Para muchos de los devotos practicantes del garage-rock-punk, la hiperactividad es una cuestión de supervivencia. Ty Segall eleva esa obligación natural a la décima potencia (a través de su propio nombre, sus bandas y sus múltiples colaboraciones) y certifica, además, que el movimiento empujado por las musas se demuestra creando sin freno. Basta con repasar el bagaje discográfico amasado por el casi ubicuo músico de San Francisco durante los dos últimos años con su apellido bien visible: a solas, los discos “Melted” (Goner Records, 2010) y “Goodbye Bread” (Drag City, 2011), la recopilación “Singles 2007-2010” (Goner Records, 2011) y el álbum en directo “Live In Aisle Five” (Southpaw, 2011); compartido con White Fence, el LP “Hair” (Drag City, 2012); con su grupo, “Slaughterhouse” (In The Red Records, 2012); y, por el momento (aún tiene tiempo de ampliar la lista de aquí a que acabe el año), el largo que nos ocupa, “Twins” (Drag City, 2012). A estos trabajos hay que sumar una buena ristra de sencillos, algún EP, su aportación a la próxima revisión del mítico «The Velvet Underground & Nico» (Polydor, 1967) apropiándose del “Femme Fatale” de la familia neoyorquina comandada por Reed y Cale y su estelar aparición hace unos días en el show televisivo de Conan O’Brien.
A estas alturas, con tanto ajetreo el bueno de Segall debe de estar en los huesos. Aunque quizá sea algún elemento mágico del agua de la bahía de San Francisco el causante de que tanto nuestro protagonista como varios de sus vecinos (Kelley Stoltz, Thee Oh Sees, Sam Flax o Sic Alps, a los que también echa una mano) posean una energía envidiable para mantener vivos sus proyectos y conectarse entre sí de manera que su entorno (o escena, si se prefiere, a pesar de que sus impulsores no la consideren como tal) se convierta en el caldo de cultivo ideal para sacar adelante sus ideas. En el caso de Ty Segall, resulta difícil imaginar que su explosiva progresión multiforme se pudiese producir fuera de ese contexto: su simbiosis con la atmósfera que lo envuelve es total, circunstancia que aprovecha para entregar puntualmente su particular interpretación del rock grasiento y veloz, el garage, el punk y el glam setenteros, el pop primigenio y el concepto lo-fi en toda su extensión.
Todas estas etiquetas han sido manoseadas hasta acabar difuminadas por mil y un grupos y artistas (junto a los mencionados más arriba, habría que añadir el fenecido Jay Reatard, Wavves, Jaill o The Strange Boys, entre muchos otros, dentro del mercado estadounidense) cuyas intenciones se movían a toda velocidad (y, a veces, a trompicones) entre encontrar la autenticidad rockera, facturar una mera copia de sus referencias originales o simplemente divertirse para, llegado el momento, acaparar portadas de publicaciones especializadas de imprevisible criterio. Ty Segall nunca perdió la cabeza por alcanzar esas metas: parece que llegó directamente desde finales de los 60 y principios de los 70 en una máquina del tiempo para poner en su sitio y prolongar la agitación eléctrica de la época, sin pensar en la distorsión que produce su traslación al tiempo presente y huyendo de cualquier viso de revival.
En “Twins”, el de San Francisco vuelve a sacar todo su arsenal de guitarras cortantes como brillantes cuchillas y melodías azuzadas por su voz conservada en el formol de los cánones clásicos: comienzan a rodar “Thanks God For Sinners”, “Ghost”, “Love Fuzz” o “Handglams” y las paredes del espacio en el que se escuchen se derriten por los efectos de la psicodelia y el rhythm & blues duro y añejo enviados por Jimi Hendrix desde el infierno del rock mitológico. Con los pies metidos de lleno en el caleidoscópico charco obtenido, Segall aumenta la aceleración de su pulso garagero stooge retorciendo y expandiendo sus seis cuerdas en “You’re The Doctor” y “The Hill” y aplicándoles cemento en “They Told Me Too”. Y, en un alarde de versatilidad, ofrece su visión del pop haciendo una especie de homenaje bañado en ácido a, ni más ni menos, los Beatles de la era del “White Album” (Apple Records / EMI, 1968) con un excelente resultado: “Inside Your Heart”, “Would You Be My Love” y la soleada y acústica “Gold On The Shore” son una lograda continuación de la parte más compacta y fortalecida de la herencia sonora de los Fab Four.
Queda más que claro que los históricos personajes musicales que pululan por la cabeza del inquieto Ty Segall inciden, consciente e inconscientemente, en la actitud y el modo en que el californiano moldea su materia prima. Hecho que él mismo tradujo en “Twins” y en sus obras previas sin complejos, como consecuencia del arrojo que le otorga su juventud y del estado de inspiración permanente en el que lleva instalado desde que inició su andadura alejado de las catacumbas del estricto underground en 2008. Más que de supervivencia, su forma de vida artística es una cuestión de ingenio.