“Do I really need to give an introduction?” Esta es la primera frase que se escucha en “The National Health” (V2 / Music as Usual, 2012), cuarto álbum de Maxïmo Park. Y es también la primera de las varias preguntas (directas e indirectas) que Paul Smith se hace a lo largo del disco, acompañada de una minúscula mención a su hoy y de la sentencia sobre su ayer que da título al breve corte inicial: “When I Was Wild”. Si se unen esos enunciados, la conclusión que se obtiene resulta confusa: por un lado, parece que el de Billingham viene a decir que, a estas alturas de su carrera, no necesita ofrecer ningún tipo de explicación para presentarse; por otro, da a entender que, al fin y al cabo, ya no es el de antes, aquel tipo al que se le aceleraban el pulso y el corazón al instante sombrero en mano. Esta teórica revelación introductoria, construida sobre piano y cuerda y de ritmo pausado, contrasta sobremanera con “Wraithlike”, el puñetazo sónico que abría el anterior trabajo del conjunto de Newcastle, “Quicken The Heart” (Warp, 2009), en cuyo título aparecía una nada velada alusión a sus características subidas de tensión. Se podría pensar que, como le ocurre a cualquier ser humano, el tiempo no ha pasado en balde para él.
Teniendo en cuenta los hechos acaecidos en los últimos tres años (el propio Paul Smith publicó su obra de debut sin sus compañeros habituales, “Margins” -Billingham / Nuevos Medios, 2010-; y el grupo vivió un importante cambio de hogar discográfico, mudándose de Warp a V2), no había duda de que sus consecuencias deberían condicionar los siguientes movimientos de Maxïmo Park, relativamente desmarcados, ya metidos en la segunda década del siglo XXI, de aquella etiqueta artificial del revival post-punk nuevaolero británico que tantos réditos había proporcionado al quinteto y a sus otros destacados representantes (Art Brut, The Futureheads, The Rakes, Bloc Party, Franz Ferdinand, etc.). Sin embargo, quedaba por despejar la incógnita más relevante de su nueva ecuación, la que ocultaba la dirección estética del grupo dentro de su estilo acostumbrado, reconocido e innegociable: ¿mayor derivación hacia el pop como en su anterior LP? ¿Giro rotundo hacia el rock? ¿Recuperación de sus esquemas post-punk originales pero adaptados a la modernidad del momento?
Estas preguntas pueden tener ahora poco sentido toda vez que los dos adelantos de “The National Health”, la homónima “The National Health” (briosa, veloz y de trasfondo social, en consonancia con la precedente “The Kids Are Sick Again”) y “Hips And Lips” (en la que el agitado y omnipresente teclado de Lukas Wooller planea sobre una potente base de aroma krautrock en la que se incrustan dos de las palabras favoritas de Smith) ya las respondieron de una tacada y pusieron a los más incrédulos sobre la pista adecuada. Porque, justamente, son los cortes que, uno detrás de otro, hacen estallar en mil pedazos el sorprendente mensaje que el bullicioso líder de Maxïmo Park susurra en el arranque del disco. Tras ellos, la firme y bombástica batería de Tom English y el bajo grave y milimétrico de Archie Tiku apoyan e impulsan los riffs guitarreros de Duncan Lloyd (que ganan en peso y electricidad) mientras la voz de ‘Scooby’ Smith va desgranando historias cotidianas que giran en torno a la degeneración de la vida actual y, sobre todo (aquí no hay ninguna sorpresa), alrededor del amor: eternas esperas, despedidas, desventuras, desengaños, jugarretas inesperadas, grandes esperanzas rotas… Es decir: el argumentario tradicional de los de Newcastle, amplificado en el estudio de grabación por el afamado Gil Norton, que repitió colaboración después de intervenir en “Our Earthly Pleasures” (Warp, 2007).
Por otra parte, “The National Health” se muestra como la sublimación de la progresiva calma que el quinteto ha ido aplicando a la urgencia e inmediatez explosivas que definían sus pasados saltos acrobáticos: muy lejos queda el alto voltaje casi punk de “A Certain Trigger” (Warp, 2005), cuyas aristas se fueron limando en cada referencia publicada posteriormente hasta obtener una fórmula que no pierde eficacia melódica (“The Undercurrents” desliza su estribillo entre coros y fraseos de irremediable poso melancólico; la rimbombante “Reluctant Love” confirma, como diría Morrissey, que el pop-rock también admite la inclusión de adjetivos cultos; y “This Is What Becomes Of The Brokenhearted” continúa, piano épico mediante, la línea trazada entre las clásicas “I Want You To Stay”, “Books From Boxes” y “Calm”) e intenta dominar la rabia desbocada de antaño a través de ejercicios contenidos de pop poderoso y robusto con Wooller apretujando su sintetizador (“Write This Down”), Lloyd dando latigazos con las seis cuerdas (“Until The Earth Would Open”) y, en último término, Smith gritando alto y claro (“Banlieue”, “Wolf Among Men”).
El núcleo duro del repertorio de “The National Health” discurre a toda velocidad, sin paradas innecesarias, según un calculado ritmo respiratorio, aunque el rastro que deja tras de sí no es tan profundo ni marcado como los de sus antecesores: en este caso, se precisan varias escuchas para que los versos, brincos entre estrofas y requiebros rítmicos se acaben clavando en el cerebro sin compasión. Ese efecto magnético retardado se pierde dolorosamente en el tramo final (y sobrante) del álbum, en el que la banda se autocomplace (“Take Me Home”), se mueve a piñón fijo sin rumbo (“Waves Of Fear”) y se relaja (la acústica “Unfamiliar Places” parece un descarte del disco en solitario de Paul Smith) hasta abandonar su tirante nervio bien controlado, como dando y, a la vez, quitando la razón al pronunciamiento que su cantante emite en el comienzo del álbum.
Él confiesa que era salvaje. Maxïmo Park, también lo eran. Aunque, en realidad, no han perdido su esencia primitiva: continúan lanzando su discurso agudo y diáfano y llegando al corazón con energía. Pero, inevitablemente, se aprecia y se confirma que, como le sucede a cualquier ser humano y le ocurrió al mismo Paul Smith, para la banda el tiempo tampoco ha pasado en balde.