El mismo día que Pep Guardiola confirmó su despedida como entrenador del FC Barcelona y el germanizado Mariano ‘Subelotodo’ Rajoy anunció el aumento del IVA (entre otros impuestos) de cara a 2013, arrancaba la undécima edición del Festival do Norte de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra), caracterizada por su perfil artístico exclusivamente nacional, en la línea de lo que había sucedido, sin ir más lejos, en el capítulo del certamen de 2007. Con todo, esta vez la eliminación de nombres foráneos del programa de la reunión gallega venía obligada por la reducción drástica de su presupuesto con respecto al año anterior, hecho que a punto estuvo de provocar la cancelación del evento. De ahí que, a pesar de que varios comentarios capturados sobre el terreno reflejaban cierta decepción por no poder disfrutar de algún elemento destacado del panorama internacional, los asistentes tuvieran que celebrar, primero, que el Festival do Norte 2012 saliera adelante y, segundo, que lo lograse con éxito, tanto a nivel musical como organizativo.
Eso sí, como suele suceder en todo festival que se precie, surgió rápidamente la disparidad de opiniones en torno a diversos apartados de su planteamiento y desarrollo: alto precio de entradas y abonos con respecto a la condición y configuración del cartel; mayor peso de la electrónica (en todas sus vertientes) en relación al pop y rock clásicos y una escasa variedad de estilos; pérdida de su esencia primigenia con el fin de cumplir objetivos comerciales; demasiado moderneo juvenil entre el público; desajustes a la hora de administrar los diferentes servicios dentro del recinto exterior de Fexdega… Más allá de quitar o dar la razón a tales apreciaciones, el Festival do Norte 2012 hizo gala de un gran equilibrio y un enorme atractivo en su oferta artística, hechos que se reflejaron en un volumen de público mayor que el pasado año (la cifra superó los 18.000 espectadores acumulados en sus dos días de duración). Es decir, que los resultados obtenidos lo ratificaron como una cita ineludible y de alta calidad dentro de la agenda musical gallega, en un momento crítico en que otros festivales clave en Galicia, como el Cultura Quente de Caldas de Reis (Pontevedra) o el Vigo Transforma, tienen su continuidad y su futuro pendiendo de un hilo.
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VIERNES 27 DE ABRIL
ESCENARIO JACK DANIEL’S. En medio de los negros nubarrones (tanto metafóricos como reales) que acechaban sobre el horizonte arousano, el sol se empeñaba en asomar cuando todo el mundo se esperaba lo contrario, dados los antecedentes lluviosos de pasadas ediciones del Festival do Norte. Sin embargo, no se podía evitar que un molesto y frío viento atravesara los laterales de la carpa que cubría el segundo escenario durante la actuación inaugural del certamen, la de Dirty Socks. Al joven cuarteto compostelano le tocó lidiar, además, con el ambiente desangelado de la siempre temida hora vespertina festivalera, con lo que fueron escasos los testigos del cambio formal del grupo, que pasó de las anteriores y evidentes influencias de Franz Ferdinand o Arctic Monkeys a la de los últimos The Horrors. Bastaba con observar la estética y analizar las inflexiones vocales de su cantante, Anxo Fernández, y con escuchar los nuevos matices post-punk aplicados a sus temas conocidos (“WWD”) y a los que se incluirán en su segundo EP, “Abandoned Warehouse” (2012), como “Lost Sense” o “Bells Under Water”. La oscuridad del primer aperitivo musical de la jornada contrastó con el colorido ochentero chillón del sonido y el estilismo de los componentes de Varry Brava.
El propósito de los murcianos resultaba sencillo: actualizar el legado de la movida española de hace tres décadas para introducirlo en una batidora de baile indie desenfadado y festivo. Sin más. Para transmitirlo a la (creciente) muchachada ansiosa por comenzar a agitar sus extremidades, su teclista, aarönsáez, no dudó en apretar el acelerador de su sintetizador desde el minuto inicial para potenciar el contenido de su estreno en largo, “Demasié” (autoeditado, 2012). De él rescataron temas de lírica tópica pero efectiva y estribillos saltarines (“No Gires” o “No Te Conozco”) y se atrevieron con una versión vitaminada de “Fiesta de los Maniquíes” de Golpes Bajos, toda una declaración de principios. Una vez despachada, el espacio secundario se había transformado por arte de magia en un lugar que mezclaba el espíritu del mítico programa televisivo «Tocata» con el desparpajo del ambiente de cualquier discoteca fetén nacional de los 80.
