SÁBADO 30 DE ABRIL DE 2012: 24 HOUR PARTY PEOPLE
Nuestro último día activo en Manchester (al día siguiente cogíamos el avión de vuelta de Jet2 a las ocho de la mañana) estuvo marcado casi en su totalidad por la música. Ya habíamos vivido la parte turística de la ciudad y también respirado de su esencia más futbolera (como expliqué en la segunda entrega de este viaje), y ahora tocaba zambullirse por completo en el otro factor que hace de la capital mancuniana uno de los epicentros musicales europeos: el sonido Madchester. Y para ello contamos con un embajador de lujo: Craig Gill, batería de The Inspiral Carpets y Doctor Honoris Causa en todos los tejemanejes madchesterianos. Craig está al cargo de Manchester Music Tours, una original compañía que, aprovechando la increíble cultura y conocimientos de su creador, se encarga de hacer rutas temáticas por la ciudad con coartada musical.
Así, con ellos se puede visitar el Manchester de The Smiths, The Stone Roses, Joy Division o uno más genérico que es el que pudimos disfrutar nosotros, que te lleva por todos los highlights musicales de la ciudad. Con Craig estuvimos en las puertas de The Boardwalk (el mítico club donde tocaron por primera vez James y The Happy Mondays y que baneó a los Stone Roses), visitamos lo que un día fue la Haçienda de Tony Wilson (donde Craig fue dj residente y que hoy en día son unos apartamentos que lucen con orgullo un cartel que recuerda lo que un día fueron) y estuvimos delante del piso en el que Noel Gallagher escribió los dos primeros álbumes de Oasis (entre las muchísimas anécdotas que atesora Craig, nos contó que Noel se presentó a guitarrista de The Inspiral Carpets y lo desecharon… Pero les cayó tan bien que lo contrataron de roadie hasta que decidió formar su propia banda). El anecdotario de Gill es inabarcable, por eso es interesante hacerse con el libro que tiene junto con Phil Gatenby, «The Manchester Musical History Tour» en el que vuelca todas sus experiencias, conocimientos y que es una completa Biblia de bolsillo de todo lo que se coció musicalmente en Manchester durante las últimas décadas del siglo XX. Como buenos groupies y guiris satisfechos, le compramos a Craig una copia de su libro, que nos firmó muy amablemente durante la comida.
Después de la intensa y emocionante ruta musical, tocaba comer. Lo hicimos en el Rosso Restaurant, un impresionante restaurante italiano mega-fashion ubicado en King Street (casi en la misma esquina que el de Jamie Oliver, que nos quedamos con ganas de visitar) propiedad de un capitán del Manchester United en el que comimos abundantemente y bien, aunque nos pareció, quizá, demasiado «poser» y perfecto para nuestro gusto.
Tuvimos la tarde libre para poder dedicarla a hacer compras y disfrutar de la ciudad a nuestro aire. Así fue como llegamos a Afflecks, un edificio situado en el Northern Quarter (fue la zona por donde nos movimos aquella tarde) dedicado al comercio más, ejem, «indie». La mejor forma de describirlo es decir que es como un mercado de Fuencarral en versión mancuniana. Pero, claro, teniendo a nuestro lado a alguien como Craig Gill, no pudimos evitar aprovechar la ocasión y pedirle que nos recomendara buenas tiendas de vinilos y un par de sitios para salir por la noche. Nos apuntó unos cuantos nombres interesantes en el mapa, de los que visitamos tres en una particular romería que acabó siendo de lo más surealista. Llegamos a una de las tiendas (Vinyl Junkies, creo que se llamaba) y el propietario nos dijo que cerraba porque había quedado (eran las cinco de la tarde, cuidao). Estuvimos unos minutos (le dejamos bien clarito al señor que íbamos dispuestos a dejarnos dinero en sus vinilos) en los que apenas pudimos mirar una milésima parte de las cubetas que ocupaban la tienda. Nos echó… Y nos fuimos derechitos al segundo spot marcado en nuestro mapa, como exploradores en busca de un tesoro. Estaba a unas tres calles. Entramos y el propietario de esta nos dijo que cerraba en breve. Nos quedamos estupefactos cuando vimos al dueño de la primera tienda partirse de risa a nuestra costa: habían quedado los dos. Así que nos vimos a las cinco y cuarto en la calle y sin vinilos. Intentamos en una tercera tienda a la que tampoco pudimos entrar porque el dueño, simplemente, se iba. No eran ni las seis de la tarde. Moraleja: niños, si queréis comprar vinilos en Manchester, la gran ciudad musical, intentadlo por la mañana. Porque por la tarde es poco menos que imposible.
Por la noche nos empeñamos en cenar en un típico pub mancuniano. Sí, habíamos comido de lujo todos estos días, pero nos apetecía mezclarnos con la fauna de verdad, beber pintas de cerveza y comer en plan cerdo, la verdad sea dicha. Buscamos y buscamos y dimos con nuestros huesos en The Waterhouse, que cumplía con todas nuestras expectativas: interior enmoquetado, mucho ajetreo, algún borracho que nos soltó una proclama pro-Manchester United (la única, porque ya os dije que todo el mundo que habíamos conocido era hincha del City) y una comida que nos dejó casi al borde del coma gastronómico, con la barriga llena y felices.
Encaramos entonces hacia The Factory, el club que hoy alegra la noche de la juventud mancuniana pero que un día fueron las oficinas de la troupe de Tony Wilson: un edificio de tres plantas con varias salas donde la pachanga más pachanga que se podía escuchar eran The Libertines. No quiero hacer ningún comentario esnobista, pero la cuestión musical en Gran Bretaña es casi de otro planeta para nosotros, que tenemos que aguantar cosas como El Pescao y otras mierdas por todas partes. Vimos mucha cacha femenina mancuniana, de nuevo certificamos que las mujeres inglesas son de otra raza (no necesariamente superior, simplemente más preparadas para el frío, a tenor de la poca ropa con la que salen aún sufriendo bajas temperaturas en la calle), nos sentimos viejos y cansados y volvimos a nuestro hotel con la impresión de haberle sacado bastante jugo a la ciudad soñada. Eso sí: acordamos volver un día y cerrar de buena mañana The Factory, que es como se merece clausurar un viaje al epicentro del sonido Madchester. Lo que significa: Volveré.
[Estela Cebrián] [FOTOS: Estela Cebrián + Raül de Tena / Fotografía de Craig Gill firmando el libro: Elisenda Soriguera]