La proposición de la promotora santiaguesa Work On Sunday era muy novedosa: reunir a tres grupos de mismo corte (uno gallego, uno nacional y otro internacional) dentro del denominado triCiclo y el proyecto Compostela Rock; una tarea nada fácil. Claro que, viendo el cartel, se podía comprender que la iniciativa tenía sentido… y mucho. Y así fue: casi cuatro horas de rock de distintas vertientes pero siempre unidas por un hilo de guitarras abrasivas y ritmos penetrantes que hicieron del espectáculo un bloque musical sólido e indivisible.
A las 20:30 horas se abrían las puertas de la Sala Capitol. Media hora después, con Unicornibot en el escenario, la entrada de uno de los mejores espacios de conciertos de Galicia llegaba a los tres cuartos de su aforo total (que no era poco) y se mantendría con ese aspecto hasta el final. Los de Pontevedra finiquitaban en Santiago una gira de dos semanas (que los llevó por diferentes puntos de España y Francia) y presentaban su último disco, “Dalle!” (Matapadre, 2012). Como siempre, ataviados con sendas máscaras de animal-legendario-robot, no tardaron en interpretar uno de sus éxitos, “Abril Cerral”, que encendieron a sus fans e hicieron comprender a los que no los conocían por dónde irían los tiros. Su free-rock con poderosos riffs enganchó desde el primer al último segundo. Se ganaron la atención de todo el mundo, y se notaba que la misma banda estaba disfrutando de su propio concierto: mostraba una complicidad tanto personal como musical que encandilaba a los espectadores. Gon (guitarra) hizo un gesto de OK al público con una leve sonrisa como preguntando “¿os está gustando?” Continuaron los ritmos rockeros e imprevisibles con composiciones imposibles ejecutadas perfectamente acompasadas que provocaron que la emoción reinante fuese in crescendo. Por su parte, Guille (batería) abandonó su instrumento por un momento y, con aplausos de fondo, abrazó y besó uno a uno a sus compañeros (más tarde aclararía que les quería agradecer las dos semanas de gira): un gesto espontáneo que mostró que, además de una magnífica banda, son un gran grupo de amigos. Por su parte, Alex (guitarra) dedicó unas palabras a la organización, al público y a Lisabö (prueba del buen rollo que se está forjando entre las dos formaciones en los últimos tiempos), para cerrar su actuación con la imponente “SuperMarioCesar”. El cuarteto ya tiene dos álbumes en su haber, pero su carrera se está cociendo a fuego lento, con paso firme. Habrá que seguir a estos chicos de cerca, nos podrán seguir regalando grandes sensaciones.
Turno de Lisabö. Sabedores de su potencial, comenzaron con temas que se podían tildar de suaves (dentro de su estilo), pero no tardaron en mostrar su cara más característica. Sus dos guitarras, sus dos bajos y sus dos baterías empezaron a carburar para traducirse en sonidos arrolladores que encendieron a los asistentes sobremanera. Mezclaron ruido y feeling como nadie, paseándose entre Mogwai y Cave In, aunque con personalidad propia. Por ello, no sería exagerado afirmar que pronto se convertirán (si no lo son ya) en influencia y referente para muchas bandas noveles. Sus chorros sónicos salieron del escenario y se fundieron en una masa que generó una sensación de plenitud al alcance de muy pocos. A eso había que añadir la dificultad de acompasar los seis instrumentos. Y cuando parecía que no podían crecer más en intensidad, llegó la apoteosis con los dos últimos temas: “Hemen Naiz ez Gelditzeko Baina” y “Hazi Eskukada”, en los que los ritmos y las voces desgarradoras erizaron el vello de todos los presentes. Realmente sobrecogedor. Karlos (guitarra y voz) se mostró agradecido en nombre de la banda: “No estamos acostumbrados a llegar y ver tanta gente, muchísimas gracias, de verdad, es una puta gozada”. Tan sinceros y honestos como su propia música. Como aseguró Eneko (batería), entre alguna risa: “Tenemos la misma ilusión que el primer día, incluso Javi y Karlos, que ya rozan los cuarenta”. Larga vida a Lisabö.
Difícil papeleta la que les tocaba a Cave, después de lo vivido anteriormente: el listón había quedado muy alto. A sabiendas de que su disco emblema es “Neverendless” (Drag city, 2011), arrancaron con “WUJ”, efectiva pero descafeinada y muy homogénea, así como las piezas que le siguieron. Alguien entre el público comentaba que era “como tomar una aspirina cuando no te duele la cabeza”. Quizá esa podría ser una perspectiva influenciada por la atmósfera remanente de los conciertos previos, ya que parecía que aún se escuchaban los ecos de los rugidos de Lisabö y Unicornibot. Pero al cabo de unos cuantos temas se dejó ver la clase de los de Chicago, sobrios y con mucha calidad: hacen fácil lo difícil. En términos futbolísticos, se diría que juegan de memoria, como el Barça de Guardiola. Una base y un riff prolongados sobre los que se propagaban variaciones progresivas acabaron por disipar la monotonía y enganchar al respetable en un engranaje del que nadie quería salir. Culminaron su show con una infinita (en el buen sentido) “This Is The Best”, cuyos últimos cinco minutos mantuvieron en trance a toda la sala. Espectacular y electrizante final.
Como decía al principio, la proposición de Work On Sunday era innovadora pero también arriesgada, puesto que no se intuía cómo iban a congeniar las tres bandas. También atrevido fue el orden de los grupos: hubiera sido lógico pensar que la apuesta segura sería cerrar con Lisabö pero, después de meditarlo mucho, la organización decidió que fueran Cave los que terminasen la jornada, con un resultado satisfactorio. De esta manera el festival tuvo, por un lado, un original matiz al finalizar con lo elegante antes que con lo intenso; y, por otro, un desarrollo soberbio, gracias al gran sonido de la Sala Capitol y el respeto mostrado por el público, que asistió para disfrutar los tres directos por igual, independientemente del orden programado.
[Texto: Daniel Gago] [Fotos: Sala Capitol]