El tema sitcoms está desde hace tiempo bastante jodido, eso ya lo sabemos todos. Rondan todavía por ahí un puñado de veteranas que ya deberían haber pedido papas hace tiempo, algunas agradables (y muy livianas) excepciones («Cougar Town«, «Happy Endings«) y, bueno, «Modern Family«, que sigue reinando como buena tuerta en el país de los ciegos. Así que cada vez que nos llega una nueva tendemos a ignorarla por defecto o a darle una oportunidad, bien porque hay caras / nombres conocidos sobre el papel (nos ocurrió este año con la «New Gir«l de Zooey cara-de-gatito-adorable Deschanel) o bien porque empieza por ahí a sonar un runrún de “oye, pues ésta no está mal, échale un vistazo”. Este segundo ha sido el caso de «Don’t Trust the B—- in Apartment 23«, que arrancó casi de tapadillo una minitemporada muy tardía (no parece que la cadena tuviese demasiada fe en ella) y que al final nos ha sorprendido agradablemente a todos, probablemente beneficiándose del nulo nivel de expectativas.
La premisa de «Apartment 23» es de lo más básica: extraña pareja. Zorrón neoyorquino comparte piso con pringada de pueblo con tronchante resultados. No hay más. Por si a alguien le interesa, la primera es Krysten Ritter (un saludo desde aquí a los cuatro tarados que vimos Gravity en su momento) y la segunda, Dreama Walker, a la que tenemos reciente en la memoria como la novia del hijo de Alicia Florrick en (pongámonos de pie y lavémonos la boca con jabón) «The Good Wife«. Pero, eh, ¿sabes qué? Que el piloto está muy bien. Que tiene gracia y ritmo y una mala hostia muy de agradecer y también muy sorprendente viniendo de un producto de la cándida ABC. Donde normalmente los pilotos de comedia encallan (el 95% son un desastre: pensad incluso en el de vuestra favorita), la serie de Nahnatchka Khan (curtida sobre todo como guionista de «American Dad«) se las apaña para salir del apuro sin problemas y, para cuando ves la escena del apocalipsis en la oficina (momento absolutamente desquiciado, irresistible), ya te tiene en el bolsillo. Redondeamos la jugada con James van der Beek haciendo de… James van der Beek, una pirueta que siempre se agradece (autoironía meta-trash, ese recurso infalible) y que ayuda a darle a la serie ese aire de cachondeo sano que le será imprescindible si quiere mantener la frescura.
El hecho de contar con una primera temporada tan corta puede ser muy bueno o muy malo. Desde el punto de vista del negocio, es probable que sea bastante contraproducente (ahora que la gente empezaba a engancharse y la serie despegaba, cortas por lo sano y vaya usted a saber si en septiembre el público se acordará de ella), pero en lo artístico creo que le puede venir bien. Porque, una vez con las cartas sobre la mesa, «Apartment 23» tiene que pulir bastantes cosas y pensar hacia dónde quiere tirar. Tiene que plantearse, por ejemplo, cuánto recorrido tienen algunos chistes (las bromas sobre Dawson no pueden ser eternas), si puede / quiere aguantar ese autoimpuesto ritmo de chiste cada diez segundos a lo «30 Rock» o prefiere relajarse, y si tiene algún plan para introducir nuevos personajes o hacer evolucionar los que ya tiene, porque con tan pocos elementos (por mucho que los que tiene funcionen) da la sensación de que se va a quedar sin balas bastante pronto. De hecho, los dos últimos episodios ya han dado una cierta sensación de que la serie se desinfla, algo bastante alarmante después de tan sólo siete entregas. Considerando el tono, las intenciones y demás, supongo que lo fácil sería pensar que esta era una serie “más bien para el cable”, pero en este caso creo que no. Si algo tienen las comedias de networks es capacidad de reacción, de ir cambiando cosas según ven que algunos elementos funcionan o no. Aquí lo hemos visto, por ejemplo, con ese vecino pajillero al que había que mover de la ventana porque no daba para más (y así lo han hecho) y confiamos en que apliquen el mismo modelo al resto de luces rojas.
Seguro que te apetece una serie nueva y divertida, de esas en las que los veinte minutos vuelan, y que además te sirva siempre un par de momentos gloriosos para el recuerdo (James van der Beek protagonizando la nueva de Guy Ritchie es El Gag del Año, señores). Por eso y porque no hay competencia, es imposible no recomendar de momento «Don’t Trust the B—- in Apartment 23«. La próxima temporada, eso sí, veremos si ha sido flor de un día o de verdad tenemos comedia para rato.