El hecho de que Will Oldham sea un tipo prolífico hasta el mareo (de los fans y, sobre todo, de los no fans), es algo que desconcierta si eres un visitante eventual de su obra, pero también algo que ofrece muchos asideros a la hora de buscarle padre y madre a cada uno de los proyectos en los que el artista se ve envuelto. A su carrera como Bonnie ‘Prince’ Billy hay que sumar todos los proyectos paralelos como Bonnie Billy o The Babblers y, sobre todo, sus múltiples colaboracionismos con gente como Tortoise, Matt Sweeney, The Picket Line o The Cairo Gang, quienes últimamente parecían destinados a ser la banda final con la que se asentara Oldham. Pero ya se sabe: el bigotes es poco amigo del apoltronamiento, y cuando desde la prensa ya estábamos considerando esta unión como la cumbre de Bonnie ‘Prince’ Billy (o, al menos, la cumbre presente), va y pega un salto transatlántico para marcarse un disco en compañía de la banda escocesa Trembling Bells. De hecho, que nadie se extrañe a la hora de encontrar a Trembling Bells por delante de Bonnie en el título del álbum, ya que parece ser que la batuta de las composiciones la ha llevado precisamente el escocés Alex Neilson por mucho que, ponderado como conjunto, resulte imposible trazar una línea que marque claramente dónde acaba el sonido habitual de Oldham y dónde empieza el de Trembling Bells.
Parte de la culpa de esta naturalidad con la que se mezclan ambas sonoridades la tiene la voz de Lavinia Blackwall, vocalista de Trembling Bells que guarda un asombroso parecido con aquella Angel Olsen que deslumbró en el último «Wolfroy Goes To Town» (Domino, 2011) de Bonnie ‘Prince’ Billy. Y no acaban ahí los parecidos, ya que «The Marble Downs» (Honest Jon’s, 2012) es capaz por sí solito de rellenar de ácido puro (y bien dulzón) las baterías de los incondicionales de Oldham, ya que aquí pueden escucharse ecos de toda su carrera con una intensidad amortiguada por una almohada de plumas de ganso bien calentitas: «I Made a Date (With an Open Vein)» abre el álbum de forma juguetona aludiendo directamente al Bonnie ‘Prince’ Billy de folkclore colorido de su último «Wolfroy Goes to Town» (de hecho, este tema bien podría ser una respuesta a «Quail and Dumplings«); «Ain’t Nothing Wrong With a Little Longing» es un subidón con unos teclados paletos que recuerdan irremediablemente a las fiestarracas de porche que Oldham montó durante años en sus conciertos y que se vieron excelentemente encapsuladas en discos en directo como el excepcional «Summer in the Southeast» (Seanote, 2005); la impresionante «Riding» quita el sentido a base de remitir directamente a los experimentos más guitarreros y cerdos de Will junto a Matt Sweeney, como su disco conjunto «Superwolf» (Drag City, 2005); y la maravillosa «Every Time I Close My Eyes (We’re Back There)» es una composición bicéfala que parte de un popurrí de folk rock con toques redneck inconfundibles (de nuevo: ¡esos teclados!) para acabar escurriéndose hacia un ending escalofriante que pone en primer plano al príncipe más dulce repitiendo como un mantra una frase tan Bonnie como «The Devil walking in the open air / I see angels in their underwear«.
Ahora bien, todo lo dicho se ve contrarrestado por la acción melódica de Trembling Bells. Una acción que a veces podrá sonar radical para los no habituados al sonido de estos escoceses en los que no hay ni un gramo de Postcard (por descartar una referencia muy obvia en el panorama indie) y que cuando hablan de folk lo hacen con propiedad. Así resuena en «My Husband’s Got No Courage In Him«, un tema de trobador sin instrumentos en el que la voz de Lavinia Blackwall se explaya como una narradora ancestral utilizando la réplica de Oldham como si de unos cuentacuentos perversos se tratara (preparando el terreno para que, a continuación, «Riding» entre como un torbellino); y también en los aires de la bellísima balada «Love is a Velvet Noose» (con unos vientos y un piano bailando gracilmente en la cuerda floja del kitsch tipo «Titanic«) o en «Ferrari in a Demolition Derby» (donde las trompetas parecen extraídas de la sintonía de cierre de algún canal de televisión escocés). Por suerte para todos aquellos a quienes el folk escocés ha de rechinarles en los oídos como una mandíbula desengrasada, Trembling Bells saben diluir esta influencia en unas sonoridades mucho más amables tanto para el público internacional como para los fans de Bonnie ‘Prince’ Billy.
De esta forma, «The Marble Downs» es un buen punto intermedio entre el sonido de Will Oldham y el de Trembling Bells… Y si esto es algo positivo o negativo (¿Ya que Oldham se lanza a explorar las posibilidades del folk escocés no sería mejor llevarlo hasta su última consecuencia?) deberá quedar a decisión de cada uno de los oyentes y su aguante con los folclorismos recalcitrantes. Lo que sí que es innegable es que, con esta nueva entente cordiale, Bonnie ‘Prince’ Billy ha abrazado directamente una propuesta que roza el AOR multiorquestado de una forma algo menos talibán de lo que hizo hace una temporada Iron & Wine con su «Kiss Each Other Clean» (Warner, 2011). Le salva (si es que alguien considera que ha de ser salvado) que sus pretensiones tampoco van más allá del juego habitual de este artista que se toma sus exploraciones nunca como las de una máquina perforadora que taladra rápido y mal, sino como las de un minero con pico y pala que va medrando poco a poco en sus intenciones y contemplando la belleza de sus hallazgos. Aunque sean hallazgos diminutos. Diminutos como son los diamantes.