Así, da gusto. Volver de vacaciones y encontrarte una buena cartelera es algo que debería alegrar la vida de cualqueira. O, por lo menos, a mí me alegra tener bastante entre lo que elegir a la hora de plantarme delante de la taquilla. Hay algunas pelis, sin embargo, ante las que tampoco me dentendré demasiado: «Desmadre de Padre» puede ser una buena comedia u otro desfase de Adam Sandler (aunque la presencia de Andy Samberg hace pensar más en lo primero que en lo segundo); «Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros» puede ser tan psicotrónica que al final mole y todo; y «Amor Bajo el Espino Blanco» es, al fin y al cabo, Zhang Yimou. Pero si paso por alto estos films es, precisamente, porque hay dos que son la apuesta perfecta. Para empezar, «El Amigo de mi Hermana» puede horrorizar a los que se queden con un poster elegido con la rabadilla. Aunque, ¿qué pasa si os digo que está dirigida por Lynn Shelton, la responsable de la mucho más que entrañable «Humpday«? Pues que inmediatamente piensas en lo mejorcito del mumblecore y se te hace el culo PepsiCola. O, al menos, a mi es lo que me ocurre.
Pese a todo, si lo dicho no ha sido suficiente para quitarte de encima el miedo a lo mainstream, lo mejor será que recurras directamente a una de esas pelis que están llamadas a convertirse en uno de los estrenos imprescindibles de la cartelera pajillera (y a mucha honra): «Aurora, Un Asesino Muy Común» viene a ser el último escalafón en la siempre pujante escena cinematográfica rumana, con un Cristi Puiu que dirige y protagoniza la historia de un asesino encuadrada en la falta de piedad habitual en el cine que nos llega de este país.