Resulta curioso considerar aquello de que «todos crecemos en reacción contra nuestros padres» al ponderar toda la movida post dubstep. Siempre teniendo en cuenta, claro, que no estamos hablando del verdadero post dubstep (el practicado por Burial en el gigantesco «Kindred EP» -Hyperdub, 2012-), sino de ese movimiento que nos han querido vender desde ciertos medios con James Blake a la cabeza… A saber: en el trono estaría algo repantigado el autor del fundacional «James Blake» (Universal, 2011), bien escoltado por compañeros de generación como Jamie Woon o Pat Grossi (Active Child) e incluso por tímidos patológicos que huyen de las cámaras tal y como Alec Koone (Balam Acab) o Tom Krell (How To Dress Well). El Rey Blake, en este caso, parece que fue el que asentó unas bases que apelaban al retraimiento introspectivo desde lo musical hasta lo meramente estético: la música practicada por todos los artistas mencionados se ve caracterizada por una mirada hacia adentro que huye urgentemente de la mirada hacia afuera del dubstep (marcado a fuego por su voluntad de remover pies y entrañas en la pista de baile), pero es que incluso en las pintas que llevan todos ellos hay una tendencia preocupante a huir del jinchismo dubstepero y acercarse más bien al rollo lunático con serios problemas para socializar y para aguantarle la mirada a su contertulio. Vamos, un Enrique Iglesias cogiéndose las largas mangas de su jersey pero en versión cero poser y anti-choni. Y sin verrugote. Aclarando los conceptos: si el dubstep iba de matraca pura y dura, este post dubstep es más bien una oda a la timidez.
Y de timidez entiende un buen rato el londinenses Kwesy Sey, productor bregado en la batalla de freaks titánicas como Micachu o Speech Debelle que, un buen día, decidió producir para él mismo además de poner sus artes al servicio de los demás. El resultado, ya bajo el nombre de Kwes, es un debut en formato EP que ya hace tiempo que deja escuchar su zumbido fardón debido a su filiación con el sello Warp: ¿la concesión post dubstep del gigante electrónico que con cada nuevo fichaje parece decidido a ser menos y menos electrónico? Porque es cierto que la base de «Meantime.» (Warp, 2012) es preeminentemente electrónica, con una apertura instrumental de dos minutos titulada «Klee.» que parece traer directamente las tecno-brumas malrolleras de Boards of Canada hacia un presente preñado de melancolía analógica. A partir de ahí, tres canciones más le bastan a Kwes para tomar posiciones en la cohorte de James Blake e incluso para mirar con descaro más allá de las murallas del castillo construído por este monarca. «Bashful.» no sólo apela a la timidez desde su título, sino que además lo hace con una adictiva cadencia up tempo que supura un sanísimo y sanador soul implosivo. «Honey.» se aleja más todavía del paradigma tecnológico para acercarse a una versión adormecida de Baths o Gold Panda. Y la sublimea «Igoyh.» cierra el EP dejando el listón muy pero que muy alto con una percutiva visión de la balada eléctrica de bajo voltaje a la que no duda en propinar varios calambrazos a través de una guitarra que parece desbaratar la baraja de la introspección del post dubstep sin necesidad de aspavientos.
En total, «Meantime.» son tan sólo 17 minutos que suenan a presentación, a «Hola, soy Kwes y a partir de ahora vas a escuchar MUCHO mi nombre«. 17 minutos que ya no sólo hacen pensar que el post-dubstep ha matado a su propio padre, sino que las nuevas olas del (pseudo)género también van a intentar acabar con la figura patriarcal de James Blake. ¿Serán tan tímidos, introspectivos, majos, buenrolleros y con horchata por sangre que, al final, quedarán todos como amigos y Santas Pascuas? ¿O tendremos que prepararnos para ver sangre sobre el trono? Está claro que será más bien lo primero… Pero también está claro que Kwes es el mejor candidato para abrir las fronteras de este género que empieza a oler a cerrado.