Qué duro y frustrante resulta ver cómo se te escapa un sueño entre las manos… y qué presión se siente cuando te encuentras ante la última oportunidad para poder triunfar o demostrar que vales para aquello que anhelas. Y ya no hablo sólo de la parcela artística que aquí nos ocupa, sino en cualquier ámbito de la vida: es un sentimiento nada agradable. Recientemente leía una entrevista a Brian King, mitad y vocalista del dúo Japandroids, que en su debut «Post-Nothing» (Polyvinyl, 2009) se habían jugado todo a una carta, encomendándose al ‘destino’ para decidir si continuaban trasteando con la música o finalmente daban por finiquitado ese sueño que habían puesto en marcha en su etapa en la Universidad de Victoria. El ‘destino’ (o más concretamente los caprichosos gustos tanto de la crítica como del público) decidió darles una oportunidad desde el momento que pudo disfrutar de los primeros adelantos de ese magnífico primer disco que se marcaron. Temas como «Young Heart Sparks Fire» o «The Boys Are Leaving Town«, que increíblemente ya empiezan a sonar lejanos, fueron algunos de los hits de aquel 2009 que convirtieron a la pareja de Vancouver en uno de los estandartes de una escena noise americana también representada por bandas como No Age, Titus Andronicus o Ty Segall.
Lo que ocurrió después de que Japandroids salvaran esa bola de partido le dio todavía más valor a la insistencia de una pareja que ya daba por perdida su carrera musical: presentaron «No Singles«, una colección de antiguas grabaciones incluidas en varios EPs previos a su primer larga duración que venía a confirmar que estos chicos habían sido injustamente ignorados pese a tener en su haber hits del calibre de «Darkness on the Edge of Gastown» o himnos pro-canadienses como la incendiaria «No Allegiance to the Queen«. Pero no todo va a ser llorar pues, al fin y al cabo, acabaron gozando de esa oportunidad que tanto ansiaban… y vaya si la aprovecharon. Comenzaron a tocar en cualquier garito en que se lo permitieron y fueron labrándose una fama de ofrecer shows vibrantes y rebosantes de energía, virtud que les permitió poner patas arriba (por poner un ejemplo) el Primavera Sound en uno de los mejores conciertos que se recuerdan en la edición de 2010. Sin embargo, no fue hasta que consiguieron firmar por un sello como Polyvinyl Records (seguramente el factor diferencial en su incipiente carrera) que recibieron el empujón causante del crecimiento exponencial que han tenido durante los dos últimos años. Si a todo lo anterior le sumamos, además, esas notables series de singles que habían dejado caer con cuentagotas, resulta bastante obvio imaginar el por qué de la expectativa que estaba generando el sophomore de los americanos.
Pues bien, «Celebration Rock» (Polyvinyl, 2012) ya está aquí y esta vez sí que vamos en serio: no tiene nada que envidiar a su predecesor. Es más, me atrevería a decir que es un trabajo más completo… Y me explico. Si tuviéramos que destacar lo más característico en un disco como «Post-Nothing«, nos podríamos quedar con la urgencia que transmite, el ruido de una guitarra y una batería apabullantes, ese equilibrio acertadísimo entre la parte melódica y la instrumental o esa interpretación bastante original de ese tópico tan manido en el mundo de la música que es el amor. Y resulta que su sucesor recoge el guante de todo esto y lo lleva un paso más allá, pues si bien hay temas que vienen a funcionar como puente entre los dos álbumes, como puedan ser «Evil’s Sway» o «For the Love of Ivy«, la realidad es que el trabajo en su conjunto suena con un poco más de claridad y precisión, ya no sólo en las partes vocales de Brian sino también en el infravaloradísimo trabajo de un David inconmensurable a las baquetas. De todas formas, ya no sólo se trata de una mejora en la técnica desplegada, pues también es apreciable un gusto por las melodías más redondas, como si trataran de crear composiciones destinadas a llenar recintos más grandes de los que por popularidad les tocan. Y ese hambre, qué quereis que os diga, mola. Porque hoy en día no es tan fácil encontrarse en un disco de ocho cortes con cuatro temazos absolutos como son «The Nights of Wine and Roses«, «Fire’s Highway«, «Younger Us» o «The House That Heaven Built» y, después de todo, todavía tener las narices de cerrar con ese ¿medio tiempo? precioso que es «Continuous Thunder«, seguramente en la faceta más tranquila de Japandroids que hemos escuchado hasta la fecha.
Y es que pocas veces el nombre de un trabajo resultó tan concordante con su contenido. Es como si los de Vancouver quisieran celebrar, himnos hooliganescos mediante, la llegada del éxito en una carrera que si bien hace tres años atrás ya daban casi por perdida, ahora están consolidando como debe hacerse, canción a canción y concierto a concierto. «Celebration Rock» es, sin duda alguna ,uno de los trabajos de lo que va de temporada: una auténtica confirmación de una banda sobre la que recayeron ciertas dudas relacionadas con su capacidad para mantener la forma tras ese magnífico debut… Dudas que Brian King y David Prowse se han encargado de disipar de un plumazo, sacudiéndose a golpe de riff de guitarra toda la presión que podían tener encima con un auténtico discazo.