A sus paisanos Klaus & Kinski también les hubiera gustado montar su propio guateque, aunque bajo los cánones de su característico y poliédrico estilo, exultante en su enorme último álbum, “Herreros y Fatigas” (Jabalina, 2012). Pero en Vilagarcía (repetían aparición en el mismo horario y lugar dos años después), donde arrancaban su nueva temporada de directos, su función no llegó a cuajar del todo. Más que nada porque parte del respetable acogió a Marina, Álex y compañía con cierta indiferencia, hasta que consiguió asimilar al 100% las vibraciones de un buen puñado de sus canciones, las que se movieron desde el shoegaze de la mybloodyvalentiniana “Cumbres Profundas” hasta “Ojo por Diente”, pasando por el krautrock melodioso de “Contrato” y “Brilla Como una Estrella” y el pop poético-folclórico de “Soneto”. Puede que, precisamente, esa aparente apatía en el foso y la falsa sensación de que se estaba presenciando un show pensado sólo para fans fuesen las culpables de que la voz de Marina no llegara a abandonar su timidez totalmente ni la banda desplegara todo su arsenal sónico. Sólo hacia el tramo final, culminado por “Rocanrolear”, se advirtió la verdadera energía de los murcianos.
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ESCENARIO ESTRELLA GALICIA. Los devaneos de Klaus & Kinski con la rítmica trotona germánica del kraut sirvieron para poner a la audiencia sobre la pista de los encargados de abrir el escenario principal del Festival do Norte: Pegasvs. El dúo formado por Luciana della Villa y Sergio Pérez, colocados frente a frente, preparados para realizar un particular cara a cara, no dudaron en aprovechar y multiplicar las grandísimas bondades de su LP de debut, “Pegasvs” (CANADA, 2012), considerado, desde el mismo instante de su publicación, como uno de los mejores trabajos nacionales del año corriente. La pareja, en permanente complicidad, parecía tener muy bien definido su plan maestro, ya que movió su set de menos a más, interpretando primero las fases más calmadas y cósmicas de su álbum: “Sol de Medianoche” y “No Volverá”. Sergio manipulaba su teclado y sus cachivaches analógicos vintage con la misma habilidad que Luciana manejaba su propia máquina y desplegaba el magnetismo de su voz, sin perder un ápice de su atractivo registrado en el estudio. Los que no conocían a Pegasvs o dudaban de su solvencia sobre las tablas se toparon enseguida con una ristra de piezas cuya potencia motorik desarboló sus cuerpos y cerebros: “El Final de la Noche”, “Brillar”, “Atlántico”, “Sobre las Olas” o “La Melodía del Afilador” conservaban todo su poder evocador a la vez que salían disparadas como bolas de cañón hacia el cielo vilagarciano. La metralleta kraut-pop de Sergio y Luciana acabó siendo una de las mejores noticias del festival. Si siguen por ese camino en vivo, al mérito de poseer un disco arrebatador podrán añadir el de ejecutar un directo arrollador.
Igualmente irresistible es la propuesta de La Casa Azul, con un Guille Milkyway al frente que nada tiene que ver con el chico que hace unos años dirigía su combo retraído y apocado. Lejos, a la vez, queda la resaca post-Eurovisión que facilitó su salto al mainstream indie (¿ambos conceptos ya son compatibles?), aunque todavía se notan los efectos positivos que toda aquella marea mediática trajo consigo. Por ejemplo, que aumente geométricamente su cuota de seguidores y que estos se entreguen en sus conciertos con todas sus fuerzas. Ambos hechos se constataron en Vilagarcía, a lo que el productor y multi-instrumentista barcelonés (flanqueado por sus escuderos cibernéticos -Gregorio y Álvaro, al mando de las bases y las percusiones- y reforzado por unos magníficos juegos visuales) respondió con un show luminoso, estruendoso y repleto de felicidad pop. Tal euforia irisada se alcanzó tan pronto como finalizó la intro al más puro estilo ‘dramón fílmico setentero’ y comenzó a explotar “Los Chicos Saltarán Hoy a la Pista”, uno de los highlights de “La Polinesia Meridional” (Elefant, 2011), el álbum de la consagración absoluta de La Casa Azul del que Guille extrajo también “Colisión Inminente (Red Lights, Red Lights)”, la ramoniana “Europa Superstar” (con recuerdo en las pantallas a Sarkozy y Merkel incluido; sólo faltaba ver a Rajoy arrodillado entre ellos…) y “Fiesta Universal”, indicativa de lo que estaba ocurriendo en la explanada de Fexdega. Entre coreografías perfectamente sincronizadas con las imágenes que emitían los LEDs traseros y descansos para sentarse al piano y abordar alguna de sus baladas, Milkyway retrocedió en su discografía hasta dar con “No Más Myolastan” o la joya de bubblegum-pop “Superguay”. Con tanto chicle sobre el escenario y amor a mordiscos y a chorrón entre el público, el espectáculo audiovisual sólo se podía rematar de una manera: con “La Revolución Sexual” cantada a pleno pulmón en modo karaoke colectivo, esperado cierre que permitió elevar la figura de Guille a la del ídolo pop ideal que las nuevas hornadas de españoles alternativos (o no) deberían seguir con adoración.
