Va a resultar difícil hacer balance del San Miguel Primavera Club 2012, que se acaba de celebrar en Barcelona y Madrid entre los días 6 y 8 de diciembre, sin tener en cuenta ese anuncio final que, tan sólo acabar el festival, dejaba bien claro que estas ciudades no volverán a albergar esta propuesta el año que viene… Sino que el festival hará las maletas y marchará hasta Burdeos y Guimarães. Pero no nos pongamos apocalípticos ni tristes (pese a que es inevitable odiar la pésima situación de la cultura española), porque lo cierto es que el nivel artístico de este San Miguel Primavera Club ha sido excepcional: los problemas de los recintos barceloneses (la Sala Apolo y el Mercat de les Flors quedaron fuera del circuito casi en el último momento, aunque la organización supo solventar la situación rápida y positivamente) y las caídas del cartel (Cat Power, Crocodiles…) no impidieron que el resto de propuestas brillaran con una fuerza muy pero que muy intensa, con especial mención para la incorporación del Sant Jordi Club como un nuevo recinto que, por mucho que fuera cierto que quedaba demasiado lejos, más cierto era que supo concretar una programación para cada noche de esas en las que, si te acercabas hasta allá, ya no salías. No hay mal que por bien no venga… Pero en el caso del Primavera Club, hay que reconocer que ha habido mucho más bien que mal.
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JUEVES. 6 de diciembre
GREAT LAKE SWIMMERS. Para muchos, el festival empezó como tiene que empezar todo festival: suavesito. Para tal cometido, es difícil pensar en mejores maestros de ceremonias que Great Lake Swimmers, que por mucho que se empeñaran en recordar que son de Canadà tienen un sonido de Austin (Texas) que tira para atrás. Muchas roots, mucha balada campestre, mucho Grand Archives, muchos Okkervil River, mucho chelo, mucha barba y mucho violín… Aun así, no supieron romper la monotonía que se apoderó de su concierto y acabaron engullidos por cierta apatía benevolente. Lo que tampoco es malo del todo si lo volvemos a pensar como un entrante. [Raül De Tena]
SWANS. Y de repente, ¿qué era aquello? Sí, esos adminículos amarillentos que protruían en el pabellón auricular la gente a tu alrededor. ¿Un nuevo accesorio hipster? ¿Unos pendientes de Lanvin? Ah, OK, tapones para los oídos. Pero la utilidad de esos pequeños trozos de espuma adquiere dimensiones discutibles en un ¿concierto? así. Porque, con Swans, el sonido adquiere auténtica fisicidad y te golpea no sólo en el tímpano, sino más bien en la córnea, en el cielo de la boca, en el mesenterio. Uno puede notar cómo la doble percusión acompañada de las guitarras desbocadas de Gira y compañía te van arrancando el periostio casi a mordiscos. Swans nos dieron lo que sospechábamos y, aun así, uno se iba a casa con el susto en el cuerpo: habíamos escuchado el hilo musical que seguramente suena en la sala de espera del purgatorio. [David Martínez de la Haza]
CATS ON FIRE. ¿Qué hacía Jonathan Pierce de The Drums sobre el escenario? ¿No habíamos venido a ver Cats on Fire? Pues va a ser que sí. Sea como sea, la verdad es que los finlandeses no pudieron quitarse de encima las comparaciones en todo el concierto: los bailes y el postureo de su cantante recordaban al ya mencionado, pero lo cierto es que la banda al completa parecía continuamente embargada por el espíritu de The Smiths. La voz grave aficionada a declinar como quien recita una poesía postmoderna, las guitarras rítmicas como esqueleto de canciones inevitablemente pegadizas… Sí, Cats on Fire son muy pero que muy cool. Pero les falta un hervor de personalidad para que ese coolism se traduzca en genialidad. [RDT]
