Zoofilia, transexuales, monstruos alienígenas verdes, experimentos en laboratorios secretos y chinos drogadictos. No, no es el último proyecto de David Lynch ni un nuevo cómic de Charles Burns. Pero podría serlo -salvando las distancias-, ya que David Sánchez y su reciente «No Cambies Nunca«, de la misma manera que su «Tú Me Has Matado» (Astiberri, 2010), beben de esos dos grandes maestros de lo terrorífico y retorcido como son el director de «Corazón Salvaje» y el autor de la eterna «Agujero Negro«. Con sus segunda obra, David Sánchez lo ha vuelto a conseguir. A través de una paleta de colores fríos y planos nos presenta una historia surrealista a la par que potente, con imágenes que se te quedan grabadas a fuego en la retina desde el primer momento como la rata muerta que aparece en la primera viñeta o las deformaciones faciales que afectan a algunos personajes que recuerdan al pobre Joseph Merrick, más conocido como El Hombre Elefante.
Pero no te hagas ilusiones, querido lector… Si conoces las influencias del autor y has oído algo sobre su obra, ya sabes lo que te espera. Si eres de esas personas que sólo disfruta de un tebeo con un principio y un final claro, donde todos los hechos narrados se desarrollan en una única linea temporal y eres un puto vago que necesita que se lo den todo bien masticado para que te sea más fácil de digerir, este no es tu cómic, así que deja de leer. Bien, ahora que nos hemos quedado los que de verdad disfrutamos de una buena historia, vamos a seguir. «No Cambies Nunca» es un misterio que te atrapa viñeta a viñeta, y David Sánchez sabe muy bien qué hace y, sobre todo, cómo lo hace. La férrea estructura de seis viñetas por página, esos colores mustios que recuerdan a los de un hospital (que, en el fondo, es donde se desarrolla gran parte de la historia) y los saltos temporales que se suceden a lo largo de la narración no te van a dejar dormir en mucho tiempo; o, por lo menos, te tendrán pensando y dando vueltas a cada maldito detalle para poder desentrañar el misterio que se esconde detrás de esta obra, hasta que vuelvas a tener otra cosa entre las manos para devorar… Y me refiero a otra lectura, no me mal interpretéis.
Tengo que admitir que después de haber leído dos veces este tomo sigo sin entender nada y que la primera pregunta que se te pasa por la cabeza al pasar la última página del cómic es: “Vale, ¿qué coño acabo de leer?” Pero lo dicho: ahí está la grandeza de este cómic. No sé si son las atmósferas lynchnianas o los dibujos con ese trazo limpio que tanto me recuerdan a mi querido Charles y, en menor medida, a cualquier dibujante de la escuela clásica francesa a los cuales, todo sea dicho, les tengo muchísimo menos aprecio. Bueno, en realidad ninguno. Si por casualidad se ha quedado entre nosotros algún lector de tebeos que no esté acostumbrado a este tipo de historias, déjame darte un consejo: no seas imbécil y dejate llevar por el mundo de David Sánchez. Un mundo donde te quedas en el aire, obligado a releer ad infinitum la historia para darle una última vuelta de tuerca y encontrarle un sentido. ¿Que si lo tiene? Seguramente. ¿Alguna vez seremos capaces de aclarar el misterio? Va a ser que no. Y por este motivo sólo puedo darte las gracias y decirte que, por favor, David, «no cambies nunca«.
Ah, me olvidaba. Mensaje dirigido al lector primerizo / medio de cómic (aka mi novia): este es un tomo auto-conclusivo, pero esto no te ayudará a entender mejor la historia.
[Marco Ascione]