Esta clase de estampas empalagosas y pasteleras son las que rechazan los militantes acérrimos e inquebrantables de Los Enemigos, que aguardaban como agua de mayo (o más bien, de abril) el retorno a Vilagarcía de los madrileños doce años después de su primera actuación en el certamen arousano y diez tras el anuncio de su separación. Los veteranos de la guerra ‘enemiga’ colmaron sus expectativas al comprobar cómo Josele, Fino, Chema y Manolo descargaban sin remilgos sus bombas eléctricas de rock de pura cepa: “John Wayne”, “Brindis”, “Desde el Jergón”, “Septiembre”, “Todo a Cien” o “La Cuenta Atrás” desfilaron según el paso que marcaban la voz curtida de Josele y los riffs galvanizados que escupía la guitarra de Chema. Ante tal desparrame de incunables rockeros, sus numerosos y fieles discípulos sólo acertaron a despedir al grupo gritando proclamas futboleras y, quizá, pensando que, aunque Los Enemigos regresaron por la pasta, la excusa se aceptaba porque había merecido la pena volver a verlos reunidos en carne y hueso.
Love Of Lesbian están acostumbrados a baños de masas semejantes desde que se zambulleron en la extensísima gira de “1999” (Music Bus / Warner, 2009). Lo curioso de su caso es que habían aterrizado en Galicia con temas recién sacados del horno bajo el brazo y en la rampa de despegue de la presentación de su próximo álbum, “La Noche Eterna. Los Días Vividos” (Music Bus / Warner, 2012), con lo que no quedaba claro si su reaparición en el Festival do Norte continuaría incrustada en el triunfal tour de las últimas tres temporadas o se oxigenaría con nuevos aires sonoros. Si por Santi Balmes fuera, su grupo se centraría en lo segundo, pero incluso tuvo que disculparse por expresar ese deseo ante las persistentes peticiones del gentío para que destapasen, por millonésima vez, parte del repertorio de su LP más notorio hasta la fecha. Así, los catalanes equilibraron la balanza apostando por las novedosas “Nadie por las Calles”, “Los Seres Únicos”, “Si Salimos de Esta” (dedicada al adiós de Pep Guardiola al Barça) y “El Hambre Invisible” y prolongando su set con las archiconocidas (y archimachacadas) “Club de Fans de John Boy”, “1999” (derivada hacia el “Por Qué te Vas” de Jeanette) o la emotiva “Allí Donde Solíamos Gritar”. Es decir: más de lo mismo desde tres años para acá, pero con la salvedad de que en esta ocasión Love Of Lesbian desecharon exagerar su pose de banda de pop de estadio, algo que se agradeció, a excepción del momento en que Balmes atacó “Algunas Plantas” con unas blancas y poco sugerentes bragas envolviendo su cabeza… Erotismo cutre aparte, el quinteto lesbiano certificó que estaba, está y estará por encima del bien y del mal para los miles de adeptos que abarrotaban la carpa de la marca cervecera.
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SÁBADO 28 DE ABRIL
ESCENARIO JACK DANIEL’S. La organización del Festival do Norte debía haber colocado alguna señal a la entrada del recinto de Fexdega antes de que principiara la segunda tanda de conciertos que advirtiese de peligro de terremoto. De paso, también debía haber entregado unos protectores auditivos (no unos tapones, lógicamente) para evitar los posibles efectos colaterales de las descargas furibundas de Disco Las Palmeras! Los lucenses no se anduvieron con chiquitas y subieron al máximo el volumen de los amplificadores para hacer retumbar el cemento del foso… Nadie fue capaz de corroborarlo, pero seguro que las ondas expansivas de su noise atómico se notaban incluso al otro lado de la ría de Arousa. Culpa de ello y de que por cada tres oídos que huían despavoridos accedieran el doble a la carpa (muy buen síntoma de lo que sucedía en ella) la tenía el martillo pilón de la batería de David Lorenzo y las guitarras de Diego Castro y Julián Goicoa convertidas en apisonadoras atronadoras. Habría que preguntarles cuántos kilos perdieron tras el derroche físico vertido sobre “Del Miedo a mis Viajes”, “A los Indecisos”, “Me la Jugasteis en China” o “La Casa Cuartel”, llevadas al extremo del ruido soportable. El escenario pequeño (¿por qué no los plantaron en el grande?) no saltó por los aires de milagro… Brutal.