THE SOFT MOON. Primera colleja del Primavera Club en la nuca… Aunque estábamos preparados. Lo de The Soft Moon era la crónica anunciada de un conciertaco: durante las actuaciones anteriores en el Teatro Arteria Paral·lel, todos nos íbamos encontrándonos para susurrarnos «yo me quedo hasta The Soft Moon, que va a ser la caña«. Así que, si todavía quedaba algún despistado, seguro que no tardó en percatarse de que allá habría chicha. ¡Y vaya chicha! Las cantidades industriales de humo sobre el escenario no consiguieron ocultar en ningún momento que este trío ha llevado un paso más allá el post-rock y el math rock hacia el terreno de Joy Division y The Cure: como unos Bear in Heaven menos aficionados a la estructura pop y mucho más contundentes, lo de The Soft Moon es la exploración de texturas que parecen buscar la fórmula matemática perfecta para reducir al mínimo común denominador el sonido de Ian Curtis, Robert Smith y compañía… sin necesidad de perder intensidad. Misión cumplida. [RDT]
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VIERNES. 7 de diciembre
LA BIEN QUERIDA. La tan cacareada Alineación de Los Planetas en el Sant Jordi Club se abría con La Bien Querida a pleno pulmón. He de reconocer que sólo llegué a tiempo para ver las últimas cuatro canciones; pero que, siempre que alguien me preguntaba, aseguraba haber visto mucho más sólo para rebatir la opinión generalizada absurda que parecía circular por el recinto y que afirmaba que La Bienque anda perdida… ¿Perdida? No, señores, no. Lo que se pudo ver sobre el escenario (o, al menos, lo que pude ver yo) fue a una de las grandes damas de la música de este país a la que se la repamplinfa lo que se pueda esperar de ella: ella había venido a hablar de su libro, y así lo hizo. Si la gente todavía no ha asimilado su cambio de sonido, más le vale ir haciéndolo bien rapidito, porque se le nota tan a gusto y tan natural rodeada de sus corrientes circulares motorik y sus homenajes sinteros a New Order que no es difícil intuir que esto va para largo. Además, el cierre con «Arenas Movedizas» fue de órdago. Y eso es así. [RDT]
SR. CHINARRO. No voy a extenderme demasiado: a Sr. Chinarro no le sientan bien los grandes recintos. Lo suyo son las distancias cortas, donde puede desplegar su charm y su humor con una calidez que le proporciona a las canciones un plus que nunca llegó a fabularse en el Sant Jordi Club. Una pena… Aunque una pena que no debería ser tenida en cuenta en el currículum de Antonio Luque. Todos sabemos que, en el recinto adecuado, lo suyo es un flechazo directo al corazón. O a donde quiera apuntar. [RDT]
TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO. Cuando empezó este concierto, tengo que admitir que estaba fuera del Sant Jordi Club… Y dio igual. Una oleada de sonido tremendo salió despedido del interior del recinto como un canto de guerra para llamar a las tropas y que acudieran a primera fila, que es donde mejor se aprecia la propuesta de Triángulo de Amor Bizarro. Lo de estos tipos no es de este mundo o, al menos, no es propio de este país: su ruido no suena a ruido, sino que son capaces de plantear sus canciones con una nitidez lo suficientemente transparente como para dejar al descubierto las adictivas y viciosas estructuras de sus canciones. Lo mejor de todo es que no se sirven de trucos de producción en el estudio para conseguir tal cosa: saben hacerlo sobre un escenario, sin trucos ni trampantojos, y dejarte con los calzoncillos mojados de puro chorreo placentero. ¡Ah! Y además Isa iba monísima. [RDT]
LOS PLANETAS. Aquí no se puede ser objetivo. No cuando un grupo al que llevas rindiendo pleitesía más de la mitad de tu vida ofrece un concierto así. Un recital de casi dos horas y media en el que el grueso del repertorio significa una parte importantísima de tu educación sentimental. Claro que hubo cancha, y mucha, para “La Leyenda del Espacio” y “Una Ópera Egipcia” (doce temas entre ambos), y nos parece bien porque son dos discos irrefutablemente buenísimos. Pero si, además, suenan himnos del calado de “David y Claudia”, “De Viaje”, “Segundo Premio”, “Santos Que Yo Te Pinté” o “Pesadilla en el Parque de Atracciones”, por nombrar algunos, o si rescatan joyas como “Toxicosmos” o “La Guerra de las Galaxias”, entenderán que aquello fue un valle de lágrimas de pura emoción. Uno, que es persona antes que crítico musical, dice concierto del año. Y esto es así. [DMDLH]
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SÁBADO. 8 de diciembre
