[27 de junio de 2012]
Anteriormente en “Los Albóndigas graban un disco”: Hola, somos Nine Stories y nos hemos ido a un caserío perdido en los montes de Guipúzcoa a terminar el segundo álbum de nuestro grupo.
Mezclar un disco es un proceso extraño, complicado. Supongo que es parecido a estar en la sala de montaje de una película. De repente, todo parece trascendental (¿Subo esta guitarra? ¿Cuánto eco debe llevar la voz) y entra en juego la peculiar sensación de lo inamovible. Lo absurdo del tema es que es mucho más trascendental e inamovible dar por válidas las tomas de grabación en el momento que se hicieron, pero la idea sólo se instala en nuestras mentes en la parte de mezcla.
Si se tiene en cuenta que una canción puede tener de media, no sé, 16 pistas y que nosotros hemos hecho 16 temas en total, la cuenta da como resultado una buena empanada mental. Pero hay trucos, claro. Lo primero es ecualizar la batería -trabajo del técnico, por supuesto-. Una vez que tienes en su sitio bombo, caja, platos y demás, la canción ya tiene una espina dorsal sobre la que asentarse. Si le añades el bajo, definitivamente es un principio. La locura entra con guitarras, órganos, voces y cualquier otro instrumento que se haya metido. La intención, lógicamente, es la de dar con la mezcla perfecta, sólo para darse cuenta una vez más de que el principio socrático impera. Hay infinitas mezclas válidas posibles y, cuánto más trabajas en una de ellas, más te das cuenta de que estás perdido.
Nuestra suerte es que Kaki (productor, ya hemos hablado de él en anteriores entregas) es un tipo afable que sabe lidiar con los músicos y con estas situaciones. Él suele bromear con que no es un ingeniero de sonido, sino un psicólogo. Mantiene la teoría de que es mucho más importante empatizar, entender y animar al músico que cualquier decisión técnica que se pueda tomar. La verdad, creo que tiene razón. Un ejemplo: el otro día nos contaba cómo fue el proceso de grabación de un disco de un conocido músico indie español que se vino a Gárate con la metadona bajo el brazo. Tuvo que ser hardcore el tema. Nos hablaba Kaki del carrusel de emociones que puede experimentar un adicto en una situación así y conveníamos con él que efectivamente un curso de psicología se antojaba imprescindible. Por cierto, ese músico se fue dejando un agujero de diez mil euros que todavía no ha tapado, casi diez años después.
Por la tarde, cuando terminamos de trabajar, ya con el disco a punto de caramelo, nos fuimos a cerebrarlo a Donosti. Sin Javi y Jorge, ya en Madrid, la fiesta no fue lo mismo, pero estuvo bien. Cenamos en un restaurante en el barrio de Antiguo que une gastronomía vasca y japonesa y dimos un paseo desde Miracontxa hasta el Peine del Viento. Fue maravilloso y provocó un encendido debate sobre si es mejor vivir en San Sebastián o en Madrid. El hecho de que ayer hiciera un clima magnífico, que la ciudad estuviera preciosa y que nosotros estuvieramos (por un rato) de vacaciones hacía difícil un análisis objetivo. Nunca he vivido en Donosti y la verdad es que, desde fuera, da la sensación de que debe ser un con una calidad de vida tremenda. Pero tengo varios amigos donostiarras que salieron espantados de allí al grito de “es una ciudad aburridísima”, así que no sé. En todo caso, como no tengo dinero -ni creo que lo vaya a tener- para vivir en una de las alucinantes casas que se ven en La Concha, en Ondarreta o en el propio Gros, pues un problema menos.
Nos queda ya poco tiempo aquí. Nos llegan noticias de que Madrid se ha convertido en un horno y se junta la vuelta con la incipiente constatación de que ya echamos de menos Gárate, aunque ni siquiera nos hemos ido. Hay muchas cosas que voy a añorar de este lugar bucólico e idílico. Creo que la mayor va a ser despertarme sin escuchar el silencio (en realidad, muy sonoro) del campo. También que en Madrid se difuminará indefectiblemente el sentimiento de familia, unión, compromiso y propósito que impera aquí. Hoy hace viento y todavía no he salido a la calle, pero se diría que hace fresco.
Un abrazo a todos,
[Nacho Ruiz]
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BONUS TRACK (especialmente dedicado a nuestros amigos barbudos gastrónomos del barrio de Sant Antoni)
Top 10 de platos que hemos ingerido estos días.
1. Merluza a la parrilla con aceite de trufa. Mamutzar (Hondarribia)
2. Revuelto de hongos. La Cepa (Donosti)
3. Carrilleras de rape. Txubillo (Donosti)
4. Langostinos a la plancha. Mayflower (Getaria)
5. Pimientos rellenos de bacalao. Beti Alai (Tolosa)
6. Mejillones a la marinera. Le Moule (Biarritz)
7. Bonito encebollado. Hiru (Andoain)
8. Tarta de queso casera con arándanos. Mamutzar (Hondarribia)
9. Alcachofas con setas. Hiru (Andoain)
10. Piperrade. Les Halles de Poisson (San Juan de Luz)
No me puedo olvidar de los arroces con verduras que preparó Alondra, del potaje de vigilia de Jorge y de los espaguetis a la boloñesa de Mikel. Buenísimos todos.