«El Pensamiento Heterosexual» es un compendio de 9 ensayos de Monique Wittig publicado originalmente en 1992… Pero con una relevancia crucial para la actual lucha feminista y queer.
Ya en el prólogo de «El Pensamiento Heterosexual«, Louise Turcotte advierte de la naturaleza polémica de la autora de esta colección de nueve ensayos, Monique Wittig. El corazón de la susodicha polémica está precisamente en la frase con la que la autora cierra el ensayo que da título al libro: «las lesbianas no son mujeres«. Si tanto el ensayo como el tomo se hubieran publicado a día de hoy, está claro lo que habría pasado: titulares reduccionistas, condena pública, cancelación social y literaria. Todo eso y más.
Pero, por suerte, «El Pensamiento Heterosexual» fue publicado originalmente en el año 1992, un momento histórico en el que había espacio (mental, temporal, filosófico y social) para abordar este tipo de polémicas en toda su complejidad. Una complejidad que, en este caso, queda completamente razonada y argumentada en todo lo que viene antes de ese grand finale que ya agitó conciencias entonces y que puede levantar susceptibilidades en el presente si no se trata como es debido.
Es necesario, sin embargo, ir por partes y abordar el contexto de esta edición de «El Pensamiento Heterosexual» publicada actualmente por Paidós. El tomo incluye el mencionado prólogo de Louise Turcotte y una introducción en el que la misma Monique Wittig explica no solo su metodología a la hora de ordenar los ensayos aquí comprendidos, sino que anticipa las múltiples problemáticas que pueden desprenderse de su lectura y de su postura feminista, materialista y radical. También profundamente lesbiana.
El libro incluye un total de nueve ensayos divididos en dos partes. Los cinco escritos de la primera mitad versan sobre lo que la propia Wittig describe como «lesbianismo materialista«, mientras que la segunda mitad incluye cuatro disertaciones que, sin alejarse de temas feministas, vuelan muy pero que muy libres en cuestiones de lenguaje, semiótica y literatura. Al fin y al cabo, la autora no solo es conocida en su vertiente teórica y filosófica, sino que también practicó la poesía y la novela con tanto éxito como para que libros suyos como «El Opoponax» hayan perdurado en el tiempo.
Leído aquí y ahora, en pleno 2024, tengo que reconocer que se aprecia cierto desequilibrio entre las dos mitades de «El Pensamiento Heterosexual«. Al fin y al cabo, la primera mitad abrió brecha en las reivindicaciones feministas y, de hecho, no es que las reflexiones construidas por Wittig hayan sobrevivido al paso del tiempo, es que directamente se han revalorizado y resignificado de tal forma que, a día de hoy, son más valiosas que nunca, tanto por el típico cliché de que «para entender el presente tienes que conocer el pasado» (y, ojo, porque estos ensayos te hacen entender muchas de las líneas de pensamiento desde las que se construye la lucha feminista y queer actual) como por la sorpresa de encontrar debates e intereses que suelen pasarse por alto a día de hoy por mucho que no hayan sido solucionados ni superados. Ni mucho menos.
La segunda parte de «El Pensamiento Heterosexual«, la del lenguaje y la literatura, puede resultar un poco más ajena a quien se acerque desde el interés feminista y queer. Porque, aunque son reflexiones que siempre giran en torno a cómo el lenguaje y la literatura son punta de lanza en las luchas de las mujeres, también es cierto que acaban cayendo en la endogamia de la conversación de escritora a escritora, olvidándose ligeramente de la cuestión de clase. O será precisamente que esta relación entre lenguaje y feminismo está actualmente en un punto muy diferente, enfocada en nuevas preocupaciones como esa misma intersección de lenguaje, feminismo y clase (algo que Brigitte Vasallo está explorando de forma sublime en su obra ensayística, por cierto).
