Hay que reconocer que los seis primeros meses musicales de 2010 están plagados de raros y frikis, siempre en el mejor sentido de ambos adjetivos. Por FPM ya pasaron varios de ellos y, en mayor o menor medida, dejaron huella: jj intentando salir, muy a su manera, de su cascarón de hielo; Steve Mason mostrando su regeneración interior; o Diamond Rings defendiendo su inclasificable puesta en escena… Ya lo dice Dan Treacy, un loco adorable que debería dejarse ver por aquí en breve, en el último disco de sus Television Personalities: “people think that we’re strange”. Nadie les va a negar la entrada a él ni a otros de su estirpe; al contrario, cuantos más lleguen, mejor, porque así el mundo es más divertido, ¿no? Pues vayan anotando otro nombre en la lista, a pesar de que hace año y medio ya había noticias de sus andanzas: Luke Temple, un caballero establecido en Brooklyn pero que bien podría haber vivido en un palacete de los Medici en la Florencia renacentista, sobre todo por su condición de artista integral. Si existieran unos Astrud yanquis (algo improbable e imposible), le cantarían aquello de que hay un hombre en Estados Unidos que lo hace todo, aunque en el caso de Temple lo que mejor se le da es la pintura y la música. Alguno pensará que no es ninguna novedad, hay muchísimos ejemplos de músicos hábiles con el lienzo… Lo que sucede es que, en este caso, nuestro protagonista podría haber seguido perfectamente su carrera de muralista-decorador especializado en paredes de apartamentos y casas de ricachones neoyorquinos: sería indecente, en estos tiempos que corren, hablar de las cantidades que podía llegar a ganar por un trabajo así. Sin embargo, Temple se aburría demasiado con sus pinceles y su cuerpo le pedía otras cosas, como por ejemplo, iniciar su carrera como cantante. Empezó como folkie doméstico y, de nuevo, no le llenaba. Así que a principios de 2009 pasó a llamarse Here We Go Magic (le va como anillo al dedo) y decidió seguir la corriente predominante en aquel momento, que nacía en Animal Collective y desembocaba en Vampire Weekend, para publicar su debut homónimo, “Here We Go Magic” (Western Vinyl, 2009). Eso sí, filtrando todas esas supuestas influencias coetáneas por su propio colador, bañado en ácido y con forma de caleidoscopio, para convertir su música en toda una experiencia sensorial.
Mientras que para unos era un genio, para otros se asemejaba a un pirado que se dedicaba a plasmar musicalmente sus viajes triposos. Los que manejan los hilos del sello Secretly Canadian (el mismo hogar de jj; Dios los cría, ellos se juntan) debieron de inclinarse por lo primero, ya que no dudaron en ficharlo. Aunque la verdad es que el resultado de ese primer disco se dirigía más hacia lo segundo. Sin que se resolviese todavía el debate, Temple lo enmaraña más (acompañado por otros cuatro músicos) con su segundo álbum, “Pigeons” (Secretly Canadian / PopStock!, 2010), que escapa de los sonidos afroindies y beachboyescos de “Here We Go Magic” para abrazar estilos diametralmente opuestos y ofrecer canciones más concretas, por decirlo de algún modo. En “Collector” y “Moon” recurre al krautrock (tan sabiamente recuperado a lo largo de 2010) para hacer competencia directa a Fujiya & Miyagi. “Old World United” sigue la misma senda, pero Temple la lleva a su terreno psicodélico (o mejor dicho, krautdélico) gracias a su ritmo dislocado y a unos teclados elásticos de efectos psicotrópicos automáticos. Resulta curioso que “Casual” y, sobre todo, “Bottom Feeder”, sean del mismo autor, dada su envoltura pop convencional (si existe ese vocablo en su diccionario). ¿Será que en el momento de componerlas a Temple le había llegado el bajón? Si realmente ocurrió eso, no pasaría de ser algo transitorio, porque durante el tramo final de “Pigeons” sigue subido a la nube, como en la lisérgica “Land Of Feeling”. Así se ven las dos caras esenciales de Here We Go Magic: la de colocón y la sobria.
A todo esto, ¿qué se le pasa por la cabeza al resto de la banda? ¿Se unirá a la fiesta o dejará que Luke ‘In The Sky With Diamonds’ Temple desbarre en solitario para quedarse bien a gusto? ¿Habría que preguntarles a Dan Treacy y a Astrud qué harían ellos, aunque ahora mismo no pinten nada en esta historia? ¿Por qué se convirtió en cuestión de estado que Sara Carbonero se ponga detrás de la portería de Iker Casillas durante el Mundial? ¿A qué vienen tantas preguntas sin sentido? Puede que sea por culpa de escuchar un disco como “Pigeons”.