«You always seemed so sure / That one day we’d be fighting / In a suburban war / Your part of town against mine / I saw you standing on the opposite shore / But by the time the first bombs fell / We were already bored» («Siempre pareciste seguro / de que algún día lucharíamos / en una guerra de los suburbios / Tu parte del pueblo contra la mía / Te veía en el bando contrario / Pero para cuando cayeron las primeras bombas / ya estábamos aburridos«). Hace un par de años, Arcade Fire abrían uno de los discos más ambiciosos narrativamente hablando de los últimos tiempos, su sublime «The Suburbs» (Merge, 2010), con esta declaración de guerra caída en la desgracia de la abulia. Una declaración de guerra que marcaría el tono de un álbum que consiguió sacar oro puro de unas minas, las de la década de los 80, que ya hacía tiempo que parecían agotadas… Win Butler y compañía firmaron un disco puramente literario a la hora de abordar la historia de un grupo de niños que crecen en los suburbios y que, al llegar a la edad adulta, la única batalla para la que les quedan fuerzas es la del desencanto. Era una visión distópica que, puesta en imágenes bellamente por Spike Jonze, aludía directamnete a un substrato cinematográfico dulcemente inolvidable como el de «Cuenta Conmigo» o el del Spielberg más familiar.
Ahora, dos años después de la zona cero marcada por Arcade Fire, Georges Lewis Jr. intenta una jugada similar… pero, a la vez, completamente diferente. Algo así como la evolución lógica de lo conseguido por los canadienses. Lo tenía difícil: su debut, «Forget» (Terrible, 2010), le situó en el panorama musical como un paladín capaz de sacudir el cada vez más aburrido revival ochentero por la vía de las referencias más lustrosas y, sobre todo, de una lubricidad que remitía realmente al desenfreno pansexual de aquella época y no al pacatismo de la que nos ha tocado vivir. Desde entonces, sin embargo, muchas cosas han cambiado. Para empezar, aquel revival ha alcanzado un nivel de guarrería y cerdismo sexual que nadie se esperaba gracias al rollo coldwavero de bandas como Trust o Light Asylum. Pero, sobre todo, y a tenor de las primeras imágenes de promo que llegaban del nuevo material de Twin Shadow (la filtración de la portada, el primer videoclip para «Five Seconds«), quedaba a las claras que el que más había cambiado era el mismo George Lewis Jr.: ya no era el tipo exótico con un bigote de Apu de «Los Simpsons«, un pelazo de estrella de Bollywood y unos outfits sin miedo alguno a la pangea transexuala que no le hacía asco a plumas y otros accesorios maricones. En el nuevo George Lewis Jr. no hay espacio para la ambigüedad: es un pendenciero y, más que probablemente, un gilipollas. Su nuevo look pandillero ochentoso, a medio camino entre «The Warriors» y «Jóvenes Ocultos» no deja espacio para la duda: es un chungo tan integral que, a día de hoy, sería el único capaz de rivalizar con el Ryan Gosling de «Drive» a la hora de plantarse un mondadientes en la boca y no parecer mongolo.