Se suponía que Los Pilotos relajarían la tensión del ambiente a través de su krautrock-pop instrumental entre galáctico y telúrico. Pero Florent (rasgando la guitarra según sus modos planeteros) y Banin (exprimiendo los ritmos programados e introduciendo detalles psicodélicos), reforzados por un baterista multitarea, sorprendieron a propios y extraños sumergiendo una gran porción del contenido de su estreno en largo, “Los Pilotos” (El Volcán, 2012), en nebulosas de electro-pop vigoroso (y bailable) y trance chamánico. Una de sus piezas más sobresalientes, “Caravana por el Desierto de Atacama”, sintetizó las impresiones que provocó su progresivo repertorio: impacto sensorial, liberación psíquica y desbordamiento espiritual. Por momentos, parecía que los granadinos ejercían de gurús de una danza comunal invocando a la lluvia… Por eso, las únicas gotas de agua que cayeron sobre Vilagarcía durante el festival se vieron durante su ceremonia. ¿Casualidad?
Curiosamente, en cuanto se quedó a la vista el telón con el símbolo de Nancys Rubias, el firmamento se despejó…. Literal, no alegóricamente, porque el espectáculo perpetrado por Mario Vaquerizo, ese hombre que rechaza toda dieta basada en carbohidratos y que sobre las tablas se sentía como Chayo Mohedano, invitaba a creer que el cielo se desmoronaría. Claro que sus exaltados ‘fanfatales’ opinaban lo contrario (a juzgar por su griterío exacerbado) y no les importaba saber que eran testigos de un playback descarado y penosamente realizado: el instrumento del ramoniano guitarrista no dejó de sonar ni cuando este perdió la púa; el triángulo que la apretada y siniestra compinche de Vaquerizo aporreaba como si no hubiera un mañana no tenía sentido alguno; y el encargado del sintetizador podría haber simulado que tocaba sin teclas que nadie se hubiera enterado. Mientras tanto, el esposo de Alaska mascullaba con la boca las simplonas letras de unos temas (entre ellos, “Adolescencia Terminal”, en el que descuartizan el “Teenage Kicks” de The Undertones) que sublimaban ese chonismo patrio untado de requesón, vestido con camiseta de leopardo y de cabello sudado. Vaquerizo, a pecho y calzoncillo descubiertos, rozaba la gloria de la vacuidad con los dedos. Cerveza para hoy y hambre para mañana…
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ESCENARIO ESTRELLA GALICIA. El salto a la carpa grande funcionó como alivio para unos oídos aún dañados por los alaridos surrealistas de las muñecas de pelucas rubiplatinas. Allí ya se encontraban Polock, recién llegados de su mini-gira por Francia, culminada por su intervención en el legendario Olympia de París. Circunstancia que refleja el sostenido ascenso de su trayectoria, todavía jalonada por un solo disco, “Getting Down From The Trees” (Mushroom Pillow, 2010), en el que se concentraron (no faltaron “Sometimes” o «Tangerines & Unicorns”) a pesar de que habían desvelado que están concretando las demos de sus siguientes composiciones. Su ración de pulcro pop-rock de filiación anglosajona se deglutió gustosamente justo a la hora de la cena para tener los estómagos llenos de cara a la impetuosa irrupción de El Columpio Asesino.
La teoría previa acerca de la actuación de los pamplonicas estaba clara: disección de su victorioso LP “Diamantes” (Mushroom Pillow, 2011), algún brinco hacia su pasado y final apabullante con sus dos himnos, “Perlas” y, sobre todo, “Toro”. Todo ello se cumplió a rajatabla, lo que propició que el público devorase con fruición sus piezas más físicas (“On The Floor”), más químicas (“Diamantes”, “Corazón Anguloso”) y recordase las antiguas y punk-Pixies “Your Man Is Dead” y “Vamos”. Jugaba a su favor, igualmente, la nocturnidad (y lascivia) de la atmósfera creada a su alrededor, más adecuada que aquella diurna que había debilitado su fibra musculosa durante su actuación en el Cultura Quente de Caldas del año pasado. De hecho, en aquella ocasión, sus dos ases ganadores, “Perlas” y “Toro”, se habían diluido como terrones de azúcar entre un reducido manojo de oyentes; en Vilagarcía alcanzaron todo su esplendor agitando a la marabunta que invadía la carpa. El hype ‘asesino’ mostró síntomas de mantener su velocidad de crucero intacta.
