Es el momento de preguntar qué significa la serie «Scott Pilgrim Da El Salto» dentro del universo de Scott Pilgrim… ¿Qué explicación tiene su final? ¿Todo lo que ocurre es canon?
Scott Pilgrim estaba en el limbo. Y no me refiero al personaje, por mucho que el final del cómic original de Bryan Lee O’Malley (y también el de la película de Edgar Wright) lo dejará literalmente a las puertas de un futuro incierto después de tomar una decisión definitiva junta a su adorada Ramona Flowers. Me refiero a Scott Pilgrim como concepto, universo, franquicia y lore. Todo junto y bien revuelto.
Y es que este fue uno de esos casos en los que te das cuenta de que el turbocapitalismo acelerado no le sienta nada bien a la cultura. Después de que el primer tomo de la serie de cómics triunfara de forma sorprendente e inesperada en el año 2004, las cosas se aceleraron de forma vertigonosa para un autor que se notaba que se estaba viendo desbordado. Las referencias a las angustiantes fechas de entrega en el total de cinco tomos que siguieron a «Scott Pilgrim: Su Vida y Sus Cosas» abundan. Pero el éxito internacional estaba ahí, y había que aprovecharlo.
En sus habituales prisas por exprimir la gallina de huevos de oros cuanto antes mejor, la maquinaria habitual se puso en marcha y, antes de que se publicara el último tomo de la serie («Scott Pilgrim: La Hora de la Verdad«), ya se había estrenado una película que sacaba músculo comercial (director en su primer pico de popularidad, actores indies que despuntaban y que poco después lo petarían, efectos especiales vistosos)… Pero que acabó pinchando tanto en taquilla como en percepción general.
«Scott Pilgrim Contra El Mundo» no fue el éxito cinematográfico que todos esperaban. Eso hizo que el tramo final de las andanzas de este personaje se vieran ligeramente emborronadas y que, cuando por fin se publicó el cierre del cómic, el fenómeno se desinflase a marchas aceleradas. Scott Pilgrim quedó entonces en el recuerdo de muchos como una serie de potencial culto, algo que solo el tiempo podría constatar o refutar… Pero para la gran mayoría cayó en el limbo del semi-olvido.
Es comprensible. Esta ficción tuvo el dudoso honor de habitar un tiempo bisagra que separó el mundo antiguo (aquel tiempo pre-internet en el que las tendencias se fraguaban a fuego lento) y el mundo moderno, marcado por el hiper-consumo de contenido con un destructivo patrón de comportamiento en el que hoy te he visto y eres mi serie o peli favorita de la vida, pero mañana ni me acuerdo.
Muchos somos los que opinamos que, si todo lo de Scott Pilgrim hubiera ocurrido cinco años más tarde, las cosas habrían sido muy diferente. Probablemente, el fenómeno del cómic hubiera sido todavía más grande gracias a la necesidad continua de conversación en redes sociales y podcasts. Y, además, no se hubiera hecho película sino el que era lo destino natural de la adaptación audiovisual del cómic de Bryan Lee O’Malley: una serie de televisión pensada para plataformas de streaming.
Por eso resulta tan interesante que, finalmente, exista una serie de televisión titulada «Scott Pilgrim Da El Salto» y que se haya estrenado ni más ni menos que en Netflix. Pero hay que tener en cuenta que han pasado dos décadas desde que se publicara el primer tomo del cómic y catorce años desde que se publicara el último tomo y se estrenara la película. Así que es inevitable que el aterrizaje entre nosotros de la nueva serie vaya acompañado de la gran pregunta: ¿qué significa este estreno para el universo de Scott Pilgrim?
«Scott Pilgrim», el cómic
Para responder a esta magnánima pregunta, hay que empezar por el principio y abordar otra cuestión igual de gigantesca: ¿qué es exactamente el universo de Scott Pilgrim? Para no alargarme demasiado, voy a intentar sintetizar la respuesta en los tres grandes rasgos de identidad del cómic de Bryan Lee O’Malley que enamoraron a toda una generación: sus carismáticos personajes (con especial mención para su icónico protagonista), su ultra-referencialidad cultural y el significado no tan oculto de su trama argumental.