Todo lo dicho, sin embargo, no se queda en la mera coartada superficial, sino que Lewis Jr., tipo listo, eleva la apuesta hacia límites algo más arriesgados al traducir la propuesta estética en una concreción melódica. Si «Forget» era un álbum brumoso de folleteo lento por la mañana en una cama revuelta y con las ventanas cerradas a cal y canto, «Confess» es pura acción: un «aquí te pillo aquí te mato a pelo y del bombo te ocupas tú, que yo probablemente esté en otro estado beneficiándome a otras jamelgas white trash rendidas ante mi punto malote». Las nuevas canciones de Twin Shadow utilizan ventiladores de concreción bailable para eliminar del ambiente cualquier rastro de neblina nostálgica y, de esta forma, consiguen repetir la jugada de su anterior trabajo pero en un ámbito, si no nuevo, al menos diferente. Se acabaron las referencias del pop radiable y cheesy de los 80: «Confess» bebe con ansia de la fuente del rock macho (y poser) de Bruce Springsteen, de las certeras armas de destrucción pop masiva de los Talk Talk de «Its My Life» (Emi, 1984) (aquellos Talk Talk capaces de marcarse un álbum de pop mayúsculo con una transparencia tras la que siempre se podían sentir unos entresijos mucho más complicados) y del pop-soul sofisticado de un Prince que no le tiene miedo a los amaneramientos porque su sexualidad ya ha quedado suficientemente probada en la alcoba (de hecho, será un milagro si Prince no saca su vena usurera y le pide royalties a George por esa guitarra inicial de «The One«, pura mímesis de «Kiss«). De forma similar a «Forget«, sin embargo, «Confess» también consigue emparejar las mencionadas referencias con otras plenamente actuales. En esta ocasión, la utilización efectista de la percusión rimbombante y emo de temas como «You Can Call Me On» o el quiebro marcial que parte por la mitad «I Don’t Care«, hacen pensar que George Lewis Jr. ha escrutinado muy de cerca los meneos sudorosos que le han metido al neo-soul luminarias de último cuño como The Weeknd (otro que tal baila al respecto de pose pendenciera).
Pero, si al principio de esta reseña se mencionaba la cumbre musical-literaria de Arcade Fire, no era por pura fardada de quien escribe. El videoclip de «Five Seconds» traía como colofón final algo que sonaba a amenaza: “Based on the novel ‘Night of the Silver Sun‘ written by George Lewis Jr and Eric Green“. Todo lo concerniente a la susodicha novela es un misterio a día de hoy, pero tanto por la historia del propio clip (que acaba en puro cliffhanger) como por la narrativa interna de «Confess«, no es difícil inferir que novela y disco tienen mucho que ver. Pese a que la pericia narrativa de George no consigue alcanzar el magistral retruécano literario de «The Suburbs» (disco complejo que, para una comprensión plena, demanda una rastreo de ciertas herramientas literarias y poéticas), es evidente que aquí hay una historia, y que esa historia es novelesca a más no poder. De hecho, el álbum señala una evidente evolución desde un principio totalmente bad ass (en el que el protagonista, aficionado a fraseos sobradísimos y, de nuevo, bastante gilipollas, ni perdona ni se enamora) hasta un final en el que, sin abandonar la concreción musical, Lewis Jr. muestra por fin algunas fisuras en su armadura macha: en la gigantesca «Patient» el protagonista se muestra frágil e incluso servil con su amada, mientras que en «When The Movie is Over» (otro de los actos más elevados del disco, recuperando de su primer disco los synths pseudo orientales tan Alphaville) llega a la rendición de afirmar «I’ll cry when the movie is over» («Lloraré cuando acabe la película«).
Puede que «Confess» vuelva a acertar más en esta segunda parte, en el acercamiento a la ambigüedad, que en la rotundidad masculina del primer trecho (que, sin embargo, deja para el recuerdo unos singles tan apabullantes como «Golden Light«, «Five Seconds» o «You Can Call Me On«). Pero eso no quita que, considerándolo como un todo, como una novela musical, como un disco novelado. la segunda entrega de Twin Shadow hace pensar que la distopia planteada por Arcade Fire en «The Suburbs» no era tal, sino más bien una utopía. Esta es la distopia: aunque ambas visiones están vertebradas por relaciones amorosas, en este caso no hay espacio para la abulia, sino para la rabia, para la acción, para la pelea y la beligerancia. Es como si los niños de «The Suburbs» hubieran crecido y no se aburriesen con las bombas, sino que más bien se buscan los unos a los otros por los bosques para pegarse mamporrazos con tuberías viejas, bajándole los humos a sus contrincantes mientras cantan desde sus motos, como canta George en «Golden Light» abriendo el disco, «Some people say there’s a golden light / You’re the golden light / And if I chase after you / Doesn’t mean that it’s true» («Hay quien dice que hay una luz dorada / Tú eres la luz dorada / Y si te persigo / No significa que sea verdad«).