cosas que la definieron como persona y que supo documentar tan hábilmente como sacar adelante a su banda y su recién nacida familia.