Los cimientos del éxito del cómic original son, obviamente, unos personajes que enganchan por lo que tienen de retrato generacional. Pero no generacional específicamente de 2004, sino de cualquier generación que esté transitando la veintena como una caída libre hacia una vida adulta que nadie quiere asumir de forma voluntaria, independientemente del año en el que esto ocurra.
Es imposible no verse espejado en Pilgrim y sus colegas, ya sea en la indie misteriosa con pelos de colores que huye constantemente para que no le hagan daño (Ramona), la post-adolescente enamoradiza y vindicativa (Knives), el que sigue siendo un desastre pese a ser el más maduro del grupo (Stephen Stills), el gay promiscuo y despreocupado (Wallace)… Y así hasta el infinito y más allá, porque incluso el secundario que pase tan solo unos segundos por la trama (Young Neil, Joseph, el otro Scott, etc.) se queda prendado en tu memoria gracias a su infinito carisma y a la capacidad de O’Malley de sintetizar toda una compleja personalidad generacionalidad en tan solo unas pinceladas psicológicas, unos gustos culturales y una estética concreta.
Sobre todos ellos destaca, obviamente, Scott Pilgrim. Un chico que tiene una capacidad realmente impactante para disociarse de la realidad y vivir en su propia fantasía. Un tipo con una capacidad superheróica para la batalla cuerpo a cuerpo (algo bastante innecesario y absurdo en la vida adulta, si te lo paras a pensar) pero que, sin embargo, es incapaz de lidiar con las miniucias del día a día, que le sobrepasan y le conducen a la mencionada disociación. Un (casi) hombre enamorado hasta las trancas de Ramona Flowers y con la determinación de hacer lo que sea por amor… Siempre que ese «lo que sea» implique no darle demasiadas vueltas a las cosas.
Ah, y también es un chaval que tiene una banda de música (los Sex Bob-omb), algo que es de vital importancia para entender por qué triunfó tanto el cómic de Bryan Lee O’Malley. Sus páginas están sembradas de referencias a canciones, grupos de música y videojuegos. Subcultura en su máxima potencia en la que la música suena (sí, suena, ¡en un cómic!) constantemente y se mezcla con homenajes a «Sonic«, «The Legend of Zelda«, «Final Fantasy«, «Mario Bros.«, «Street Fighter» o «Double Dragon«, entre muchos otros títulos míticos. La ultra-referencialidad es uno de los principales rasgos de la post-modernidad, y pocos la han trabajado en un cómic como O’Malley.
Dicho de otra forma: es imposible no verse reflejado en los personajes de la serie y no sentirse poderosamente apelado por el mundo de referencias sub-culturales que maneja… Pero lo que finalmente acaba por atrapar del todo es la capa de significado que late por debajo del argumento. En la superficie, la cosa va de que Scott Pilgrim tiene que enfrentarse a los siete Exnovios Malvados de Ramona Flowers si quiere conservarla como su pareja. Pero es necesario subrayar que esto es solo la superficie.
Porque de lo que va realmente esta serie es de cómo la aparantemente divertida lucha contra la Liga de Exnovios Malvados es algo a lo que nos enfrentamos absolutamente todos cuando empezamos a salir con una persona. Cambia la lucha contra la Liga por la batalla contra la insidiosa idea de un pasado del que conoces bien poco (¿Fueron sus novios mejores que yo? ¿Se lo pasaba mejor con ellos en la cama? ¿Les sigue echando de menos? ¿Siguen ejerciendo algún poder sobre mi nueva pareja?), y ahí tendrás la capa de significado no tan oculta en la serie de O’Malley.
Un exnovio es siempre (¡sin excepciones!) un espectro poderoso y beligerante que aparece cuando menos te lo esperas y con el que tienes que luchar a brazo partido aunque te encuentres en una fiesta o en una cena con amigos. Luchar contra este tipo de fantasmas, por cierto, es un proceso costoso y violento que no admite medias tintas en su resultado: ganas o pierdes y, en consecuencia, sigues con tu nueva pareja o eres derrotado por su pasado.
Pero el gran acierto de esta serie es que, al final de todo, y sin ánimo de caer en spoilers, resulta que la cosa nunca ha ido de derrotar a los Exnovios Malvados… Sino de que Scott Pilgrim se derrote a sí mismo. En los últimos dos tomos, el protagonista aprende poderes extremadamente valiosos como el del amor o el de la comprensión (ambos traducidos en premios videojueguiles como vidas extra o espadones con los que seguir luchando, lo que vuelve a ser una metáfora maravillosa), pero su mejor aprendizaje es precisamente el que revela el origen de esa disociación que hasta entonces ha parecido tan solo una broma recurrente.
