Desde Dead Can Dance no existía un grupo que se atreviera a dar empaque y fuerza a la voz como un instrumento más, como el hilo conductor de las melodías que las enriquecía y mejoraba y no como mera protagonista. Hasta que llegaron Sigur Rós y reventaron los preceptos de nuestra concepción musical y del pop contemporáneo. En sus discos, la voz de Jónsi se alzaba como un haz de luz dentro de las disgresiones espacialistas de sus canciones y lo ponían a la cabeza de vocalistas de nuestra era, capaz de modularla a su antojo y de relatarnos fábulas en islandés al oído (aunque también soy de la opinión de que seguro que en alguna nos la han colado y recitaba el Padre Nuestro y nosotros tan contentos). El vitalismo que desprendía «Hoppíppola» se hizo evidente en «Með Suð Í Eyrum Við Spilum Endalaust» (XL, 2008) y todos supimos que después solo existiría el cambio, que otro «Agaetis Byrjun» (PIAS, 1999) ya no era posible, que Sigur Rós habían visto la luz del sol y no querrían acostarse nunca más.
Lo que resultó realmente, y después de saber que todas las canciones de «Go» (XL, 2010) ya las había escrito Jónsi pero que jamás les encontró un lugar en el cancionero de la banda: es que el cantante se había convertido en una suerte de Andrómeda amarrada a la piedra mientras el mar le escupía sal a la cara y el Kraken amenazaba con hundir su creatividad. Por eso, que se decidiera a dar un paso enfrente y sacar un disco en solitario es lo mejor que nos podía pasar a todos. Máxime cuando el resultado es una maravilla de la categoría de «Go«. ¿Flipada yo? Sí. Absolutamente. Pero a ver si hay alguien que tenga narices de ponerse este disco (qué digo, sólo con la primera canción, «Go Do«, ya es suficiente) y que no le entren ganas de irse a la playa a recoger conchas y mandarlo todo a tomar por culo. «Go» es el disco optimista de Jónsi, su Gran Escapada, su fuga en el espacio y el tiempo, sus canciones son sus propios himnos a la libertad estrenada y no hay en él ni un segundo para la oscuridad y la depresión, aunque sí para el recogimiento y la nostalgia. Jónsi sigue siendo ese duende que un día se escapó del Centro de la Tierra y vino para alumbrarnos y cantarnos en nuestras tristes vidas, pero ahora le permiten juguetear con cosas que hasta entonces no parecía ni conocer. Sus cómplices en esta ocasión son Nico Muhly, el superdotado arreglista americano que bañó en oro el «Veckatimest» (Warp, 2009) de Grizzly Bear, que le ha enseñado a afinar cuerdas y sacarle brillo a los aires y el percusionista finlandés Samuli Kosminen, que se encarga de acelerarle el ritmo cardíaco a un disco de sístole superdesarrollada.
Así, en la huída hacia delante de Jónsi Birginsson hay hits de pop luminoso como el primer single «Go Do«, experimentación electrónica jamás pensada en su anterior andadura como «Animal Arithmetic» y nanas melancólicas como «Boy Lilikoy«, quizá la canción que más se acerque a la estructura clásica de canción pop de nuestros días. Pero Jónsi sigue siendo Jónsi y la vida en Sigur Rós fue larga: aunque predominan las canciones de mañanas exultantes, en «Go» también hay momentos para la digresión mística y la melancolía empañada y romántica. «Tornado» (qué bonito “You grew lik a tornado, you kill me from the inside”) y «Sinking Friendships» pasarán por ser dos de las canciones más bonitas que sonaron en este 2010. Todas canciones suspendidas en el tiempo, en un cielo abierto y sin nubes y regadas por la brisa marina y el salitre. Canciones demasiado grandes para no ser tenidas en cuenta, que crecerán con el paso de los años y que, personalmente espero que la marea del tiempo vaya dejando de vez en cuando a mis pies en la orilla. Por si me siento triste, por si necesito evadirme.
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