Los que no tuvieron la fortuna de poder ver «The Deep Blue Sea» en la pasada edición del D´A, ahora pueden disfrutar de la maravillosa película de Terence Davies en el cine. Verán así una de las películas más elegantes y emocionales que vamos a tener en nuestras pantallas este año. La protagonista de este bellísimo film, Hester Collyer (interpretada por una gigantesca Rachel Weisz), es de esos personajes femeninos descarnados, amantes y sufridores cuyo destino consigue dejar al espectador colgando de la emoción y la duda. Con su malograda historia de amour fou y adulterio, seguramente permanecerá suspendido en la memoria colectiva y de todo aquel que lo vea por su pasión, por la dolorosa tristeza que empaña su devenir y por la dulzura que impregna cada plano en el que aparece.
Hester nos ha hecho pensar en esas mujeres que, durante la historia del cine más reciente, se han paseado por la pantalla con el corazón en la mano y que en su momento decidieron dar un paso al frente (o más bien, hacia el lado) y, para bien o para mal -casi siempre para mal, porque tienen cierta tendencia a acabar muertas o más solas que la una-, vivir el amor fuera de los márgenes del matrimonio.
1. SÉVERINE (CATHERINE DENEUVE) en «BELLE DE JOUR». Nadie como Buñuel para retratar la historia de una de las adúlteras más célebres (y deseadas) de la historia del cine construyendo un relato donde el erotismo y la sugerencia descorren las cortinas de un fondo tan negro como un agujero en una pared. «Belle de Jour» es el nombre de una planta cuyas flores se abren solo de día, y de igual forma Catherine Deneuve en el papel de Séverine, la frígida y reprimida burguesa que ama a su marido pero que le pone cero, solo se abre (literal y figuradamente)… de día. La muchacha tiene sueños que harían las delicias de cualquier aprendiz de la escuela del Marqués de Sade y se da cuenta de que sólo obtiene placer sexual en un burdel al que acude durante el día. Allí tiene sexo por dinero y, de paso, le sirve como tarjeta de cambio para ser humillada y castigada por su injustificable (a ojos de ella, de la sociedad, del espectador) comportamiento. La represión sexual femenina explicada como nunca.
2. CATHERINE (JEANNE MOREAU) en «JULES ET JIM». Truffaut retrató en una de las películas insignia de la Nouvelle Vague la historia de amor libre entre dos escritores –Jules y Jim– y su amiga, amante y musa, Catherine, encarnada por una arrebatadora Jeanne Moreau. Sobrepasando convenciones sociales y prejuicios, Jules accede a que su amigo Jim y su esposa Cátherine vivan sin ataduras su historia de amor debajo de su mismo techo, sin que ello afecte al amor que siente por ambos y la convivencia que llevan a cabo los tres. La cosa se complica cuando Catherine también exige vivir su concepto del amor más allá de las paredes que comparte con sus dos hombres. La película está basada en la historia real del triángulo amoroso que se estableció entre los escritores Franz Hessel, su amigo Henri-Pierre Roché y Helen Hessel, conocida artista y activista feminista de la post-guerra. Pero más allá de la arrebatadora historia de amor imparable, «Jules et Jim» es una preciosa historia sobre la amistad y la tolerancia que retrata a unos personajes que, sin duda, estaban totalmente avanzados a su tiempo (y al nuestro).
3. SARAH (JULIANNE MOORE) en «EL FIN DEL ROMANCE». Además de contar con una de las escenas más eróticamente sugerentes de la historia del cine reciente (esa plegaria de Ralph Fiennes a los pies de Julianne Moore), la adaptación fílmica de Neil Jordan de la novela homónima de Graham Greene pasa por ser la historia de una adúltera con más carga religiosa desde «La Letra Escarlata«. Aquí Moore encarna a Sarah, la aburridísima esposa de un escritor que se lía con Maurice Bendrix, el mejor amigo de su marido (… y con amigos así, ¿eh?). Maurice le da pasión, felicidad y arrebato, pero la sombra de la culpa planea constantemente sobre la pareja y por si el lío de estar poniéndole los cuernos al marido y amigo, respectivamente, no fuera suficiente, en un bombardeo a la ciudad entra en escena la figura de Dios, que ya se sabe que cuando sale en pantalla lo jode todo. Sarah hace una promesa de fe y, para cumplirla, tiene que alejarse de su amante a riesgo de que este pierda la vida. Tan tremebundo como suena. El resultado es un apasionado melodramón romántico de libro. Compras o no compras. Tal cual.
4. KATHARINE (KRISTIN SCOTT THOMAS) en «EL PACIENTE INGLÉS». De nuevo Ralph Fiennes encoñándose de una una mujer casada. Esta vez de una rubísima Kristin Scott Thomas, que encarna a la aventurera y cultísima Katherine. Fiennes, que interpreta a un Conde húngaro trasladado a Egipto para cartografiar el desierto del Sáhara, se enamora hasta las trancas de esa mujer sofisticada y libre que, como buena adúltera cultivada, vive su aventura con una mezcla de pasión y arrepentimiento total. Tal es el amor que siente el Conde por su amada que no duda en poner en riesgo la seguridad nacional en tiempos de guerra, así como y su propio pellejo por salvarle la rubia melena cuando el avión en el que viajan juntos se estrella en el desierto y ella queda herida de muerte. Una de las historias de amor más bonitas rodadas entre sol y arena.
