“You are now about to witness the strength of street knowledge”. Andre Romelle Young, circa 1988.
Nos gusta mucho Kendrick Lamar. En “Section.80” (2011), su debut (excluyendo mixtapes), se adivinaba todo el potencial del joven rapero californiano: una lírica vigorosa, un flow que resultaba a la vez actual y reconocible, y sobre todo, unos temas que te atrapaban inmisericordemente (“A.D.H.D” es, hands down, una de las mejores canciones de 2011 para quien esto suscribe). Un año más tarde, en “good kid, m.A.A.d city” (Aftermath, 2012) -en adelante, acronimizado como «GKMC«- el talento queda sólidamente certificado. Lamar, lo decimos ya, ha sobrevivido al propio hype que se había creado en torno a él.
El disco se abre con casi una confesión invertida, donde el rezo precede al relato del pecado. Una oración cristiana sirve de intro al tema que abre “GKMC”, “Sherane A.K.A Master Splinter’s daughter”, donde después Lamar nos mete de lleno en toda la movida del asunto: una breve historia de citas, obsesión y problemas que acaba con la bronca telefónica de sus padres en el skit final. Podemos ya afirmar que gran parte del álbum va a tener ese efecto en el oyente: imbuirnos en el pasado reciente del joven protagonista y ver cómo la inocencia de un chaval puede verse afectada por el contexto global que lo envuelve, en este caso la ciudad que le vio crecer (Compton, California). Ese es, según palabras del propio autor, el objetivo o planteamiento de este trabajo. Así que objetivo cumplido. No en vano, ya en la misma portada advertimos un mensaje que no parece estar ahí por casualidad: “A short film by Kendrick Lamar”. La concepción del álbum parece por tanto haber sido premeditadamente cinematográfica; y, así, “GKMC” queda conformado por varias escenas (doce canciones en su versión estándar) que vertebran y dan lógica al sentido final de la historia.
Lamar anunciaba antes de la publicación de “GKMC” que el asunto no iba a sonar como nada parecido a lo que hubiera escrito antes. Y esto es así (acaso “Swimming Pools” es el pasaje que más recuerda al anterior trabajo y quizás por eso sirvió de adelanto, apareciendo este verano como single); por mucho que nos encantara “Section.80”, el paso de gigante dado aquí en todas las direcciones es mayúsculo. De hecho, sorprende que en apenas su segundo disco, Kendick Lamar haya pulsado tantas teclas y lo haya hecho con éxito a todos los niveles, y no sólo en un plano artístico, sino también comercial (“GKMC” debutaba esta semana en el nº2 del Billboard 200, sólo por detrás de Taylor Swift).
Se trata entonces de una obra conceptual, autobiográfica y narrativamente poderosísima. De cómo a veces las opciones de ser ese “buen chico” del título se ven comprometidas por aquello que te rodea para, finalmente, darte cuenta que quizás lo que hay que redefinir es el concepto mismo de inocencia, de virtud, de “buen chico”. El hook de “Bitch, don’t kill my vibe” de hecho se abre con la frase “I’m a sinner who’s probably gonna sin again”. Este es sin duda uno de los temas estelares del disco, con el downtempo característico de algunos de los mejores momentos de “Section.80” (aquí con el sample de un tema del colectivo danés Boom Clap Bachelors), la dialéctica de Lamar y la voz acompañante de Anna Wise de Sonnymoon.
Predomina en “GKMC” el storytelling, del que Kendrick Lamar es maestro (la cinemática “Good Kid” y una “The Art of Peer Pressure” llena de tensión son perfectos ejemplos), por encima de temas más agresivos en estilo y lírica como “Backseat Freestyle”, la cual sorprende pero no desentona en un trabajo tan abrasivo a múltiples niveles. “M.A.A.D City”, en el mismo centro del álbum, es un opus magnum con ínfulas de visión holística de la vida en Compton y la zona sur de Los Angeles: bandas, crimen, drogas, homies. Organizada en dos partes (la primera con la rima desencajada de un Lamar histérico; la segunda con inspiración casi 90s, centrada en la aportación de MC Eiht de C.M.W, mucho más oscura) se convierte seguramente en la pieza central del puzzle que es “GKMC”. “Poetic Justice”, con Drake y el sample de “Anytime, Anyplace” de Janet Jackson, “Money Trees” y la tremenda “Sing About Me, I’m Dying of Thirst” son también temas favoritos en una obra sin fisuras, que planta furiosa cara al maravilloso “channel ORANGE” de Frank Ocean como mejor disco (de hip hop o no) del año.
La mencionada Anna Wise también acompaña a Kendrick en otro de los momentos álgidos de “GKMC”: “Real” suena gloriosa, flamante y adictiva para poner prácticamente el remate al álbum, como un grandioso resumen de un aspirante a clásico (“come back a man, tell your story to these black and brown kids in Compton…”), que es de lo que realmente estamos hablando con “GKMC”. Y “Compton”, el corte que cierra el disco, suena perfecto como el tema que acompañaría los títulos de crédito virtuales de esta película con final feliz, con los beats hiperproteicos de Just Blaze y el acompañamiento de Dr. Dre (respeto), haciendo un homenaje del pasado no tan lejano del hip hop de la costa oeste, con sus mártires (Tupac Shakur, Eazy-E) y su contexto (“Benzes”, crack, Rosecrans). Se encienden las luces; ain’t no city quite like mine.