TOY. El directo de Toy en Barcelona los alejó un poco de las comparaciones que vienen arrastrando con The Horrors. Desde luego hay similitudes, pero el muro de sonido que instauran los de Southend en directo de momento está lejos de lo que esta banda puede ofrecer. No obstante, lo del quinteto londinense fue un calentamiento de lujo para empezar la última noche de Primavera Club en Barcelona. Toy desgranaron parte de su notable debut en apenas 35 minutos, con un “Kopter” catártico al final como momento más destacable. Su puesta en escena, además, con Dougall (epatante look glam-rock), O’Dair, Barron y la española Alejandra Díez (epatante look, punto) alineados al frente del escenario nos gustó muchísimo. Ojalá tengamos ocasión de verles en un recinto más acorde con su propuesta. [DMDLH]
MARK LANEGAN. Como personaje absolutamente pez en la discografía de Mark Lanegan, no voy a meter aquí el gambazo de intentar abordar su actuación en el Primavera Club. Sólo diré dos cosas que no son mías, sino que llegaron hasta mí por diversas vías… Cierta inside information indicaba que Lanegan quedó muy descontento con este concierto, especialmente por la ineptitud de la banda a la hora de atacara sus canciones (algo que se intuyó cuando hubo que parar una canción porque el guitarrista estaba cagándola lo más grande). Más tarde me pareció curioso encontrarme con ciertas fans (sí, es intersante la cantidad de fans femeninas que tiene este hombre) que acabaron rendidas ante el concierto. Será que Mark Lanegan es un artista a prueba de balas: sus músicos pueden destrozar las canciones, ¿pero su voz y su presencia siempre solucionan la papeleta? Que alguien me lo aclare, por favor. [RDT]
ARIEL PINK’S HAUNTED GRAFFITI. El premio «loca del coño del año» se lo llevó Ariel Pink por su actuación en este Primavera Club. ¡Eh! Y no fue un premio que le cayera sin motivo alguno: el tipo se lo curró a base de bien meneando su pelazo de franciscano rubiales, con un trozo de pan ensartado en las patillas de sus gafas y peleándose durante todo el concierto con un gigantesco pañuelo azul cielo. Hablando ya un poco más en serio, sorprende ver la cantidad de gente que congregó la propuesta de Pink: ¿estaban atrapados esperando los siguientes conciertos o realmente se metieron dentro de un experimento tan simple y tan complejo? Porque la verdad es que, al acabar su actuación, lo que más podía escucharse en la sala era «me ha gustado… a ratos«. No es difícil inferir que «los ratos» que gustaron generalmente fueron los pasajes más clásicos, pero eso es perderse la gracia del juego de Pink: lo de este artista pasa por plantear una estructura de canción clásica (glam-rock, pop hipnagógico o lo que le dé la gana) y luego hacerla papilla a base de gritos y distorsiones. A mi, si alguien me pregunta, los ratos que me gustaron fueron precisamente los de las digresiones, y no los clásicos. Uno, que es esnobista hasta la médula. [RDT]
THE VACCINES. No me voy a extender mucho en este concierto, pero por motivos diferentes a los de Sr. Chinarro… Básicamente: si quiero ver a The Libertines, pues veo a The Libertines. Aunque sea en DVD. [RDT]
THE FIELD. El doblete de The Field este año en Primavera Sound y Primavera Club debería estar en el Top 3 de cualquier conciertófilo que se precie… Habrá a quien la propuesta de este hombre (acompañado en directo por batería y guitarra) le pueda parecer lineal, pero es que la percepción del espacio siempre depende de quien mira. Y de quien escucha. Lo cierto es que las composiciones de The Field son más bien espirales en las que caer y perder la conciencia. Una concepción de baile como experiencia atávica, casi tribal, demasiado fina para cierto sector del público que lo único que estaba esperando es que entrara un bombo para liarla parda. Hubo bombos, claro. Pero lo mejor sigue siendo concebir cualquier actuación de The Field como el equivalente sonoro al discuro interior de Virginia Woolf y compañía: un stream of consciousness a plena potencia, sin silencios, un torrente imparable de buen rollo musical en el que flotar a peso muerto… y dejar que te lleve la corriente. [RDT]
[FOTOS: Dani Cantó + Damià Bosch]