5. SU LIZHEN (MAGGIE CHEUNG) en «DESEANDO AMAR». El amor adúltero dibujado en fuera de campo y de la forma más estilizada, elegante y fantasmagórica posible. Wong Kar-Wai firmaba una preciosa historia de desolación y alienación emocional, de rencor compartido y de amor inesperado entre un hombre y una mujer que, un día, descubren que sus respectivas parejas les están siendo infieles. Como (estéril, arriesgada) venganza, deciden emprender ellos también un affaire juntos. Su Lizhen nunca consigue superar la pena que le provoca que su marido le esté engañando, y ese sentimiento será un obstáculo fatal que le impedirá vivir su adulterio con pasión y felicidad y que, en consecuencia, se llevará por delante los sentimientos de su amante.
6. DIANA (DEMI MOORE) en «UNA PROPOSICIÓN INDECENTE». Vale, muy bien. Hasta ahora mucho hablar de adúlteras chocholocos que se ponen el mundo por montera por aburrimiento o porque les pica el clítoris de más… Pero, ¿y qué hay del adulterio consentido? ¿Es esto posible? ¿Y qué pasaría si, además de consentido, hubiera dinero de por medio? Estaba claro que la intención de «Una Proposición Indecente» era la de hacer que muchos sectores del público se llevaran las manos a la boca así, como que muy escandalizados, pero después resultó que no era para tanto. La trama era fácil: un matrimonio feliz pero con apuros económicos ve su estabilidad irse por el garete cuando un extraño le propone a la mujer que se acueste con él por un millón de dólares. Anda que no dio pie esta película a conversaciones planteando el tema en mesas camilla y porterías. Lyne, como siempre, a la suya. La película, por cierto, es detestable y bastante aburrida.
7. GILDA (RITA HAYWORTH) en «GILDA». «Si fuera un rancho me llamaría Tierra de Nadie«. Así justifica Gilda su cierta tendencia al casquivanismo que le lleva a serle infiel a su marido para caer rendida en los brazos de Glenn Ford primero y de otros hombres después, para locura de éste último. Gilda es LA femme fatale por antonomasia. y su final también va en consecuencia. Ella es esa mujer de físico deslumbrante que utiliza su belleza y la increíble impresión que provoca en los hombres para hacer y deshacer a su antojo. Pero Hollywood no podía permitir que semejante hechicera emocional paseara por ninguna pantalla sin su respectivo castigo, y Gilda no es más que uno de los personajes femeninos más frágiles que hemos podido ver: la representación fílmica de la debilidad femenina que necesita de un hombre a su lado para sentirse cuidada y segura.
8. FRANCESCA (MERYL STREEP) en «LOS PUENTES DE MADISON». Cuando uno piensa en adúlteras, se le vienen a la cabeza señoras sexys que fuman con una 60 de cintura y una 110 de cadera. Con su adaptación a la pantalla de «Los Puentes de Madison» (la novela de Robert James Waller), Clint Eastwood consiguió recrear una historia de amor y pasión entre dos señores mayores que se enamoran y que se convertiría en la película favorita de amas de casada de mediana edad aburridas de la vida. Sin ningún tipo de glamour ni emoción desbocada, Francesca (Mery Streep) y el fotógrafo Robert Kincaid (Eastwood) vivían una tranquila pero (a su manera) apasionada historia de amor maduro que a la protagonista llevaría a tomar la difícil decisión de tener que escoger entre la aventura y el futuro incierto o la familia. La película tiene momentos en los que es un puro coñazo, pero tiene cierta intensidad a la hora de retratar el amor adúltero entre dos señores sin caer en el sonrojo, y lo hace de una forma muy serena y comedida… Y sí, yo lloré al final. ¿Qué pasa?.
9. RENÉ (PATRICIA ARQUETTE) en «CARRETERA PERDIDA». Pocas actrices tienen la fortuna (o la desgracia, según se mire) de interpretar a dos personajes diferentes en una misma película. Bien, cualquier mujer que esté en un cásting de David Lynch ya tendría que ir un poco preparada para el tema. En «Carretera Perdida«, Patricia Arquette da vida no a una, sino a dos femmes fatales. Una morena (René) y otra rubia (Alice): dos oscuros objetos de deseo, y las dos igual de peligrosas porque al final, puede que sean la misma persona. O puede que no. El caso es que a Fred Madison se le mete en la cabeza que su mujer tiene un lío, se le va la olla y a partir de ahí la cosa se complica. Muchísimo.
10. ALICE (NICOLE KIDMAN) en «EYES WIDE SHUT». Alice está hasta el chichi de que su marido no le haga caso y de que sea un engreído pagado de sí mismo. Y, por eso, una noche de fumada le dice, entre otras cosas, que en cierta ocasión tuvo un sueño erótico con el camarero de un crucero en el que estuvieron juntos. Nada menos dañino en apariencia, pero que deja el ego de su marido y la confianza en su matrimonio tocados de muerte. Desde ese momento, su esposo, un Tom Cruise más perdido (y a la vez acertado) que nunca, inicia una bajada a los infiernos con la brújula de la pitopausia siempre marcando hacia el Norte. Nunca un adulterio imaginario había ocasionado tantos problemas ni dolores de cabeza a un hombre.