Estar a medio camino es una situación que se ha visto ampliamente idealizada en la cultura. Cuando se habla de estar a medio camino, muchos son los que recurren a la imagen del purgatorio como espacio de tránsito y paz. Otros no dudan en ligar directamente el concepto con la idea del cruce de caminos (y si ya hablamos de música, es inevitable la referencia de ese encuentro en un cruce de caminos de Robert Johnson con el diablo, cuando vendió su alma a cambio del dominio absoluto del blues)… Pero hay veces que las cosas son más simples, aunque no por ello menos poéticas. «Back & Forth» (Foehn, 2012) es un disco cocinado a medio camino entre Inglaterra y España. Y es que Iñigo Ugarteburu compuso las canciones de este álbum tras dejar a los seminales Café Teatro (con quienes compartió aventura diez años) y lanzarse a la aventura de vivir en Londres. No es que estemos hablando de un rupturismo malrollista (de hecho, entre los múltiples colaboradores que no dudaron a la hora de echar manos e instrumentos durante la grabación militan tres miembros de Café Teatro: Iban Urizar, Iñaki Irisarri y Xabier Erkizia), sino de evolución pura y dura. Porque la materia ni se crea ni se destruye: se transforma. Y, siguiendo con el refranero popular: nadie cambia, sino que evoluciona.
Así que es inevitable que en «Back & Forth» se escuchen ecos del pasado y la procedencia de Iñigo. Incluso de forma diluída, casi ingrávida, es inevitable pensar en la sombra de aquel sonido cantábrico que invadió la península durante la década de los 90. Evidentemente, esa sombra tiene que luchar contra otra sombra mucho más poderosa: la del paso del tiempo. Y si en otros grupos escuchar los ecos del Donosti Sound puede llegar a asustar, en el caso de Ugarteburu sorprende cómo aborda el legado como si fuera un artefacto mecánico en manos de un relojero poseído por un demonio de agua: lo desmembra para ensamblar sus partes en otros artefactos genéricos que acaban teniendo una importancia igual en el disco. Inevitable pensar en esta referencia donostiarra en las dulces trompetas que ayudan a espantar las nubes en «Aeraberan«, actuando de espina dorsal en un tema que sabe a desperezo marítimo mientras sale el sol. Y, de forma similar, estos ecos del pasado se reproducen en «Zalantzdren dantza» para capturar la luz de la posición opuesta del espectro lumínico: este corte sabe a fiesta en la playa durante la puesta de sol, con pescadores llegando a la costa acompañados por una fanfarria de vientos que acaba estallando hacia el final con una percusión repetitiva a lo marching band.
Ahora bien, sería reduccionista acotar «Back & Forth» a la tierra de procedencia del propio artista, ya que en el album hay otra referencia que hay que manipular como si de material radioactivo se tratara. Y es que hablar de John Fahey en cualquier reseña de cualquier album que huela mínimamente a folk comporta un peligro intrínseco: caer en el aburrimiento del neo folk y de los barbudos esnobistas que siguen a vueltas con el tema. El de Fahey es un un nombre tanto o más erosionado como los de Nick Drake o Fairport Convention, común y erróneamente empleados en pack. «Back & Forth«, sin embargo, debería ser el disco a estampar en la frente de aquellos que comenten este error para dejar bien claras las diferencias entra las emociones brumosas de Drake, las visiones pastorales de Fairport Convention y lo que nos ocupa: en estas canciones, Ugarteburu consigue plasmar las dos vertientes principales de Fahey. Por un lado está el Fahey oscuro, narrativo y tradicionalista: el Fahey que va desde «Blind Joe Death» (Takoma, 1964) hasta «The Yellow Princess» (Vanguard, 1969), tal y como se puede escuchar en la fluvial «Mississippi is So Far» (el título lo dice todo) o la inmensa «Dordoka«, que gracias a unas cuerdas casi rednecks y una percusión atávica bien podría servir como banda sonora para un cántico rural en algún páramo perdido del sur americano. Pero también está aquí el Fahey metronímico obsesionado con los patrones repetitivos y con las atmósferas opacas: la apertura con esa espiral en forma de canción que es «&» hace pensar, por ejemplo, en una versión luminosa de la excepcional recopilación «Sea Changes and Coelacanths: A Young Person’s Guide to John Fahey» (Table of Elements, 2006).
Pero, ¿hemos estado hablando entonces todo este rato de que el medio camino de «Back & Forth» es entre dos tiempos pasados? Sí… pero no. Porque el debut en solitario de Ugarteburu también se espeja en múltiples sonidos del presente a la hora de poner un pie fuertemente en la actualidad. Es inevitable pensar en el revival folk britannia (en una versión desnudísima, casi esquelética) e incluso en la capacidad islandesa para sublimar atmósferas apocadas. Pero, sobre todo, es imprescindible pensar en la inevitable hermandad con sus compañeros de sello (Foehn): sobre todo, con la utilización ensoñada de la melódica (en temas como «Madari Katua«) y de la capacidad para utilizar las canciones como lienzos sobre los que ilustrar que ya hace varias temporadas que practica Albert Aromir al frente de Bedroom. E incluso habría que ir un poco más allá y aceptar la visión de reflejos fugaces de esa adaptación del folk tradicional que se está realizando por encima del Ebro, con ejemplos ilustres como Anímic o Albaialeix. Así que nada de estar a medio camino como quien está en un purgatorio o como quien espera al diablo en un cruce de caminos… Lo de Iñigo Ugarteburu es un estar aquí y ahora inaudito en cualquier debut. No es un buscar una personalidad propia: es plantar sobre la mesa esa personalidad propia y toda la genealogía que le queda por detrás y por delante.