«Frágiles» es la segunda entrega de una trilogía mucho más que necesaria en la que Brenna Thummler habla sin tapujos de la relación entre muerte y adolescencia.
La narrativa juvenil es el espacio natural para la normalización de ciertas problemáticas y tabús que tradicionalmente han sido silenciados por no ser considerados parte de la «norma». Al fin y al cabo, si hay una época de la vida humana en la que la «norma» tiene un peso aplastante es precisamente en la adolescencia, que es cuando el pensamiento de grupo convierte en disidente a todo aquello que huela a diferencia, persiguiéndolo, cercándolo, atosigándolo y, a ser posible, sofocándolo.
Puede que, en los últimos tiempos, parezca que la lucha por la normalización usando la narrativa juvenil como herramienta ha sido capitalizada por las cuestiones queer. Ahí está «Heartstopper» para probarlo. Pero resulta que hay muchas formas de ser diferente / disidente en la adolescencia, y formar parte de la comunidad queer es tan solo una de ellas. Otra, y aquí es cuando llegamos a la saga que Brenna Thummler está consagrando a aquellos que son marcados como diferentes precisamente por estar demasiado en contacto con la muerte.
Al fin y al cabo, ¿existe algo que quede más lejos de la adolescencia que la muerte? No es de extrañar que aquellos que se obsesionan con este tema sean apartados, porque nada hay más ajeno al hedonismo adolescente que la obsesión con el fin de la existencia. O dicho de otra forma: ser joven es una fiesta constante, y no hay nada que agüe más una fiesta que la certeza de la propia mortalidad. Porque divertirse es, de alguna forma u otra, saborear la inmortalidad durante unos instantes.
Pero antes de seguir con este pensamiento, es necesario arrojar un poco de contexto en este artículo. La editorial La Cúpula ya ha publicado en nuestro país «Sábanas» y «Frágiles«, los dos primeros volúmenes de la trilogía de Brenna Tuhummler que se cerrará previsiblemente con un tercer tomo titulado «Luces» (ya que su título original es precisamente «Lights«).
En el primer volumen, «Sábanas«, conocimos a Marjorie, una adolescente totalmente paralizada por la tristeza y la rabia provocadas por la súbita muerte de su madre en un accidente. La protagonista alterna unas clases en las que pasa sin pena ni gloria y su trabajo al frente del negocio familiar, una lavandería que su padre no es capaz de sacar adelante porque a duras penas es capaz de cuidar de sí mismo y de sus dos hijos. Pero todo cambia cuando Marjorie conoce a Wendell, el fantasma de un niño que ha escapado del Mundo de los Fantasmas a la búsqueda de una paz que no parece encontrar tras la muerte.
«Sabanas» es una joyita de cómic juvenil que, curiosamente, es igual de disfrutable por parte de cualquier adulto. Vale, si no eres adolescente, la abulia existencial y la perpetua «resting bitch face» de Marjorie probablemente te saque un poco de quicio… Pero luego recuerdas que seguro que has conocido a un buen puñado de adolescentes con la misma vibra y entonces entiendes por qué es tan necesaria esta historia: porque habla de hacer las paces con la muerte, y eso es algo que pocos adolescentes tienen que afrontar pero que, cuanto más adulto te haces, más urgentemente late en tu existencia.
Lo mismo (es decir: que es un cómic juvenil plenamente disfrutable por los adultos) se puede decir de «Frágiles«, la continuación de la trilogía de Brenna Thummler en la que Marjorie empieza a enfrentarse a decisiones adultas como, por ejemplo, decidir quién le conviene más como amigo. Esta vez, la historia paralela no es la de Wendell, aunque este sigue teniendo cierto protagonista, y pasamos a conocer a Eliza: una chica taciturna y asocial que se aparta de la «norma» y prefiere explorar la fotografía de fantasmas.
Si «Sábanas» abordaba la muerte de un ser querido como un trauma difícilmente asimilable en la adolescencia, «Frágiles» sigue poniendo bajo el foco la muerte… pero de forma diferente. Esta vez, es Eliza la que lanza señales al mundo a su alrededor con una obsesión por fotografiar espectros que, básicamente, comporta dos mensajes claros: «soy un fantasma que no existe para nadie en un exterior en el que todos prefieren ignorarme» y «probablemente estaría mejor muerta«.
La sombra del suicidio sobrevuela «Frágiles» sin forzar el drama, pero sin restarle importancia. Brenna Thummler aborda el tema con delicadeza y con realismo, pero también haciendo una apuesta en firme por un optimismo que es mucho más que necesario para el lector natural de este tipo de novelas gráficas. De esta forma, el mensaje que contiene este cómic, igual que el mensaje que contenía su predecesor, ilumina una cuestión tabú en la adolescencia, la muerte, y todo un conjunto de problemáticas que le rodean.
Porque esta trilogía es mucho más que una historia de fantasmas. De hecho, la historia de fantasmas es una mera excusa para temáticas de mayor calado… Aunque hay que reconocer que es una excusa deliciosa que, en los ensoñadores pinceles de Brenna Thummler, siempre empapados en colores pop y aficionados a las maravillosas referencias noventeras, resulta realmente gozosa de leer.
Además es que, probablemente, lo que más se eche en falta en «Frágiles» sea profundizar un poco más en ese entrañable personaje que es Wendell y, sobre todo, en ese Mundo de los Fantasmas que casi no aparece en la segunda entrega… Pero es que resulta que de eso irá precisamente «Luces«. Así que ahora solo queda esperar que La Cúpula complete la trilogía y nos regale el cierre que la saga de Brenna Thummler se merece. [Mas información en el Instagram de Brenna Thummler y en la web de La Cúpula]