Esto no significa que la segunda parte de este libro carezca de interés, ni mucho menos. De hecho, es interesante leerlo después de una pletórica primera parte porque ayuda a matizar las ideas de Wittig y a entender de dónde nacen las preocupaciones de la autora. Unas preocupaciones que, cuando son abordadas en los cinco primeros ensayos, resultan fascinantes, vibrantes y contestatarias como proclamas revolucionarias a voz en grito en medio de una lucha social.
Porque de lucha de clases va precisamente esa mitad inicial de «El Pensamiento Heterosexual«. En el primer ensayo, titulado «La categoría de sexo«, Monique Wittig parte de la certeza de que la dualidad entre «hombre» y «mujer» no tiene ningún tipo de fundamento real más allá de la voluntad de un grupo dominante por conservar el privilegio del sometimiento del grupo dominado. Es por eso por lo que la autora llama a la abolición de esta categoría de «mujer», «pues mientras las oposiciones (las diferencias) sigan pareciendo datos, algo que está ya ahí, «naturales», precediendo a cualquier pensamiento —sin conflicto ni lucha—, no habrá dialéctica ni cambio ni movimiento«.
Ya desde el principio, Wittig aborda el papel problemático que las lesbianas juegan en esta dialéctica: «Lo que constituye a una mujer es una relación social específica con un hombre, una relación que antes hemos llamado servidumbre, una relación que implica obligaciones personales y físicas y también económicas («asignación de residencia», trabajos domésticos, deberes conyugales, producción ilimitada de hijos, etc.), una relación de la cual las lesbianas escapan cuando rechazan volverse o seguir siendo heterosexuales. Somos desertoras de nuestra clase«.
Dicho de otra forma: el lesbianismo es ruptura de forma radical y definitiva con esa categoría de «mujer» impuesta por el hombre. Es aquí donde adquiere significado la mítica y polémica frase «las lesbianas no son mujeres». Wittig matiza: «Tener una conciencia lesbiana supone no olvidar nunca hasta qué punto ser «la mujer» era para nosotras algo «contra natura», algo limitador, totalmente opresivo y destructivo en los viejos tiempos anteriores al movimiento de liberación de las mujeres. Era una constricción política, y aquellas que resistían eran acusadas de no ser «verdaderas» mujeres. Pero entonces estábamos orgullosas de ello, porque en la acusación había ya como una sombra de triunfo: el reconocimiento, por el opresor, de que «mujer» no es un concepto tan simple, porque para ser una, era necesario ser una «verdadera»«.
«El Pensamiento Heterosexual«, en definitiva, habla de este mismo pensamiento heterosexual como un contrato social creado por el grupo dominante e impuesto al grupo dominado: «El pensamiento heterosexual es incapaz de concebir una cultura, una sociedad, en la que la heterosexualidad no ordenara no solo todas las relaciones humanas, sino su producción de conceptos al mismo tiempo que todos los procesos que escapan a la conciencia. Estos procesos inconscientes se tornan, por otra parte, históricamente cada vez más imperativos en lo que nos enseñan sobre nosotras mismas por medio de los especialistas. Y la retórica que los expresa, revistiéndose de mitos, recurriendo a enigmas, procediendo por acumulaciones de metáforas, cuyo poder de seducción no subestimo, tiene como función poetizar el carácter obligatorio del «tú-serás-heterosexual-o-no-serás»«.
Tú-serás-heterosexual-o-no-serás. Una advertencia, una sentencia, una amenaza que sigue siendo igual de vigente que hace treinta años. Por eso resulta tan necesario que «El Pensamiento Heterosexual» se haya recuperado en esta nueva edición de Paidós: porque Wittig tuvo la valentía de no ser. No ser heterosexual. No ser mujer. Pero, en cambio, ser una voz radical capaz de construir ideas revolucionarias y perdurables cuyo eco es fácilmente reconocible en el corpus teórico de la última generación queer y feminista. [Más información en la web de Paidós]