No soy capaz de imaginar qué se cuece en las oficinas de determinadas distribuidoras cinematográficas. Rollo: «Oye, ¿cuándo estrenamos «Django Desencadenado«?» «Mira, este finde Spielberg estrena «Lincoln«…» «¡Ah! Pues la estrenamos entonces, ¿no? Total, estamos en época de bonanza y la gente tiene mucha pasta para ir al cine». Inaudito. ¿O es más bien que, visto el éxito comercial nulo del último Spielberg con «War Horse«, ya ni temen las orejas del otrora lobo feroz? Ni idea. Sea como sea, la cuestión es que «Lincoln«, pese a los siempre estimulantes esfuerzos de Daniel Day-Lewis y la pertinente recuperación de Sally Field, oposita con ahínco al título de «peñazo de la semana». Así que centrémonos mejor en «Django Desencadenado«, en la que Quentin Tarantino sigue explorando los géneros más bastardos en la que está llamada a ser su particular (¿y revolucionaria?) visión del western. Y no lo digo sólo porque el protagonista sea negro, sino porque Tarantino no entiende de rigor clásico y su principal juego consiste en descuajaringar las convenciones genéricas y montar un tinglado nuevo y sorprendente… ¿Será un nuevo acierto? ¿O esta vez se la ha ido de las manos?
Otro que, sin embargo, es un valor seguro es precisamente Miguel Gomes: tras su tremendo «Aquele Querido Mes de Agosto» (meta-cine en vena), «Tabú» aborda la vida de una mujer que, tras una vida de bondad y después de la muerte de una amiga despilfarradora, se plantea darse el único gran capricho de su vida y poner cierre a una oportunidad de amor perdida tiempo atrás. Aunque la verdad es que da igual el argumento: cualquiera que haya disfrutado del film anterior de Gomes sabrá que este hombre se pasa el concepto «argumento» por el forro. Y que siga así.