Al final, todo encaja. O, como suele decirse en inglés, «everything falls into place». Escuchar a día de hoy «Total Loss» (Acephale / PIAS Spain, 2012), el segundo álbum de How To Dress Well, conduce inevitablemente a la contundente conclusión de que «Love Remains» (Lefse, 2010) fue un alma pionera. Nos hemos empeñado en ver a The Weeknd como el pistoletazo de salida de una carrera de fondo que intenta con ahínco revalorizar los cánones del R&B lavándole la cara con una producción alejada de los clichés en los que el género había caído por culpa de sus divas (femeninas y masculinas) de vocación más masiva. La carrera ha ido aumentando en excitación a medida que se iban añadiendo corredores como Frank Ocean (buscador de perlas a profundidades más abisales que las de sus compañeros) o Miguel (llamado a hacer más accesibles para las masas los logros de sus compañeros de fatigas). Pero, con «Total Loss» en la mano (y en los oídos), es como si de pronto te dieras cuenta que, de tanto mirar al pelotón que corren todos a una en un grupo uniforme, se te ha escapado que hay un corredor que va muy pero que muy por delante de los demás. Será porque echó a correr antes de que sonara el disparo.
Es el caso de Tom Krell. Aunque también es cierto que habría que ir con cuidado y no confundir términos: puede ser que, con motivo de su segundo disco, estemos descubriendo su capacidad de visionario básicamente porque «Total Loss» clarifica muchísimo más los componentes R&B que «Love Remains«. En su debut, la excepcional voz del artista era tratada con las mismas herramientas de distorsión que la música, buscando siempre configurar espacios abiertos en los que la niebla blanca te obliga a moverte intuyendo sólo lo que hay a tu alrededor, nunca ofreciéndote certezas. En «Total Loss«, sin embargo, la voz pasa a un primerísimo primer plano con un detalle casi microscópico, alardeando de una nitidez que hace pensar que, para su nuevo movimiento, How To Dress Well ha cambiado lo de «los ojos son el espejo del alma» por un eslogan propio: «la voz es el espejo del alma». Ya no es que sus cuerdas vocales, capaces de llegar a unos falsettos de impecable emoción, ganen en transparencia; sino que la voz acaba siendo, al fin y al cabo, el elemento conductor de las palabras: Krell abre sus tripas y deja al descubierto su yo más íntimo, un yo en alarmante estado depresivo que, sin embargo, nunca resulta ni lastimero ni llorón. Es un yo subyugante en su humildad y en su sinceridad hasta el nivel de que consigue que la confesionalidad de The Weeknd caiga, en comparación, dentro del irónico contenedor de «first world girl problems» (buscad memes con este nombres y sabréis a qué me refiero). No ha ocultado el artista en ningún momento que «Total Loss» nace precisamente del frágil estado psicológico en el que se encuentra, en gran parte inducido por la muerte y la pérdida (literal o figurada) de algunos de sus seres más queridos.
La magia llega cuando la narración íntima de sus penas choca frontalmente con un tratamiento de las melodías que se permite muy pocas concesiones a la tristeza pura y dura. Sí que hay melancolía y ensimismamiento, dos cualidades imprescindibles en toda música que pretenda capturar el zeitgeist de nuestros tiempos; pero estas dos emociones nunca se permiten embarrarse del todo en la ciénaga oscura de la tristeza desesperanzada. Por el contrario, los arreglos (minimalistas, envolventes y comúnmente tratados como una pauta repetida en espiral hacia la profundidad emocional) muestran muchas otras cartas que las de la depresión: aquí hay alegría up-tempo de carnaval para minorías («& It Was U«), cartas desnudísimas dirigidas a seres queridos desaparecidos capaces de darle la vuelta al concepto de baladón R&B de toda la vida (la retahíla de nombres de «Set It Right» rompe el corazón), la sensualidad de cuerpos acariciándose en la oscuridad embargados por su propia urgencia («Cold Nites«, el primer y casi insuperable pico de intensidad del álbum), la delicadeza introspectiva con arreglos de cuerda clásicos que evitan la megalomanía típica en este género (la dupla formada por «World I Need You, Won’t Be Without You (Proem)«, totalmente instrumental, y su eco en «Talking to You» es delicioso)…
Y eso sin tener en cuenta que, al fin y al cabo, bien parece que el principal acierto (y avance) en el caso de How To Dress Well es que consigue acercar dos caminos que, hasta ahora, discurrían de forma inexplicablemente paralela: mientras que en Europa prima la sensación de que la renovación del R&B está aconteciendo a través de los toques souleros del post-dubstep de gente como James Blake, Jamie Woon, Alunageorge o SBTRKT, en EEUU la referencia R&B resulta mucho más directa en los nombres mencionados en el primer párrafo de esta crítica. «Total Loss» conjuga la digresión de los primeros con la concreción de los segundos (sólo hace falta escuchar otra de las cartas ganadoras del álbum: «Struggle«) y consigue que, en el terreno intermedio, crezca un frondoso bosque de árboles de hojas negras y gigantescas que tapan sabiamente la mayor parte de la luz y dejan espacio para el misterio y el recogimiento. Mucho espacio. Un bosque que, si atendemos a la capacidad visionaria ya demostrada por Krell, será el que habiten muchos otros en los próximos tiempos. Pero, para entonces, es muy probable que How To Dress Well siga corriendo a su puta bola, muy por delante de los demás.