Aunque para hype prolongado y vertiginoso, el de Lori Meyers, otro ejemplo fronterizo (junto a los mentados Love Of Lesbian) entre el pop-rock alternativo y el masivo. El asunto daría para un extenso debate pero, dejándolo a un lado, en tierras galaicas los de Granada certificaron su solidez como banda gracias a un directo, agradase más o menos, redondo y repleto de hits. Sobre todo de aquellos que forman el núcleo de “Cuando el Destino nos Alcance” (Universal, 2010), a cada cual más coreado y festejado: “Nuevos Tiempos”, “Corazón Elocuente”, “Condicional Hipotética”, “Religión” o las enaltecidas “¿A-Ha Han Vuelto?” y “Mi Realidad”. Entre medias sonaron, con idéntica intensidad, “Luces de Neón” y las ya consideradas clásicas “Viaje de Estudios” y “Mujer Esponja” (de “Viaje de Estudios” -Houston Party, 2004-, disco con el que se postulaban como los sucesores de sus vecinos Los Planetas…) La euforia se había desatado de tal manera que Noni no se resistió a hacer un inesperado guiño ‘vaquerizo’: desprenderse de la camisa y airear su torso, para deleite de la facción femenina de sus fans. Un tópico gesto que obligaba a pensar que, dado su actual estatus, Lori Meyers son algo más que Los Brincos del siglo XXI…
El silencio que invadió el escenario tras la retirada de los granadinos y el retraso que ocasionó el montaje del decorado que transportaba consigo Fangoria funcionaron como un paréntesis necesario para prepararse ante el radical cambio de registro que se iba a producir para clausurar por todo lo alto el Festival do Norte 2012: Alaska y su troupe (además de Nacho Canut, el denominado Ballet New Fantasía, compuesto por dos boys y dos bailarinas) ampliarían su tour Operación Vodevil con el inaugural Noche de Variedades, un show que combinaría cabaret, burlesque, transgresión naif, luces de colores y pluma, mucha pluma. Todo ello insertado en un continuum que aglutinaba los grandes éxitos de Pegamoides, Dinarama y Fangoria (colados por un filtro electro-techno-pop-rock grave y machacón), perfectamente dirigido por la reina (trans)nacional Alaska que, entre permutas de vestuario y coreografías varias, acaparaba toda la atención… excepto cuando la música destacaba y las diferentes generaciones que tenía delante canturreaban y dislocaban sus huesos con las incontestables “¿Cómo Pudiste Hacerme Esto a Mí?”, “Bailando”, “Quiero Ser Santa” (ribeteada con el “Bad Romance” de Lady Gaga) o “No Sé qué me Das”. Tras un breve y amenizado descanso, la mexicana de nacimiento repitió esquema con “Más Es Más”, “Eternamente Inocente”, “A Quién le Importa” o “Perlas Ensangrentadas”, que anticipó el entusiasmo paroxista que se alcanzaría en el bis: la alegría que despertó “Ni Tú ni Nadie” fue sólo una migaja comparada con el arrebato apocalíptico que provocó la salida del consorte de la diva, Mario Vaquerizo (que seguía con el calzoncillo a la vista), para interpretar a dúo “Boogie Movie”, tema de McNamara tan inefable y petardo como el desenlace de la exhibición de Fangoria (poco faltó para que se escuchase a Lina Morgan y José Luis Moreno dando las buenas noches), muy propio del programa catódico “Alaska y Mario” y que provocó el delirio de la parte del personal que se sabe de memoria los sucesos cotidianos que sufren en él su pareja protagonista.
Sus andanzas son los asuntos que realmente parecen preocupar e interesar, precisamente, a ese sector de España que disfruta sintonizando el reality de la MTV para olvidarse de que nuestro país está hecho unos zorros. Tome nota, señor Rajoy, y entreténgase viendo las aventuras de Alaska y su marido para esbozar una leve sonrisa en su rígida cara y guardar de una vez las tijeras, que esta vida es muy triste. Y encima, Guardiola lo deja. No te vayas todavía, no te vayas por favor…
[Fotos: Pilar Peleteiro][Apoyo logístico: Iria Muíños / Saleta Muíños]