Ya hace unos meses (en abril, concretamente) que se publicó de manera oficial “El Gran Blanco” (Cuac! Música, 2010), el segundo disco de The Baltic Sea. Seguro que hay quien piense que no tiene mucho sentido hacerle un hueco en esta sección transcurrido ese tiempo pero, por una vez, y aprovechando la tranquilidad aparente que proporciona el mes de agosto, dejaremos de lado las obligaciones que conlleva seguir a rajatabla la actualidad más rabiosa. Dos serían los motivos principales para hacerlo: resaltar el afán de supervivencia de esta banda de Sevilla y recordar de paso el estado de la escena alternativa de dicha ciudad. Sobre lo segundo, la capital andaluza se convirtió paulatinamente en una especie de gigante dormido que sólo de vez en cuando despierta de su letargo gracias a los festivales South Pop o Territorios Sevilla, o al resurgimiento de alguno de sus estandartes musicales, como Maga, que en este 2010 dieron señales de vida tras cuatro años de silencio. Hoy por hoy, mucho tendrían que cambiar las cosas para hacer frente a la competencia de Granada, que se lleva buena parte del pastel indie del sur de España gracias a Los Planetas, Niños Mutantes y Lori Meyers, principalmente. Y en cuanto a lo primero, The Baltic Sea (Esteban Ruiz, voz y guitarra; Raúl Pérez, bajo; Kiko Ramos, guitarra; Alejandro Olmedo, guitarra y teclados; y Mariano Torres, batería) sufrieron un lavado de cara en toda regla al variar su formación y, sobre todo, al cambiar el inglés por el castellano a la hora de componer sus canciones. Aquel fue el idioma con el que habían ideado su debut, “Forthcoming Science Theory” (Pupilo Records, 2007), producido por Paco Loco y que les acercaba a referencias procedentes de las islas británicas del estilo de Doves, Morning Runner o Athlete. Sin embargo, a pesar de incrustarse en uno de los movimientos pop-rock imperantes en aquel momento y de intentar trasladarlo a nuestras fronteras, sus buenas intenciones obtuvieron escasa atención y su esfuerzo no alcanzó la meta deseada.
Pero Esteban Ruiz, fundador y cabeza visible del grupo (debe de ser un tipo duro de roer, además de sensible, sólo hay que echar un vistazo a su blog), ya tenía en mente darle continuidad a su proyecto una vez acoplados los últimos miembros llegados a la banda, aportándole al mismo tiempo nuevos bríos: por ejemplo, que el single de presentación de “El Gran Blanco”, “La Verdad”, pasase por manos ajenas para ser remezclado y sacar todo el jugo rítmico y bailable del tema (este último, un aspecto bastante alejado de The Baltic Sea); o que el álbum se realizase en el estudio bajo la supervisión de su propio bajista, Raúl Pérez, a su vez el encargado de las grabaciones de grupos como sus paisanos Pony Bravo. Es decir, que los sevillanos se presentaban totalmente revitalizados y renovados, proceso que se tradujo en el resultado final de este LP, al que le sentaron de maravilla la libertad de la autoproducción y su españolización. La decisión de utilizar el castellano y abandonar el inglés (muy repetida durante la última década en nuestro país) funciona como la prueba del algodón a la hora de calificar la creatividad compositiva de los grupos patrios. Y en el caso de The Baltic Sea, su habilidad lírica demuestra que la épica y la emoción no tienen porque conseguirse a través de la vía más fácil y simplona (como Vetusta Morla).
Lo que sí que no faltan son los crescendos típicos del género: el trío de apertura del disco (“El Gran Blanco”, “Un Día Nuevo” y “En Lo Que Te Convertirás”) sigue el esquema consistente en mostrar el planteamiento inicial de la canción de manera pausada, moldearlo con sólidas guitarras y rematarlo con una explosión final de voces y batería. Vamos, que esta fórmula no es ninguna revolución sonora, pero aguanta el tipo después de varias escuchas. A mitad de disco, la luminosidad de la mencionada “La Verdad” deja claro que sus autores, aparte de acercarse cada vez más al “agosto esquimal” de Maga o al “agosto otoñal” de Niños Mutantes, están en disposición de firmar su propio agosto (faltaría encontrarle apellido… ¿quizá agridulce?). Con todo, el grupo prefiere a partir de ahí acercarse al invierno, con su trasfondo frío y doloroso. Es ahí donde Esteban Ruiz destapa sus sentimientos más punzantes y convierte sus composiciones en actos de confesión (“Tú Nunca Duermes”, “Dos Años Más” y “El Río”) cantados en la penumbra de un fuego de llama viva e intensa, aunque poco cálida.
Pero aún estamos en agosto (otra vez). Ese mes que parece que no existe, en el que la vida transcurre dentro de una burbuja, tan lentamente que hasta se puede ver el polvo que se acumula en las manecillas del reloj. Ese mes que provoca que revienten los termómetros en Sevilla y en el que no olvidamos que ahí precisamente aún quedan elementos de agitación masiva: antes Maga, ahora The Baltic Sea, y los siguientes pueden ser Mañana (cuyo productor, sí, es el mismo Raúl Pérez). Parece que el gigante sevillano ya tiene un ojo abierto…