Micah es un tipo duro. Tiene que serlo. Allí donde muchos hubiesen claudicado ante una vida aparentemente perdida, nuestro protagonista fue lo suficientemente fuerte para sobreponerse a toda una serie de desgracias que fueron desde flirteos con la cárcel a internamientos psiquiáticos pasando por todo tipo de experimentos con drogas, todo ello en una etapa tan problemática como la adolescencia. Pero es que la música siempre ha sido la debilidad de este flacucho afincado en Texas desde que su padre le regaló una guitarra con sólo 11 años, que el joven empleó para empezar a tocar versiones de bandas como Dinosaur Jr. y Sonic Youth. La carrera musical de Hinson no empieza sin embargo hasta 2004, año en el que hace su debut discográfico de la mano de aquel “Micah P.Hinson And The Gospel Of Progress” (Overcoat, 2005) que le valió el beneplácito de la crítica especializada yanki, quien lo comenzó a vender como el no va más de la “americana” de esta última década.
Seis años después, Hinson ha tenido tiempo para deleitarnos con otros dos discos más en los que la principal variación era la orquesta de la que se hacía acompañar para la grabación, como “The Opera Circuit” (Jade Tree, 2006) o “The Red Empire Orquestra” (Full Time Hobby, 2008), además de otro (“All Dressed Up And Smelling Things”; PIAS / Full Time, 2009) de exquisitas versiones de gente como Dylan, Buddy Holly, Cohen o Sinatra, que pueden dar buena muestra de sus influencias más directas. Entonces, Micah Paul Hinson se dispone a grabar un nuevo trabajo, para la cual necesita encontrar primero una banda de músicos que, según he podido leer en una entrevista, reunió entre España, Colorado, Texas y Carolina del Norte… The Pioneer Saboteurs fue el nombre que tomaron. A partir de ahí, y a lo largo de dos intensos años de procesos de composición y edición, Micah (quien afirma que el momento de grabar un disco llega cuando discute con su discográfica) consideró que tenía suficiente material para afrontar su cuarto trabajo. Un álbum que pilla a nuestro personaje cerca de la treintena, edad que parece más que adecuada para despachar su disco más autobiográfico: una colección de doce serias canciones en las que el desamor y las injusticias de la vida son los temas más recurrentes.
Varias son las diferencias que presenta este cuarto trabajo respecto a los anteriores del americano. Por un lado, la inclusión por primera vez en una grabación de una sección de cuerdas. Pura emotividad. Descubrimos además a un nuevo Hinson, que abandona momentáneamente su acústica para lanzarse a la distorsión eléctrica en, por ejemplo, “Watchers Tell Us Of The Night”, y que en una muestra de confianza en lo que hace, se atreve a abrir y cerrar el disco de manera similar con dos temas acústicos, “A Call To Arms” y “The Returning”; uno inicial tranquilo y pacífico, que desemboca en un ruidoso final de más de diez minutos. Toda una declaración de intenciones: Micah hace lo que quiere, y confía en ello. Por el medio y sin ni mucho menos desmerecer a estas composiciones, canciones de melancolía apabullante como “Sweetness” o “Seven Minutes Seen”, uno de los momentos más acertados del de Abilene.
Si bien en esta ocasión abarca un espectro sonoro más extenso, realmente Hinson no inventa nada: su fórmula ha sido repetida hasta la saciedad por gente como Damien Jurado o Bill Callahan, pero sí que le aprecia un escalón por encima a la hora de aplicar las pautas de grandes maestros del género como son los imprescindibles Dylan, Cash, Cohen o Waits. Poco reconocido en su país de origen, recientemente llegó a España y triunfó en seis conciertos ofrecidos, acabando el papel en todas sus citas de presentación de este “Micah P. Hinson & The Pioneer Saboteurs” (PIAS / Houston Party, 2010) donde nuestro músico firma sus minutos musicales más excelsos. El tejano sigue consolidándose a ritmo de discazos, y su última entrega es más que recomendable.