¿Podemos hablar de lo fuerte que es que muchos llegarán a «Rivales» pensando que esta es la peli de Luca Guadagnino en la que «Zendaya hace un trío»… cuando en verdad va de una relación homosexual entre dos supuestos heteros?
Qué lista es Luca Guadagnino, la tía. Al fin y al cabo, el director ha conseguido atraer a todo el mundo (pero especialmente a la nación hetero) hacia su nueva película «Rivales» haciéndoles pensar que van a encontrar un triángulo amoroso con Zendaya en el centro… Pero lo que los espectadores acaban encontrando es más bien una celebración del homoerotismo cinematográfico más refinado y una historia de tensión sexual no resuelta entre dos jugadores de tenis que piensan que son amigos cuando en verdad salta a la vista que son mucho más.
Porque resulta que en «Rivales» se trenzan tres películas diferentes. Por un lado está la película que nos habla del triángulo amoroso que tiene en su epicentro a Tashi Donaldson (Zendaya), una prometedora jugadora de tenis que se ve forzada a retirarse tras una lesión y se convierte en entrenadora. Los otros dos implicados son dos amigos de toda la vida: Art Donaldson (Mike Faist), el típico que parece tranquilo pero que en verdad las mete dobladas, y Patrick Zweig, con una actitud tan franca y frontal que a veces se percibe como beligerante.
Por otro lado, Guadagnino juega con el orden cronológico de su historia para invitarnos a una frenética y constante alternancia de tiempos que se van apilotonando los unos sobre los otros para dejar KO al espectador. También para que este entienda la importancia del pasado en el presente de estos tres personajes, desde que Tashi se empareja inicialmente con Patrick hasta que, tras la lesión, acaba centrándose en convertir a Art en una estrella del tenis mientras su ex naufraga en una existencia sin rumbo.
Por último, la tercera historia que existe dentro de «Rivales» es la que Patrick y Art no se atreven a contarse a ellos mismos y que, por lo tanto, Guadagnino opta por explicar de forma velada, siempre insinuando más que mostrando. Pero dando las suficientes claves para que todo aquel que quiera entender, entienda. (Por favor, ¿podemos recuperar el uso de «entender» como sinónimo de mariconería? Gracias.)
En este artículo…
Tres aciertos de Luca Guadagnino
Antes de entrar en el rollo marica de «Rivales«, sin embargo, es necesario hacer una pequeña parada para explicar que, al fin y al cabo, esta es una gran película no solo por su tratamiento de la homosexualidad… sino también y sobre todo por muchos otros factores que Luca Guadagnino sublima de esa forma tan intensa con la que aborda todas sus producciones.
«Rivales» tiene lo mejor del cine de Guadagnino: el temperamento italiano (a ver, en serio, ¿se puede ser más italiano y más gay que poner a Patty Pravo de fondo durante una tormenta?) los colores saturados como expresión directa de las emociones en ebullición, la realización clásica estrujada desde la visión bigger than life de la tragicomedia griega, el ritmo impecable que se adapta a lo que explica (porque, pese a que ambos ritmos son pluscuamperfectos, el de esta película nada tiene que ver con el de «Call Me By Your Name«), los personajes que tienden hacia el espectador los ganchos de las emociones humanas más puras…
En este caso, además, se intuye que el realizador ha trabajado estrechamente con otras cuatro personas que han tenido la libertad suficiente para aportar a la película un plus que va más allá del sello de Guadagnino.
- Zendaya, que no solo protagoniza el film sino que además refuerza su implicación en el proyecto como productora del mismo. Sí, Zendaya es omnipresente en «Rivales» de una forma mucho más que inteligente: la actriz le da a la película lo que necesita… y, a cambio, la película le ofrece a la actriz la posibilidad de seguir definiendo su personalidad como figura pública. Porque hay mucho de ella en el film, y eso es algo que salta a la vista. Además, una cosa añado: Zendaya debería ser ilegal en los países en los que estén prohibidas las terapias de conversión, porque por su culpa ahora resulta que yo soy heterosexual (contra mi voluntad).
- Si Trent Reznor y Atticus Ross se ocuparan de la banda sonora, serían capaces de conseguir que me alucinara la película más aburrida del mundo. Da igual que fuera una peli sobre croché, fútbol o lo más aburrido ever: señoros hablando de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero es que su banda sonora para «Rivales» cambia por completo la percepción de la película. O, dicho de otra forma: la de Guadagnino sería una cinta completamente distinta (en tono, ritmo y paleta emocional) sin la arriesgada apuesta de Reznor y Ross.
- El vestuario de Jonathan Anderson resulta magistral precisamente porque no está pensado para el lucimiento de Jonathan Anderson (porque obvio que podría haber trufado la película de modelazos de JW Anderson y Loewe), sino para ser coherente en lo que al fin y al cabo es «Rivales«: una ficción sobre tenis. Con todo lo prep, pijo, sporty y confortable que eso implica.
La homosexualidad en «Rivales»
Todo suma a la hora de convertir «Rivales» en una gran película, pero hay un ingrediente X que Luca Guadagnino añade y que acaba por sublimarla. Ese ingrediente X es, evidentemente, la homosexualidad. El homoerotismo. La mariconería. Y lo mejor de todo es que este es un ingrediente que muchos de los espectadores no esperarán cuando se pongan delante de la pantalla.
