¿Quién dice que los 90 no han vuelto? ¿Quién sostiene aún que dicho revival ya se está acabando y nadie se dio por enterado? De acuerdo, es posible que el retorno noventero, musicalmente hablando, se aprecie por oleadas; y que sus efectos se noten en mayor o menor medida en función del género o estilo que absorba. De mismo modo, se puede admitir que esta fase revisionista no está alcanzando el impacto que logró el regreso de los 80. Pero hay que reconocer que se están recuperando con fuerza varios elementos sonoros que formaron parte de la rutina de muchos melómanos cuya edad ronda actualmente los treinta y tantos o los cuarenta años. Lo más curioso de este caso es que, por cercanía temporal, algunos de los nombres protagonistas del decenio previo al salto al siglo XXI son los que, en vivo y en directo, nos están obligando a girar las orejas hacia los sonidos de aquella época sin tener que desempolvar viejos CDs guardados en cajas de cartón. Así se demuestra que, si hay que retroceder en el tiempo, mejor hacerlo abrazados a los personajes originales y no de la mano de copias baratas de nuevo cuño…
Centrándonos en el campo de la electrónica, concretamente en la destinada a las masas (tralla ravera, big beat, breakbeat, ambient, drum ‘n’ bass…), los baluartes que mantuvieron su bandera bien erguida y visible continúan dando que hablar, aunque algún que otro modernillo no lo quiera reconocer: The Prodigy no perdieron su condición de garrulos salvajes aficionados a arrojar escupitajos sónicos de destrucción masiva; Fatboy Slim sigue transformando enormes playas en gigantescas pistas de baile a cambio de engordar su cuenta corriente; The Chemical Brothers acaban de publicar “Don’t Think” (EMI, 2012), un espectacular disco / DVD que captura toda la energía de sus conciertos y la potencia de su repertorio; Underworld certificaron a finales de 2010 con “Barking” (Cooking Vinyl / PIAS Spain, 2010) que se encontraban en un decente estado de forma; y, por último, faltaba por ver qué pasaría con nuestro protagonistas ocasionales, Orbital.
Hace dos de temporadas, a propósito de la actuación de los hermanos Paul y Phil Hartnoll en varios festivales de nuestro país, se anunciaba la salida de un par de temas inéditos como pequeña justificación de su reaparición. ¿Realmente se esperaba con ganas? En parte sí, porque habían cerrado una larga etapa de inactividad conjunta; y en parte no, ya que la pareja británica, aunque llevaba más de un lustro sin facturar un LP hecho y derecho (“Blue Album” -HTI, 2004-), había perpetuado su legado gracias a los correspondientes recopilatorios de grandes éxitos y álbumes de directo. Finalmente, aquellas piezas, “Don’t Stop Me” y “The Gun Is Good”, fueron recibidas con tibieza y corrían el peligro de verse relegadas al olvido con rapidez… A no ser que formasen parte del tracklist del nuevo disco de Orbital, hecho que no se hizo realidad.
Porque “Wonky” (ACP, 2012), octavo trabajo de los Hartnoll, incluye nueve piezas inéditas, contando con el adelanto “Never”, desvelado unos meses atrás para sugerir una pizca del aspecto de las composiciones contemporáneas de Orbital: ritmo inicial minimalista y pausado, juego con el puzzle kraftwerkiano, samples vocales marca de la casa y subida de tensión prolongada hasta el desenlace. Como aperitivo, funcionaba. El siguiente bocado, “New France”, daba un paso adelante al contar con la voz de nuestra querida Zola Jesus y, al reforzar la base antes descrita mediante las estructuras envolventes tan características del pop electrónico noventero, aquel que se movía entre la espiritualidad pseudo-trascendental y el reposo chill post-fiestero. Esa aura de mística sintética se multiplica en “Distractions” por obra y gracia del trance, adaptando un producto tan típico de los 90 a los tiempos modernos, a pesar de que el tratamiento de la voz y su desarrollo progresivo provoque que el cerebro permanezca anclado en determinados momentos del pasado, justo en los que la serie “Chilled” del sello Ministry Of Sound era el culmen de lo cool dentro de las bandas sonoras domésticas.
La sensación de déjà vu en “Wonky” (olvídense de la conexión del título con el concepto nacido del grime, el dubstep, el crunk y similares) es constante y presenta dos rostros: uno que no necesita retroceder dos décadas, sino una (a la época en que se advertía un declive evidente en la carrera de Orbital por culpa de “The Altogether” -Warner, 2001-), para mostrar una piel fláccida derivada de la electrónica anodina y blanda, que no aporta ninguna novedad y sólo vale para estirar el minutaje (valgan “One Big Moment”, “Straight Sun” y “Where Is It Going?” como ejemplos, aunque los dos últimos cortes remontan el vuelo a medida que se van desplegando); y otro que no teme enseñar las arrugas tras haber quemado etapas acid (“Stringy Acid” conjuga sintetizadores y secuenciaciones de color amarillo Smiley), drum ‘n’ bass / jungle (“Beelzedub” parece querer acercarse al dubstep pero acaba por rememorar la estridencia de Roni Size o Goldie) y breakbeat (“Wonky”, la canción, destaca por su dinamismo).
Quien siga dudando de la vuelta de los 90 que eche un oído a los tramos más vintage de “Wonky”. Seguro que, además de cambiar de opinión sobre el asunto, le vendrá a su cabeza más de un recuerdo de adolescencia / juventud. Si nos conformamos con medir las virtudes del nuevo disco de Orbital según su apariencia revivalista, entonces aceptamos automáticamente que esa fue la máxima aspiración de los Hartnoll después de su extenso silencio. Mal asunto, pues, para los hermanos británicos y para aquellos melómanos que actualmente rondan los treinta y tantos y cuarenta años, cuyos vástagos (los que los tengan) pueden decirles algo así cuando estén escuchando en amor y compañía este disco: “Papá, mamá: ¿en qué año vivís?”