Qué tentación recurrir a un sencillo juego comparativo para hablar del retorno de The Killers: el que los relaciona diabólicamente con Coldplay. Caigamos en ella… Más que nada, porque los paralelismos entre los norteamericanos y los británicos son evidentes, a pesar de que los segundos han alcanzado un estatus que, posiblemente, jamás consigan los primeros por mucho que se dejen la vida en el intento. Repasemos, pues, las analogías entre ambas bandas: despacharon un disco de debut notable, cada uno dentro de su estilo (post-punk almibarado frente a post-brit-pop también dulzón); sus siguientes entregas se caracterizaron por su irregularidad, aunque en ellas destacaron algunos singles más que aceptables y de enorme impacto global (“Human” frente a “Viva La Vida”); sus directos han recibido un seguimiento masivo a lo largo y ancho del planeta (Coldplay ganan en este apartado con holgura); sus respectivos líderes, Brandon Flowers y Chris Martin, tienen toda la pinta de ser los yernos ideales para cualquier suegra; y, para transformar sus discos en trampolines hacia el pedestal que algún día dejarán libre U2, reclutaron a los mejores productores del negocio, incluidos los mismos que colaboraron históricamente con los irlandeses.
Justo aquí aparece el quid de la cuestión: aproximarse a U2 y recoger su testigo como cuando Prometeo robó el fuego a los dioses… Para lograrlo, hay dos opciones: esperar a que Bono se retire y se quede quieto en un rincón cual figura del Museo de Cera de Benidorm o luchar con ahínco para acceder a su reinado en plan “Juego de Tronos”. Brandon Flowers (al igual que Chris Martin) se decantó por la segunda de ellas, a pesar de que el peaje a pagar le obligase a ataviarse con extravagantes chaquetas de plumas, cantar en sus conciertos tras un hortera púlpito lumínico con forma de rayo y componer frases de profundo calado filosófico como esa que dice “Are we human or are we dancer? / My sign is vital, my hands are cold / And I’m on my knees, looking for the answer”. Eso sí, la ventaja de Flowers con respecto a Martin es que, ante la posibilidad de no ver de cerca a U2, siempre tendrá un plan B: transfigurarse en Bruce Springsteen.
Como a Flowers aún le quedan unos cuantos yogures por zamparse para cazar al Boss y su intentona en solitario (“Flamingo” -Island, 2010-) cayó en saco roto, el de Las Vegas (esto… ¿nace gente ahí?) se tomó muy en serio la tarea de impregnarse a sí mismo con la fragancia de Bono (unos de sus ídolos musicales de siempre) rodeado de sus compañeros. Su nueva oportunidad debería llegar con “Battle Born” (Island, 2012), un álbum para cuya grabación no escatimaron esfuerzos: contaron con hasta cinco productores diferentes para dar con las teclas adecuadas y dirigir su sonido. Así que pasaron por su estudio (bautizado como el citado disco, a la sazón, lema del estado de Nevada) Damian Taylor, Brendan O’Brien, Stuart Price, Daniel Lanois y Steve Lillywhite, estos dos últimos conocidos por su trabajo con… U2. ¡Bingo! Cada uno hijo de su madre y de su padre (un rockero duro por aquí, un tótem de la electrónica accesible por allá…), lo que hacía suponer que el cuarto LP de The Killers resultaría, cuando menos, heterogéneo. Pero, al contrario de lo que se suele decir, en este caso el gusto no reside en la variedad. Para nada.
El resultado final es un mejunje viscoso, empalagoso y sin sabor definido, que ratifica la falta de ideas del grupo (ya plasmada en la delirante y chabacana portada del álbum) por mucho que a Dave Keuning (su guitarrista) se le hinchase la vena desmintiéndolo en entrevistas recientes. El comienzo, previsible, clava la receta con la que el conjunto logró sus mayores cotas comerciales: sonoridad new-wave melosa e inofensiva, resumida en los temas “Flesh And Bone” y “Runaways”, vendidos como dos de los mejores cortes del lote. Los seguidores de The Killers y algún que otro crítico especializado onanista asintieron sin rechistar, pero los peores augurios se confirman en cuanto el revestimiento AOR ochentero de “The Way It Was” y “Deadlines And Commitments” entra en acción, las burlas a Bruce Springsteen practicadas en “The Rising Tide” y “From Here On Out” se hacen patentes y la homónima “Battle Born” explota entre fuegos de artificio guitarreros y corales copiados a Scorpions. Así de desolador se muestra el campo de batalla.
Y si no quieres caldo destroza-diabéticos, bebe siete tazas. Las baladas y medios tiempos suben el nivel de azúcar hasta niveles paroxistas: “Here With Me”, “Heart Of Girl” y “Be Still” se pierden entre notas de piano blandengues, programaciones acarameladas y la voz engolada de un Flowers que confesó a los cuatro vientos que recibió lecciones de canto para aumentar sus prestaciones vocales, sobre todo en este tipo de pasajes (curiosamente, igual que Chris Martin en su momento…) Para rebajar el empacho de algodón, “A Matter Of Time” y “Miss Atomic Bomb” (título sugerido por Elton John, ojo) funcionarían, en teoría, como electrizantes pastillas de bicarbonato, pero no pasan de ser meros sucedáneos del nervio y la tensión que otorgaban cierta rotundidad a “Hot Fuss” (Island, 2004): “Mr. Brightside”, “Smile Like You Mean It” o “Somebody Told Me” se quedaron en demostraciones nunca igualadas posteriormente por The Killers.
“Battle Born” estaba planteado como la continuación natural del mencionado debut del grupo de Las Vegas y de sus sucesivos discos, escorados hacia el pop de ínfulas épicas (“Sam’s Town” -Island, 2006-) y los ritmos bailables (“Day & Age” -Island, 2008-). Sin embargo, la aguja de su brújula no indica cuál es su verdadero objetivo. Bueno, realmente sí: llenar estadios, reventar festivales como el DCode Fest 2012 (donde la princesa Letizia celebró su cuarenta cumpleaños presenciando su catártica actuación: a eso se le llama atraer a toda clase de público) y dar un paso más hacia ¿el paraíso de U2? No, por ahora hacia el de Coldplay y gracias, engordando por el camino su lista de parecidos razonables. Así que, sabiendo cómo les fue, creativamente hablando, a estos últimos con “Mylo Xyloto” (Capitol, 2011), se intuye adónde pueden ir a parar Brandon Flowers y amigos…