Después del «Génesis» de Robert Crumb, llega hasta nuestros lares gracias a Diábolo Ediciones «La Biblia de Wolverton«… O, lo que es lo mismo, el Antiguo Testamento y el Libro del Apocalipsis según Basil Wolverton, el abuelo del cómic underground.
Wolverton era un desconocido hasta que saltó a la fama por ganar el primer premio de un concurso de ilustraciones, premio otorgado por un jurado compuesto por unos don nadie cuales Frank Sinatra, Boris Karloff y Salvador Dalí. A partir de este momento, el dibujante pasó a convertirse en un habitual de la revista MAD y a ser considerado el punto de referente en cuanto a ilustraciones de terror y ciencia-ficción. Sin embaro, el momento más decisivo en la vida de Basil fue su conversión al cristianismo, gracias a la irrupción en su vida del pastor evangélico Herbert Armstrong. Aquí, y gracias a la relación entre estos dos hombres, es cuando se empieza a gestar la obra magna del autor que nos ocupa.
A principios de los años 50, Armstrong propuso a Wolverton crear una obra centrada en el Antiguo Testamento y en el Libro del Apocalipsis. El estilo de Basil, su capacidad para representar escenas horripilantes y la estrecha relación que tenía con el mundo del cómic, le dieron el bagaje suficiente para emprender esta ardua tarea. La obra se gestó en la revista de Herbert Armstrong, The Plain Truth. Durante los años 1953 y 1974, Wolverton se dedicó en cuerpo y alma a escribir y dibujar su versión del sagrado texto, y consiguió imprimirle un sello personal a la historia narrada en «La Biblia» a través de un texto sencillo y dibujos en un potentísimo blanco y negro, que impregnaba de todavía más crudeza a unos trazos ya de por sí muy duros. El toque de genialidad del autor fue el de vislumbrar que todos los relatos de «La Biblia«, a pesar de estar empapados de dolor, tragedia, conflicto, phatos, violencia y horror, eran historias humanas y sobre la humanidad. No había nadie mejor que él para representar estas imágenes. Su estilo entre lo grotesco y lo horrorífico junto a su devoción por el cristianismo le convertían en la única persona en grado de llevar a cabo un labor de tal magnitud. No hay ni una ilustración, incluso de las más tardías (donde el dibujo se veía afectado por su estado de salud), en la que su don innato por una narración visual y por unos rostros cargados de expresión no desborda al lector. El resultado es una obra bíblica como nunca nadie hubiese podido imaginar.
«La Biblia de Wolverton» sirve también como ejemplo importante de la doble moral cristiana. Por orden de Armstrong y de otras personalidades de la iglesia que él había formado -la Worldwide Church of God-, las escenas sexuales que aparecen a lo largo del Antiguo Testamento y el Libro del Apocalipsis fueron suprimidas. La importancia del rol de la violencia en la visión religiosa que caracteriza al Dios y a los actos del Antiguo Testamento, sin embargo, no mengua en ninguna de sus ilustraciones. Es más, se aprovecha el estilo del autor para acentuar esa especia de rabia divina y las consecuencias que conlleva contradecir la palabra a tu Dios. Un auténtico reflejo de la mentalidad de la primera parte de «La Biblia«, donde Yahveh utilizaba el miedo y la mano dura para controlar a sus creyentes que acabaría por perecer una vez entrado en uso el Nuevo Testamento y la mentalidad del amor hacia el prójimo predicada por Jesucristo.
A pesar de dedicar la mayoría de sus esfuerzos en su adaptación de «La Biblia«, Wolverton sacaba tiempo para seguir con su trabajo en la revista MAD, cargado de un humor muy particular y para dar continuidad a sus ilustraciones de seres abominables y de otro mundo. Aún así, siempre dejó claro que quería ser recordado por sus trabajos más serios: es decir, por sus dibujos bíblicos. Entre nuestras manos tenemos la obra más importante del hombre que más adelante influenciaría a autores como Robert Crumb y al resto de los autores considerados padres del underground. Tanto si eres un devoto cristiano como si eres un fan de del cómic de horror o del cómic underground en general, esta es tu novedad del mes. Si es que, sólo por las ilustraciones de Basil Wolverton, esta obra debería se de compra obligada. ¡Hacedme caso, no sea que la ira de Dios se desate sobre todos nosotros!