Encontrar una voz narrativa propia es la finalidad última de todo escritor. Una finalidad última que muchos no llegan a alcanzar jamás… Por ello sorprende la versatilidad absoluta de Milo J. Krmpotic’: él no tiene una voz, sino múltiples. Y todas arrebatadoras. Como ejemplo, sus últimas dos novelas: si en «Las Tres Balas de Boris Bardín» cualquier recién llegado a mundo Krmpotic’ podría pensar que se encuentra frente a un autor sudamericano abordando el pulp de tintas negras pero acentos de argot argentino (tal era la naturalidad con al que el autor utilizaba las diferentes capas de un lenguaje vivo y popular), en el caso de su recientísima «Historia de una Gárgola» (Seix Barral), los pensamientos pueden confundirse hasta llegar a la conclusión de que esta es una obra de terror gótico clásico rescatada de alguna biblioteca perdida. Estaríamos pasando por alto, eso sí, el finísimo humor (tan postmoderno -en el buen sentido de la palabra-) con el que Milo baña la historia de Balial, una gárgola que vive a través de los tiempos para jugar un determinante papel en la lucha eterna del Bien contra el Mal. Una historia apasionante y elegante que demuestra que el exhibicionismo del horror de último cuño es algo que puede obviarse incluso a día de hoy para facturar una historia perdurable con charm suficiente como para adherirse a una larga tradición que va desde Víctor Hugo a Lovecraft.
Milo J. Krmpotic’ recomienda... «Ocio» (Alpha Decay), de Fabián Casas, y «La Existencia de Dios» (Trea), de Miguel Barrero. «Quien más quien menos dispone de su propio paisaje emocional formado de barrio, amistades y adolescencia. Al recomponerlo, quien más quien menos se enfrentará también, con grado diverso de culpa, a los nombres que se salieron del camino o a los que sencillamente fueron quedando atrás. Lo que me gusta de Fabián Casas en «Ocio«, lo que me sedujo ya en su anterior «Los Lemmings y Otros«, es ese recuerdo, esa melancolía generacional que brota íntima e intransferible pero que no podemos dejar de percibir como propia. Y, si Casas es sentimiento sobre las calles de un Boedo que ya no volverá, Miguel Barrero propone desde «La Existencia de Dios» una aproximación de corte más asturiano e intelectual a esa formación en manada que el tiempo y la madurez no dejan de cribar. Son piezas breves, concentradas, sugerentes; dos estupendas invitaciones a compartir la soledad demasiado ruidosa de quien vuelve la vista atrás y sabe cómo reproducir aquel entonces tamizado por este ahora.»