Al fin y al cabo, como ya he dicho más arriba, la gran mayoría de espectadores potenciales llegarán a esta película atraídos por el tagline de «Zendaya se monta un trío«… Y lo primero que sorprende en «Rivales» es precisamente el tratamiento que recibe Zendaya. Su plano más abiertamente sexual es el que la enfoca en picado justo cuando, tras instigar el ya famoso trío, se aparta de los dos amigos y les deja besándose, abstraídos, como si los dos hombres no se dieran cuenta de que el (presunto) objeto del deseo de ambos ya no está presente en la ecuación. Un plano que no la celebra como parte del sexo, sino como instigadora del sexo.
Más allá de este momento puntual, el personaje de Tashi siempre es observado en la distancia, lo que ayuda a reforzar la construcción de su armadura de hielo. Tashi es gélida y calculadora tanto en lo profesional como en lo personal porque, al fin y al cabo, para ella no existe lo personal y lo profesional ha acabado por invadir por completo la totalidad de su existencia. Cuando juega a tenis, es retratada por la cámara desde la distancia, que es precisamente desde donde la observan sus dos pretendientes. Cuando es entrenadora, la cámara vuelve a mantener la distancia, respetando su rol de observadora. Su papel de araña que ya ha tejido su tela y se queda en una esquina esperando a que la(s) víctima(s) caiga(n) en ella.
Luca Guadagnino aplica a Zendaya el tratamiento de diva que los gays solemos aplicar a este tipo de figuras: una fascinación distante, una adoración que se queda expresamente en la distancia porque es una adoración que celebra la sexualidad de la diva pero que nunca interactuaría con ella de forma sexual. La adoración de una vírgen en Semana Santa, vamos. Un tratamiento, además, que tampoco es inventado por el director, sino que la misma actriz lleva mucho tiempo perfilando y alimentando.
Lo interesante es que el tratamiento que «Rivales» aplica a Zendaya es diametralmente opuesto al que se aplica sobre los personajes de Patrick y Art. Cualquiera podría pensar que Guadagnino está filmando a los dos amigos jugando a tenis, pero lo realmente interesante (además de estimulante y altamente excitante) es que los filma jugando a tenis como si estuvieran follando. Tal cual.
Si cierras los ojos durante su partido, lo único que escucharás será a dos hombres gimiendo de forma acompasada. Y el tratamiento del partido deportivo como encuentro sexual en el que la tensión sexual va in crescendo se hace patente desde la broma fácil (Patrick comiéndose un plátano y mirando a Art… lo que no es más que el eco de otra escena en la que ambos comparten un churro) hasta los recursos pornográficos (esos primeros planos nadir en los que las gotas de sudor de ambos caen directas sobre la cámara como si estuvieran cayendo sobre la cara del espectador golosón)… Hasta llegar a la culminación / clímax en forma de ese abrazo que a ambos les cuesta abandonar, igual que a todos nos cuesta abandonar un abrazo justo después de corrernos.
No es casual, además, que este partido de tenis sea el que vertebre toda la película, invitándonos a continuas escapadas en forma de flash back. Esto nos obliga a pensar que el partido es la verdadera película y que los flash backs están ahí para que entendamos ese presente, lo que refuerza la sensación de que la relación de Art y Patrick es la verdadera protagonista de «Rivales«. De esta forma, Luca Guadagnino se centra en estos dos personajes y utiliza a Tashi de la misma manera en la que la utilizan los dos amigos: como mero objeto transicional.
Atendiendo a la definición de «objeto transicional«, Tashi sería «una posesión escogida que ofrece seguridad y comodidad a un niño. A menudo, son objetos suaves que se pueden abrazar, como un oso de peluche o una manta, que son usados para tranquilizar durante una fase transicional«. Aquí la fase transicional es esa en la que Patrick y Art viven totalmente anclados, sin permitirse avanzar hacia otra fase en la que completen ese deseo sexual mutuo que el primero parece contemplar con juguetonería tentativa y el segundo desde la confusión entre la admiración y las ganas de superar a la persona admirada.
Para un espectador que sabe de qué está hablando Luca Guadagnino, «Rivales» no podría ser una película más clara en su discurso. Pero lo realmente magistral es que esta capa de sentido gozosamente maricón quede elocuentemente camuflado entre las otras muchas capas de sentido de la película. Es este un film como aquellos de mediados del siglo pasado que supuestamente no iban de maricones pero que, cuando las veías siendo maricón, entendías perfectamente de qué estaban hablando.
Rizando el rizo, Luca Guadagnino consigue en «Rivales» lo más inesperado: atraer al heterosexual medio hacia una película haciéndole creer que va a ver un thriller sexual noventero con coartada deportiva… pero encontrándose con una cinta que consigue hacer flotar hasta la superficie algo que siempre hemos sabido: que no hay nada más homosexual y homoerótico que los deportes masculinos de competición. Y mucho más cuando son deportes uno contra uno. [Más información en la web de «Rivales»]