Lo peor que le puede pasar a un grupo es que sus fans / seguidores / adoradores / loquesea se hagan mayores. Que se hagan mayores y que pasen su tiempo echando de menos tiempos pasados, que ya sabemos que en la memoria siempre son los mejores. Puede que «Bang Goes the Knighthood» (Divine Comedy / PIAS Spain, 2010) no sea el mejor álbum de la historia de The Divine Comedy, pero nos devuelve a un Neil Hannon en plena forma, con la pluma afilada y las ganas renovadas después de su experiencia como cronista pop del cricket. Puede que esta amarga sensación ante el décimo álbum de Hannon (en solitario pero conservando el nombre desde que, en lugar de regenerar su banda, esta se desintegrara en 2001) se deba a que la anterior entrega, «Victory for the Comic Muse» (Parlophone, 2006) , era maravillosa y demostró que el artista todavía podía escribir canciones que agitaran el corazón hasta de las Gárgolas de la Catedral de Barcelona. Aquel era un disco que conservaba el espíritu grandilocuente de su juventud artística, pero que añadía ciertas dosis de madurez que en general, nunca le han venido mal al personaje. Es cierto, «A Lady of a Certain Age» es una de las mejores canciones que se han escrito en los últimos diez años y el hecho de que Hannon siga destilando su propia fórmula a día de hoy ya debería de ser motivo suficiente para respetar todo lo que haga. Incluso esta portada que nos ocupa (bueno, etsa portada no, la verdad).
Con el fantasma de las ventas escondido definitivamente debajo de la cama, Hannon parece cómodo aventurándose en terrenos más circenses y dándole un toque cabaretero a sus canciones. Es bien cierto que donde más gana el dandy irlandés es en las distancias cortas y haciendo baladas de orquestación barroca. No en vano puede presumir de ser el heredero más fiel de Scott Walker, ese ídolo al que le envía una copia de un disco cada vez que graba uno, como el niño que siempre busca la bendición del padre. En «Bang Goes the Knighthood» sigue habiendo baladas de lagrimita y sigue presente el espíritu de Aznavour, de Randy Newman, de Gainsbourg y de todos los caballeros que de vez en cuando habitan en el cuerpo de Hannon. Son los momentos que más agradarán a aquellos con cierta tendencia a ponerse canciones tristes en los días oscuros. Sus canciones favoritas serán «Island Life» o la tremendérrima «When a Man Cries«. A los fans de las canciones easy listening, inocuas en la forma pero punzantes en el contenido que siempre se le dio tan bien firmar («National Express«, «Absent Friends«) seguro que agradará «At the Indie Disco» (el primer single), donde Hannon se permite el lujo de criticar esos garitos que uno frecuenta asiduamente y donde siempre suena la misma música, con una tímida base brit-pop que suena entre anacrónica y pasada de moda.
Y luego están los otros temas, en los que el artista se permite jugar con las formas y con el contenido, que aprovecha para desahogarse o simplemente para disertar sobre lo que le apetece. En la canción que da título al disco habla de un sir que se dedica a frecuentar locales de dudosa reputación (porque le gusta que le den p´al pelo, vamos), aún a riesgo de perder las dignidad social. En «The Complete Banker» critica el mal estado de la economía de su país y los que lo han arrastrado a la pésima situación actual: “I caused the second Great Depression/ What can I say/ I guess I got a bit carried away”; y en «Neopolitan Girl» habla de una lolita que se aprovecha de sus amantes para salir adelante. No es que Neil no haya sido siempre un tío incisivo, pero él mismo reconocía que para este disco había canciones que había escrito estando realmente cabreado, y uno no se puede imaginar al flemático Hannon bajo los efectos de la ira fácilmente. Con todo, pese a su heterogeneidad y su escasa capacidad de impactar a la primera escucha (pero gana muchísimo en las siguientes, prometido), The Divine Comedy ha vuelto a firmar un disco notable. Que está a la altura de la figura de su creador.
Es cierto que quizá haya perdido el fuego y las hormonas ya no dicten su presente, pero quedan las brasas de uno de los genios de la reciente música popular que todavía nos regala lo mejor que sabe hacer, de forma casi relajada, tranquila. Sinceramente, creo que The Divine Comedy no podrán presentar un disco malo a estas alturas porque a lo largo de veinte años han sabido readaptarse al momento sin perder la esencia, y Hannon sigue siendo el epítome del dandy británico, cool y contenido, sabio y sardónico, solo que ahora, además, con ese puntillo arrogante que sólo dan los años y la madurez. Y eso, con Jarvis Cocker en plena pitopausia y Morrissey más preocupado de que le quepa el culo en sus contraportadas que de otra cosa, es totalmente priceless these days.