En «El Libro de la Almohada» (publicado por Alianza Editorial en 2004), nos encontramos ante las notas de una mujer cortesana del Japón del siglo X que va dibujándonos la corte y su peculiar y detallada visión de todo lo que le rodea. En principio, uno podría preguntarse por qué ponerse a leer enumeraciones de un sinfín de cosas y anécdotas varias de una mujer que vivió hace más de diez siglos en la corte de un imperio que nos es tan ajeno… Pero la respuesta es sencilla: porque la belleza es atemporal y universal. La escritora no sólo cristaliza su época en una suerte de joya histórica, sino que también inmortaliza la estética de una época pasada. Su mano no escatima en gracia a la hora de dar forma a cada una de las pequeñas secciones que pueblan el libro. El cuidado a la estética se mezcla con esa caracterización de una gente y una sociedad que baila entre lo que resulta sencillamente extravagante por la distancia entre todo ello y el presente y lo que nos suena profundamente familiar, porque a fin de cuentas el ser humano no ha cambiado tanto con el paso del tiempo.
Pero quizá exagere. «El Libro de la Almohada» es una lectura grata que perfectamente podría sustituirse por otros clásicos que la superan en belleza y precisión. Pero aquí nos levantamos frente a una visión exótica que deviene un soplo de aire fresco. Un buen libro que supone, además, un interesantísimo documento del que aprender sobre la corte japonesa del siglo X; aunque quizá lo más interesante sea aquello que hemos comentado: ese paseo cíclico de la humanidad que hace que mucho de lo que Sei Shonagon relata nos resulte próximo, a pesar de detalles totalmente lejanos. A fin de cuentas, la estructura del libro y la manera en que la escritora lo encara, en pequeños formatos cortos y auto conclusivos que no son más que la visión muy personal de ella, nos remite a los blogs. Sí, llamadme loco; pero no temo decir que aquí nos encontramos frente a una de las primeras blogger de la historia. No tiene desperdicio: una lectura que no llega a las doscientas páginas y que ofrece un ritmo tranquilo que puede pausarse perfectamente gracias a su fragmentación en entradas. ¿Por qué no?
[J. Quijano]