«Christine» (2012) viene a ser el tercer EP que lanza (de forma extremadamente limitada) Hippie Dance, ese subsello de Kompakt gobernado por Rebolledo y Superpitcher…. Es decir, por Pachanga Boys. Con toda la «carne» vendida -los tres EPs están sold out-, este combo mejicano-teutón vuelve a estamparnos en la frente su tampón lisérgico a ritmo de jolgorio minimal-techno ralentizado. Lo suyo no son calculados subidones progresivos que te elevan con el único fin de acabar estallando como fuegos artificiales dentro de tu cuerpo, lo cual está bien aunque, como todo, también cansa (sobre todo cuando ya lo ves venir de lejos y pierde su golpe de efecto). No. Lo de Pachanga Boys es, más bien, algo así como ponerte a pedalear a cierto ritmo constante y dejarte llevar sin grandes subidas ni bajadas, pero sí reconcentrado y embuído en el propio placer de estar disfrutando el paseo lo más grande. En este sentido, y aunque a primera vista escucha no lo parezca, este dúo tiene algo de Kraftwerk en la cuadratura de su ritmo -repetido hasta el extremo- o en las frecuencias mantenidas y moduladas de «Legs» y «Poem For The Youth«, primer y último tema, respectivamente.
Cada uno de los tres cortes comienza, como viene siendo el estilo de Pachanga Boys, con una base sencilla a la que se van sumando capas de sintes, también simplones, que se repiten en bucle y superponen unos a otros. En las dos primeras canciones, la cosa deviene en una suerte de trance que hace honor al calificativo de pachanguero si atendemos a la liturgia erótico-festiva-y-absurda con la que están infectados on repeat. Frases que se repiten una y otra vez como: «Let us set your legs on fire» en «Legs» o «Respira hondo, Ondo, ¡cachondo!» en «The Untold Legend Of Mysterious Ondo» te acaban barrenando la cabeza cosa gorda (que no fina). En «Poem For The Youth» -último tema del EP- aún les queda traca para adentrarse en el espacio al estilo kosmische, como si se hubiera comprimido al Lindstrøm de «Where You Go I Go Too» con la esencia psicodélica del «On The Run» de Pink Floyd (aunque con el ácido un poco más rebajadito).
Dos mantras pachangueros, una píldora galáctica y mucho cachondeo. Eso es «Christine«.