La doble transfiguración de Dent May… Le conocimos inicialmente cuando se presentó en sociedad con su irremediablemente encantador «The Good Feeling Music of Dant May & His Magnificent Ukelele» (Paw Tracks, 2009). Vale que muchos ya le apreciábamos antes bajo su alter ego Dent Sweat, pero fue a partir de que el sello de Animal Collective le fichara y lanzara al mercado un álbum tan poco Animal Collective como el mencionado cuando fue inevitable sentir una simpatía infinita hacia aquel tipo con pinta de nerd feucho que se arregla lo más grande para asistir al baile de promoción (sus fotos de promo vistiendo à la Hugh Heffner son de órdago). Sus canciones, un pop sixties simplificado a la vez que sublimado por la ramplonería de su ukelele, hacían pensar en un Sufjan Stevens que, en vez de haber sido criado por unos hippies en páramos campestres, más bien ha crecido a la lumbre del coolism intrínseco de Williamsburg y Portland. Por eso muchos nos quedamos de piedra cuando, en su gira de presentación de «The Good Feeling Music of Dent May & His Magnificent Ukelele«, aquella imagen de looser con piel de hypster se esfumó en un aire viciado por el humo y el déficit de higiene de un rollito mucho más cercano a, pongamos, Ariel Pink. En aquel momento ya se pudo ver y escuchar que Dent empezaba a perderle afecto a su ukelele; pero aunque aquella primera transfiguración hiciera intuir que May quería tirar hacia un rollito musical cercano a John Maus en versión crooning, al final parece que su segunda transfiguración ha ido a parar a otro lugar…
Y es que «Do Things» (Paw Tracks, 2012), el tablero de juego sobre el que se ha formalizado la segunda transfiguración, al final tampoco tiene tanto como podría pensarse de ese juego de crooning chill-wave. Sí que es cierto que, por momentos, la referencia ochentosa se magnifica aquí de tal forma que es inevitable pensar en qué pasaría si los nombres mencionados (Ariel Pink, John Maus… Añadamos Part Time) conservasen su mitomanía hacia la década dorada pero la ordenaran en un sonido limpio, sin brumas analógicas, y lo regaran todo con una brillante voz que se aleje del canallismo multicolor y se acerque a los postulados del crooning más clasicote. Suena brillante. Y lo es… A ratos. Ahí queda el cacharrismo estilizado de «Don’t Wait Too Long«, los espacios cósmicos de «Wedding Day» o los sintes zumbones de «Home Groan«, pruebas fehacientes de que a aquello que se le dio en llamar post chill wave todavía le quedan vías de escape inexploradas. Aunque sean vías de escape, todo sea dicho, que tampoco llevan demasiado lejos: las nuevas posibilidades se acaban agotando pronto, demasiado pronto, sin llegar a un mayor calado que el de un fugaz enamoramiento de verano. Y es precisamente en esa cualidad estival donde reside la mayor particularidad de esta segunda transfiguración (porque, la verdad, si todo se quedara en lo dicho, más bien sería una transfiguración y cuarto).
Donde «Do Things» pilla por sorpresa es en el canibalismo de la coartada veraniega que apunta en diferentes direcciones. Lo primero que se ha de pensar al ver la portada es, evidentemente, en el ascendente de Tennis, aquí presente también al notarse en todas y cada una de las canciones que, tal y como ya ocurría en su primer álbum, Dent también bebe de las girl bands sesenteras a la hora de ensamblar los esqueletos emocionales de unas canciones que remiten continuamente a aquella ñoñería algo naïve (pero humilde) que parecía imposible repetir después del no future punkorro setentero. Vamos, que ha pasado de ser la versión hypera de Sufjan a postularse como el hermano bastardo de Jens Lekman (hijos los dos, evidentemente, de Karen Carpenter) o la versión menos hardcorde-thinking de Mayer Hawthorne: los estribillos de «Rent Money» y «Best Friend«, los dos actos más elevados del álbum, supuran rollo barber shop por todos los costados. Pero la vertical del verano sigue brillando poderosamente, también, en la estrella polar que guía todas las composiciones de «Do Things«: la influencia superlativa de The Beach Boys, que convierte el pop esquelético de ukelele de su anterior álbum en algo ni tan descarado como lo de The Explorers Club ni tan abstracto como lo de Panda Bear.
Lo de la segunda transfiguración de Dent es pop que engancha a base de canciones accesibles e instantáneas… Pero también es algo que se intuye desde el principio que se agotará cuando se acabe este verano que ha intentado atrapar como quien caza luciérnagas destinadas a morir una vez dentro de tarros sin respiradero. En «Do Things«, May ha dejado de lado completamente el ukelele: estaba claro que no podría ni querría repetir la jugada de «The Good Feeling Music of Dant May & His Magnificent Ukelele«. Pero lo cierto es que, al final, la segunda transfiguración de May suena a melée de otros géneros y referencias que ya están siendo explotados con mayor acierto aquí y allá. Está bien que todo artista siempre intente mutar, cambiar, evolucionar. Pero no si eso va en detrimento a su propia personalidad, no si disgrega más que define… Inevitable sentir nostalgia por aquel nerd vestido como para pasear por la mansión Playboy.
[Raül De Tena]