A pesar de su mutua ceguera, de sus múltiples amistades con personalidades importantes de la música global más variopinta y de ejercer(se) mutuamente de lazarillos perennes e inquietos el uno al otro, Amadou & Mariam no necesitan a nadie que los guíe. En ningún sentido. Como en su día no necesitaron estar en el candelero de una oleada de bandas, proyectos o sub-escenas como la que años más tarde se erigiría dentro del africanismo, ahora no tienen que colgarse ningún sambenito por ser, en cierta manera, un salvoconducto para el desarrollo popular de grupos como Konono nº1 o Kasai All-Stars, pero tampoco sentirse ni sapos de otro pozo, ni dinosaurios que siguen recogiendo siembra de un árbol que lleva años caído ni unos oportunistas del carajo que se cuelgan de las tetas de nombres que en su día los aplaudieron y que hoy los reciben entre sus brazos como si esos mismos invitados fuesen salvadores de un producto menor. Pues no. Amadou & Mariam, fieles en su línea y sin despreciar la aceptación que el público occidental les ha prestado pero sin olvidar tampoco el sentido rítmico y tribalista que caracteriza a su tierra (y, por tanto, su influencia y costumbre más inmediata). En perfecta comunión y colocándonos frente a una orgía cosmopolita de austeridad renovada, de costumbrismo poco patriótico y de aperturismo crónico.
Han pasado cuatro años después de aquel tratado arqueológico y casi documental pero actualizado a versión siglo XXI que fue “Welcome to Mali” (Because / Nonesuch, 2008), que contó con nombres como los de Damon Albarn en la producción y que, a su vez, sirvió para encajarlos a la perfección como cabezas de cartel de un serial de eventos de movimiento terrenal en los que Albarn y otros músicos como David Gilmour se sirvieran de la reserva africana como una influencia que poco a poco se fue entrometiendo más y más en los sonidos aparentemente modernos de Occidente. Ahora la pareja malí decide, si bien no despegarse de ciertas ramificaciones locales, ampliar su gama sonora hacia derroteros que incluyan, física y sónicamente, buena parte de los terrenos del pop que no eran, a priori, de su dominio más inmediato en “Folila” (Because / Nonesuch, 2012), su nuevo redondo. Y lejos de convertirse en unos homólogos limitados en sus composiciones como uno de sus grandes descubridores (Manu Chao), Amadou Bagayoko y Mariam Doumbia mezclan Bamako con Brixton, Brooklyn con Montmartre, El Raval con Cali, La Follable de Javi Álvarez con la mansión de Hugh Hefner. Y lo consiguen, creednos. No sólo porque desde TV On the Radio o Scissor Sisters se confunden entre el blues malí, íntimamente conectado con el blues nigeriano o ghanés que recientemente recopiló, también arqueológicamente, el sello Soundway Records en esos recopilatorios que son oro puro de la historia de la música del mundo; sino porque el buenrrollismo y la íntima conexión con buena parte del indie más feliz (Vampire Weekend, Blur) pero también con una canción adulta (Dire Straits o los Attractions de Elvis Costello) que hereda del retro-soul (Marvin Gaye) o del reggae más bohemio (Peter Tosh) raíces y sombras, convierten al dúo en una auténtica fonola de la historia de la música africana aplicada a un terreno de pop de occidente que tan bien podría utilizarse para musicar documentales de TVE2 como para servir en funerales como los de Amy Winehouse o Joe Strummer.
Y las razones son muchas y muy buenas. Desde el pop inmediato, estribillero e íntimamente conectado con la Europa más moderna, conexiones con la América más indigenista (“Willy Kataso”, con TV On the Radio a los coros), reformulaciones de la chançon según África (“Oh Amadou”), tele-transportaciones al blues de raíz que mejor conecta con las producciones de los Travelling Wiburys (“Metemya”, con Jake Shears de Scissor Sisters a los coros), afirmaciones de una canción de alcoba con guitarra acústica y armónica (a Woody Guthrie o a Billy Bragg les pegaría todo colaborar con la causa que definen en “Sans Toi”), una suerte de blues que conecta tanto con el r&b de ghetto del Bronx como con la canción de la puna jujeña (“Nebe Miri”, con Thelonius London al fraseo nervioso) o reivindicaciones del tribalismo más africanista, a veces en registros más neo-reggae-soul (“Africa Mon Afrique”) y otros en tonos de un divismo más propio de Hanne Hukkelberg o la que aquí canta, Santigold (“Dougou Badia”). Una (al loro con el término porque es realmente cómo se define al dúo) AUTÉNTICA epopeya a modo de ensalada sonora que, exenta de grandes estribillos que permanezcan en tu cabeza, logran crear una atmósfera tan pura como excelsa de lo que debería ser el cosmopolitismo sonoro y el encaje de bolillos de Oriente en Occidente y viceversa. Ninguna guerra de mundos, Welsh.
[Alan Queipo]