La Semana de la Moda de Paris es un evento que, ya de por sí, provoca taquicardias y cuadros de ansiedad por doquier. No le falta mérito si tenemos en cuenta que es la última recalada de una serie de Semanas de la Moda importantísimas que se suceden a lo largo y ancho del globo terráqueo fashionístico y que todo el mundo debe de llegar a ella agotado y con unas resacas tan grandes como la Torre Eiffel. Pero este año, a la expectación que ya de por sí se le supone al evento más importante del mundo de la Moda, se le añadía el hecho de ser el estreno de Hedi Slimane a la cabeza de Yves Saint Laurent Saint Laurent Paris. Expectación, nervios y mucha curiosidad, eso es lo que podría decirse que había en un front row presidido por grandes celebridades de la moda y del faranduleo y algún que otro diseñador con la parabólica bien orientada: Jessica Chastain, Salma Hayek, Anna Wintour, Kate Moss, Alber Elbaz y Marc Jacobs son algunos de los nombres que llenaban el Grand Palais de expectación por ver qué iba a ofrecer el esperadísimo desfile de Primavera / Verano 2013 de Saint Laurent Paris con Hedi Slimane, por primera vez, a la cabeza.
Hace unos días avanzábamos unas (crípticas) primeras imágenes que pululaban por Internet y que auguraban un cambio de rumbo hacia una colección muy potente, radical y juvenil. Slimane ha dibujado con pulso firme una colección que destila su propia esencia y que también, de alguna forma, encaja con el imaginario de Yves Saint Laurent. Pero de potente y radical, rien de rien.
En su primera colección en cinco años, Slimane propone una mujer muy femenina y se sirve de un imaginario mágico que evoca por momentos a una estética de brujería gótica, que tiene muchas pinceladas de la moda de los 70, con Stevie Nicks como inspiración total, y que resucita en plan rocker el icónico tuxedo de YSL. Todas las modelos vestían un sombrero de ala ancha que le daba al desfile un aire de aquelarre, y cuando éste empezó se sucedieron los pantalones de pitillo, las transparencias, las capas, las blusas de cuello con lazo gigante, las cazadoras y las maxifaldas, todo aderezado con flecos, complementos metálicos y muchísimo cuero donde el blanco y el negro fueron los rigurosos protagonistas. El conjunto dio a luz a una colección que muchos han tildado de previsible y de excesivamente comercial, algo imperdonable para un diseñador que se define a sí mismo como un outsider.
Quizá el sentimiento general era el de esperar un golpe en la mesa y una colección única que marcara un auténtico statement. Por el contrario, Slimane ha creado una serie de piezas muy vendibles que encajan con el espíritu pret-a-porter de la firma pero que tampoco ofrece nada nuevo. Quizá ya había asumido demasiados riesgos con anterioridad (¿no es suficientemente rupturista y radical lo de atreverse a cambiar el nombre?) y ahora toca dosificarlos. Nosotros nos quedamos con el rollo «Jóvenes y Brujas» que desprende esta colección y ya estamos deseando poder hacernos con alguna pieza para que, al llevarla, nos pregunten por la calle «pero, ¡¿qué hechicería es esta?!«