Scott es, en definitiva, un chaval que opta por olvidar en vez de afrontar todas aquellas realidades que le suponen un esfuerzo o un inconveniente (precariedad laboral y rupturas amorosas, por ejemplo). Y, así, como quien no quiere la cosa, Bryan Lee O’Malley sublima un perfecto retrato de la psique de principio de siglo, esa que se refugia en el scroll infinito y el binge watching de contenido non-stop para olvidar y no afrontar sus problemas. Esa que, además, tiene relaciones cada vez más líquidas y menos estables porque una nueva pareja siempre implica demasiadas luchas contra fantasmas.
Si creías que Scott Pilgrim era una ficción divertida sin más, te equivocabas de pleno. Porque el mensaje que contiene es gigantesco.
«Scott Pilgrim Contra El Mundo»
No voy a detenerme demasiado en «Scott Pilgrim Contra El Mundo» porque, al fin y al cabo, no aporta demasiado al universo que nos ocupa. La película de Edgar Wright con un cast que impresiona si lo consideramos en pleno 2024 (a saber: Michael Cera, Mary Elizabeth Winstead, Brie Larson, Chris Pine, Anna Kendrick, Kieran Culkin, Jason Schwartzman, Aubrey Plaza…) es una adaptación fiel del cómic de Bryan Lee O’Malley. Por lo menos, hasta que llegan los acontecimientos finales que, como diría Rocío Jurado, «es lo mismo… pero no es lo mismo«.
Es necesario recordar aquí algo que ya he mencionado con anterioridad: el film se estrenó antes de que se lanzara el sexto y último tomo del cómic, lo que significa que es probable que el autor, por mucho que participara en el proceso de escritura del guion cinematográfico, al final decidiera hacer con su historia lo que le diera la real gana. Pese a ello, también es necesario admitir que, además de una película trepidante y divertidísima que ha envejecido la mar de bien (en serio, la he vuelto a ver recientemente y he tenido que cambiar la puntuación de 7 que le puse en 2010 en IMDB por un merecido 9), «Scott Pilgrim Contra El Mundo» también es interesante por otra cosa.
Básicamente, porque ofrece la posibilidad de empezar a hablar de un concepto que solo aparece cuando un universo de ficción empieza a expandirse: el canon. ¿Es esta película canon dentro de la cosmogonía de Scott Pilgrim? La respuesta es: obvio que sí. En su mayor parte, no cambia ni un chascarrilo. Y, aunque al final descarrila un poco y pierde fuelle, lo que en su día fue percibido como un canto de cisne de la cultura Y2K que nos quedaba tan cerca que se empezaba a percibir como poco cool, resulta que ha acabado por ser una maravillosa cápsula del tiempo que se goza mejor ahora que entonces.
Será porque, desde hace unos años, viviemos un revival del Y2K. O será porque, al final, sí que resulta que nos encontramos ante una peli de culto.
«Scott Pilgrim Da El Salto»
Y así llegamos hasta el estreno de «Scott Pilgrim Da El Salto» en Netflix, que ha supuesto una vuelta de tuerca deliciosa y magistral a la vez que la confirmación de que, sí, es definitivo, existe un universo de Scott Pilgrim. Si no has visto la serie de Science Saru (responsables de maravillas como «Devilman Crybaby» que tienen en cartera ¡una serie de «DanDaDan«!), te aconsejo que dejes de leer en este punto del artículo… porque se vienen cositas. Y esas cositas son spoilers.
Resulta completamente imposible analizar esta serie desarrollada por el mismo Bryan Lee O’Malley junto a BenDavid Grabinski y dirigida por Abel Góngora sin abordar lo que ocurre en ella. Y lo que ocurre en ella es que empieza el primer episodio y, además de contar con voces conocidas (fundamentalmente, el elenco al completo de «Scott Pilgrim Contra El Mundo«), todo sigue al pie de la letra la historia original del primer tomo… Hasta que, en los últimos minutos del capítulo, el combate contra Matthew Pattel acaba de forma inesperada: ¡con la muerte de Scott Pilgrim!
