Recuperemos una sentencia sobre The Vaselines y su (para algunos, ignorado) retorno que recorrió el territorio virtual (nacional) hace unas semanas y que hizo que nos muriésemos de risa a carcajada limpia a la vez que nuestras caras se quedaban ojipláticas: “estos no van a triunfar nunca porque son dos viejos y encima han elegido un nombre horrible”. Aplausos, por favor, ante la profundidad y sabiduría de tales palabras. Queremos pensar que su autor (o autores) es demasiado joven y ni se molestó en bucear en la Wikipedia para conocer mínimamente quiénes eran ese par de “ancianos acabados” (para que el supuesto púber disponga de más datos, llamados Eugene Kelly y Frances McKee) o no tiene un hermano mayor otrora colgado de Nirvana que le hubiese puesto sobre la pista. Ya tuvo que salir el maldito grupo de Seattle… Pero es inevitable: la historia dice que si Kurt Cobain no hubiese sido fan confeso de los escoceses ni hubiese versionado hasta tres de sus canciones, otro gallo habría cantado, y es un hecho hipotético que se menciona aún hoy a pesar de haber transcurrido veinte años desde su separación.
En ese lapso infinito de tiempo, el dúo (originariamente cuarteto) pasó por diversas fases: desde el olvido absoluto más doloroso hasta el rescate puntual en forma de recopilatorios (“The Way Of The Vaselines: A Complete History”; Sub Pop, 1992; o el reciente “Enter The Vaselines”; Sub Pop, 2009), pasando por intentos de seguir en la brecha con proyectos personales de ínfima repercusión. Esa travesía errática no evitó que, cada vez que se recordara su nombre o asomaran su cabecita tímidamente, siempre hubiera alguien que, raudo y veloz, mentase a Cobain y compañía. No negaremos el espaldarazo que supuso la publicidad realizada por el malogrado rubiales, pero obviar la valía de The Vaselines a favor de esa circunstancia sería como tacharlos de oportunistas y, que se sepa, Eugene y Frances jamás siguieron las instrucciones de Courtney Love para mamar de la teta de Nirvana y bailar sobre su tumba sin tener cargo de conciencia.
No, su relación con los de Seattle tuvo que ver más con la casualidad y las circunstancias coyunturales que con un plan premeditado: ¿quién iba a pensar que Kurt Cobain era seguidor obsesivo, además de The Beatles, de un grupo indie-pop-rock de espíritu twee? Sólo aquellos que, agudamente, advertían el gran poso pop de las composiciones de Nirvana; ya que los fans acérrimos, tras un acercamiento inicial por simple curiosidad, repudiaron a los escoceses por ser demasiado blanditos. Pero basta ya de establecer lazos entre ambas bandas para refrescar la memoria y ser conscientes de lo que fueron The Vaselines… y lo que son: referencia de una época (finales de los 80) en la que dejaron su huella a la misma velocidad que dijeron adiós, tras firmar un buen puñado de singles (entre ellos se encontraban “Son Of A Gun”, “Molly’s Lips” o «Jesus Doesn’t Want Me For A Sunbeam«) y un único LP, “Dum Dum” (53rd & 3rd Records, 1989). Esa etapa creativa duró cuatro escasos años, suficiente para sentar las bases de un sonido que posteriormente influiría en tantos y tantos grupos y dar a conocer su particular idiosincrasia, llena de buen sentido del humor y de continuas bromas sobre ellos mismos, el mundo de la música, la religión, el amor y el sexo. Mismos argumentos que se pueden encontrar en su segundo disco (suena cómico), “Sex With An X” (Sub Pop / PopStock!, 2010): echen un ojo al videoclip del sencillo de adelanto, cuyas imágenes y título (como el álbum, “Sex With An X”) lo dicen todo. Pero que The Vaselines no varíen sus formas no significa que su resurrección en pleno siglo XXI se muestre rutinaria, desfasada o fuera de contexto… Al contrario, no pudieron haber elegido, aunque fuese involuntariamente, mejor momento para reivindicarse que el actual, que pasará a los anales de la historia musical como el del revival del noise-twee-pop ochentero. Y, como en los viejos tiempos, los de Edimburgo vuelven a agitar sus instrumentos y a combinar sus voces de un modo que ya quisieran alcanzar sus sucesores veinteañeros. Eso sí, con la ayuda de Stevie Jackson y Bob Kildea (ambos de Belle & Sebastian) a la guitarra y al bajo, respectivamente, y de Michael McGaughrin (1990’s) a la batería.
Resulta sorprendente comprobar que la esencia de “Sex With An X” remite al punto exacto en que Eugene y Frances habían decidido cesar su actividad conjunta y que podría haber funcionado perfectamente como disco ideal para dar la bienvenida a los 90. Por ejemplo, comienza a sonar “Ruined” y dan ganas de revolver el desván en busca de aquella camisa a cuadros tan noventera… Por su parte, “Such A Fool” recupera la esencia de aquellos pubs de primera hora de la época, en los que una birra no pasaba de las 150 pesetas (y el ajustado presupuesto daba para todo un fiestón nocturno). Pero hay que insistir en que, por mucho que saquen a relucir su ironía, las letras de The Vaselines encierran más mensaje del que pueda creerse: cuando hablan de las relaciones de pareja no se cortan un pelo al describir los peligrosos extremos a los que pueden llegar un chico y su chica (la siniestras, oscuras y, por qué no, dulces “The Devil’s Inside Me” y “Whitechapel”), al relatar pasajes de elevada tensión sexual (“Turning It On” y su tête à tête vocal entre él y ella), al describir calientes deseos carnales consumados o no (“Mouth To Mouth”, “Poison Pen”) o al contar el surrealista y metafórico fin de un romance por culpa del… ¿sobrepeso de ella? (“Overweight But Over You”). Luego quedarían por tratar los asuntos divinos (“My God’s Bigger Than Your God”, otra crítica a la religión marca de la casa) y los autoparódicos: rajan de lo que les tocó vivir en “I Hate The 80’s” y de la propia banda con “Exit The Vaselines”, en la que juegan con el título del best of comentado anteriormente, “Enter The Vaselines”, para decir, claramente, adiós.
Vale, adiós. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Volverán a las andadas y dejarán que pasen otros veinte años para dar su siguiente paso creativo? Difícilmente, teniendo en cuenta que, cuando llegase tal momento, no estarían para muchos trotes… Ya puede ir aprovechando el chaval (o chavales) que no se enteraba de que iba todo esto de The Vaselines para descargarse este álbum y el resto de la discografía de los escoceses (con lo corta que es, no ocuparía ni medio giga), y así completar su archivo. Después, sólo le faltaría comprarse la camiseta correspondiente y ya estaría listo para dárselas de experto e ir por ahí contando (y escribiendo) lo mucho que sabe del tema.