A partir de ahí, «Scott Pilgrim Da El Salto» resulta ser una sublime locura que destaca por su animación, como no podía ser de otra forma en una producción de Science Saru, pero sobre todo por otros dos motivos. El primero de ellos es el significado de la decisión de alterar la historia original para, durante 8 intensos episodios, obligarte a surfear oleadas constantes de preguntas: ¿estamos ante una revisión totalmente desligada de la historia original? ¿Es un universo paralelo? ¿Todo lo que está ocurriendo es canon o una locura desconectada de la intención original de O’Malley?
La explicación final es sencilla y compleja a la vez. Por extraño que parezca, «Scott Pilgrim Da El Salto» es la continuación directa de los acontecimientos originales. Al final, Scott y Ramona vivieron felices y comieron perdices… Hasta que la pareja vivió una crisis que les llevó a separarse, lo que sumió a Pilgrim (bueno, más bien a Old Scott, que de nuevo «es lo mismo… pero no es lo mismo«) en tal dolor que decidió alterar el pasado para no ser nunca pareja de Flowers. La cosa es más compleja que esto, obviamente, y cuando Even Older Scott hace acto de presencia con su lookazo a lo Ryu de «Street Fighter» y la trama realiza su elegante y fascinante tirabuzón final, ya solo queda espacio para el aplauso entregado.
De esta forma, la existencia de «Scott Pilgrim Da El Salto» no solo es canon, sino que ayuda a que este universo de ficción se ponga al día con las tendencias narrativas de esta década tan adicta a los multiversos y los viajes en el tiempo que han servido especialmente para una cosa: relativizar el caracter religiosamente inamovible de la versión oficial. Ya no existe versión oficial y, de repente, cualquier cosa puede ocurrir cuando los multiversos interactúan los unos con los otros. Esto le vale tanto a Marvel como, al parecer, a Trump. Y lo mejor de todo: esta conversación tiene lugar en el universo de Scott Pilgrim sin necesidad de que este se convierta en un multiverso y manteniendo su total coherencia interna.
El segundo motivo por el que la serie resulta particularmente magistral es porque, además de una vuelta de tuerca a la forma narrativa, también supone una vuelta de tuerca al fondo de su argumento. A esa capa de sentido que ya he comentado que, en su momento, fue una captura de pantalla del zeitgeist emocional de aquel principio de siglo en el que empezábamos a asimilar que las relaciones amorosas ya no eran para siempre y que, por lo tanto, había que hacer un esfuerzo para conservarlas. Había que luchar contra la Liga de los Exnovios Malvados.
«Scott Pilgrim Da El Salto» actualiza la forma narrativa para ajustarse al presente y, de hecho, hace exactamente lo mismo para ajustarse al concepto de relación amorosa de mediados de esta década. La serie, además, parece responder las grandes dudas que siempre sobrevolaron la trama original: ¿por qué es Ramona Flowers una novia tan rematadamente mala? ¿Cuál es la motivación de los Exnovios Malvados para luchar contra Scott? Con Pilgrim muerto (o no), queda más espacio para que el resto de personajes florezcan. Y, en ese florecer, es Ramona la que sale mejor parada y la que lleva todo el peso del subtexto de la serie.
En última instancia, que Older Scott urda una compleja trama para impedirse a sí mismo salir con la mujer de sus sueños responde a una única finalidad: evitar el dolor que le producirá la separación futura. Mientras que en la serie original Scott no tenía dudas sobre su voluntad (quería estar con Flowers, por mucho que los Exnovios Malvados se lo pusieran difícil), en «Scott Pilgrim Da El Salto» la relación queda abortada desde el principio y obliga a que las dos partes se pregunten: ¿queremos ser pareja sabiendo que acabará mal?
¿Te suena? ¿Reconoces esta pregunta? ¿No te parece que se ajusta perfectamente a este año 2024 en el que nos hemos acostumbrado a descartar relaciones después de una interacción mínima y superficial en la red social (o de folleteo) de turno tras decidir que seguro que no acaba bien y que probablemente podamos encontrar algo mejor? Definitivamente, el mensaje es gigante (o, más bien, los mensajes son gigantescos) dentro del universo de Scott Pilgrim. Un universo que espero que esté en expansión y que me obligue a ampliar este artículo de aquí a unos años. Ya le he puesto una velita a San Stephen Stills. [Más información en la web de «Scott Pilgrim Da El Salto»]